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Banca central y economía moral

No deberíamos preocuparnos demasiado por la intención del presidente por cambiar al gobernador del Banco de México.

“La política lopezobradorista, política pendenciera, solo conjuga con un verbo: cucar”. Jesús Silva-Herzog Márquez.

No deberíamos preocuparnos demasiado por la intención del presidente por cambiar al gobernador del Banco de México. Como bien explicó Gabriel Casillas en El Financiero el día de ayer, hay un procedimiento para designar al gobernador y a los integrantes de la Junta de Gobierno del banco. En ese proceso el presidente los nombra y el Senado de la República los ratifica. Hasta el momento, los subgobernadores Esquivel y Heath, nombrados por este presidente, han hecho su trabajo muy bien. Ojalá la gente sensata alrededor del primer mandatario de México le aconseje gente sólida en lo técnico y de una pieza en lo moral. Eso es lo que aquí entendemos como un economista moral: alguien profesionalmente solvente y con experiencia, pero que sea una persona honesta.

El problema está en el tono y el modo que usó el presidente para decir que no ratificará al gobernador. La excusa es que Banxico no transferirá utilidades al gobierno este año. Esa declaración genera alertas, porque el presidente, ‘cucando’, armando lío, manda una señal de que subordinará la política monetaria a sus decisiones políticas.

El titular de SHCP dice que Banxico podría haber entregado estos excedentes. Sin embargo, esa es una decisión de la Junta del Banco de México, no de Arturo Herrera. En esta columna concordamos con esa decisión. Si la inflación está saliéndose de rango, en niveles suficientes para que el banco no cumpla con su meta, entregarle liquidez al gobierno federal no es sensato.

Cuando hay elecciones hay más dinero en circulación que en otras épocas. El control de la inflación se logra con restricciones a la oferta de dinero en efectivo y con incrementos de la tasa de interés que el Banco Central usa para dar liquidez a los bancos comerciales, y que determina las tasas de equilibrio de los mercados. Cuando el presidente dice que el gobernador del Banco Central no le entrega recursos porque le falta una dimensión moral, no solamente es injusto con el gobernador, pone en tela de juicio la independencia del banco. Intentar desprestigiar al principal funcionario de Banxico es otra manera de ‘cucar’.

Habrá quien diga que 300 mil millones de pesos no pintan en una economía de 24.3 billones de pesos (en términos nominales, al 1er. trimestre de 2021). Es 0.12 por ciento del PIB. El problema es que mañana el Ejecutivo tenga poder para pedir que le entreguen todas las reservas. Abrir esa puerta tendrá consecuencias desastrosas para nuestra economía.

Las reservas internacionales de México son una póliza de seguro para toda la economía. Le mandan una señal a los especuladores que los pesos en circulación cubren la demanda de dólares y otras divisas, que hay suficientes recursos para que no sea negocio especular contra el peso. Las reservas, y el tipo de cambio flexible, han permitido bajar la tasa de interés de la mayoría de los créditos en la economía mexicana.

La administración federal ha mantenido equilibrio en el presupuesto público, pero ha liquidado múltiples fondos y activos del Estado. Es como tener un presupuesto bajo financiado solamente por los salarios de quienes trabajan en la casa, pero vender los muebles y las joyas de la abuela para mantener un nivel de gasto. Eventualmente, no hay ya nada que vender.

La administración anterior fue la que metió el desorden con las ganancias de operación cambiarias. Banxico no debería darle nada nunca al gobierno. El propio capital del banco está sujeto a vaivenes en su valor. Las ganancias cambiarias no deben gastarse, porque ello es tanto como pedir dinero adicional al banquero que financió mi hipoteca con base en una apreciación del valor de mi casa. Sigue siendo una forma de vender las joyas de la abuela y convertirlas en jamón y vino. Bajo un arreglo así, cuando el valor de los activos del banco cae, el gobierno debería capitalizar al banco. Eso nunca ocurre.

Que el presidente nombre gente profesionalmente solvente, honesta y en quien confíe en Banxico. El Senado y la Junta del banco harán su labor. Lo que no se vale es cucar al banco y a su gobernador porque su decisión sobre las utilidades de operación no le gustó al presidente. Esa es la definición de violar la autonomía del banco. Es una institución tan importante, que no puede estar subordinada a la voluntad de este gobierno, ni de cualquier otro.

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