Poca gente había escuchado en el hemisferio occidental del planeta sobre una empresa del sector inmobiliario en China, hasta esta semana, que incumplió el vencimiento de una serie de pagos. Evergrande, su nombre, y deber grande, su pecado. Este consorcio de bienes raíces recibió dinero barato del gobierno chino. Se diversificó en cosas que no tenían que ver con su misión. Hoy, trae un problema de 300 mil millones de dólares que no puede refinanciar. Ayer martes, el gobierno chino anunció que no rescataría a la empresa, mensaje para todos los corporativos de ese país que han aprovechado las gigantescas tasas de ahorro de los chinos, y las dificultades de estos para invertirlas fuera de China.
El problema con el dinero barato es que no permite evaluar objetivamente los proyectos de inversión. El valor presente neto del proyecto resulta positivo siempre que hay una fuente infinita y barata de financiamiento. El error conceptual es que las fuentes infinitas de recursos escasos no existen. El crédito eventualmente se seca, cuando las instituciones acreditantes se dan cuenta que cierta empresa, persona o sector no está generando valor.
El lunes 19, Alexandra Stevenson y Cao Li del New York Times reseñaron que la empresa pidió préstamos a sus empleados, a cambio de sus bonos de desempeño anual. Esto es tanto como ofrecerle a un acreedor forzoso una tasa de interés cero con probabilidad de volverse negativa; un atraco. La gente empezó a pedir prestado por todas partes para financiar a la empresa, pero el hueco en sus finanzas es demasiado grande. También, ha incumplido la entrega de viviendas a compradores que pagaron por adelantado.
La empresa es un too big to fail (demasiado grande como para dejarla quebrar). En general, la ortodoxia económica nos indicaría que el gobierno no debe rescatar ningún negocio. La ortodoxia moderada indicaría que puedes dejar quebrar lo que sea, menos intermediarios financieros. El costo de dejar morir intermediarios para una economía es enorme.
¿Qué hace un Estado con una empresa que no es un intermediario financiero, pero que hizo intermediación financiera no regulada e hizo inversiones cuestionables? Hay que castigarla. Los administradores, si rompieron leyes o cometieron fraudes, tienen que recibir castigos que normalmente están en los códigos penales. Los accionistas pierden su aportación. ¿Pero qué haces cuando el dueño de la empresa es el gobierno? ¿Pasarle la cuenta al público pagador de impuestos, no inversionista, y rescatar a la empresa? El incentivo para que alguien vuelva a comportarse irresponsablemente no se acaba. Por eso las empresas deben ser privadas. El sector público solamente debe regular su actividad, pero no ser dueño de ellas. Se generan todo tipo de distorsiones en las decisiones, y en caso de una crisis, el público no inversionista se convierte en el que paga por las malas decisiones.
Cuando se dio la crisis financiera en el año 2008-9, Estados Unidos rescató algunas empresas del sector financiero. Sin embargo, años después de la crisis, el gobierno recuperó su inversión. Esa es una lección importante: una empresa que tiene un problema de liquidez es muy distinta a una empresa que tiene problemas de rentabilidad. El primer problema se resuelve con reestructuraciones de pasivos. El segundo problema requiere medidas mucho más dolorosas, que difícilmente pueden tomarse si además la empresa está quebrada. La enseñanza es que esa empresa debe cerrar a la brevedad posible, y el mercado debe aprender qué falló.
El alcance de esta crisis es limitado, por la baja convertibilidad internacional del renminbi. Sin embargo, en lo que va de esta semana, se ha sentido el impacto en otros activos bursátiles chinos. Los compradores de vivienda de ese país sufrirán una pérdida grande, ya que los ahorros que habían destinado a una vivienda se están evaporando. Hay economías en occidente que están más expuestas al riesgo chino. Evergrande no necesariamente afecta, pero tampoco ayuda, a la recuperación de la economía global.
Otra lección. No hay que invertir en un país difícil de entender, o que está sujeto a los caprichos de autócratas, burócratas y otros vacíos de sentido común. Los mercados son implacables, y los gobiernos tienden a ser soberbios respecto a su capacidad de controlarlos. Ya lo dijo el gran Hayek: “La curiosa tarea de la economía es demostrar al ser humano lo poco que realmente sabe acerca de lo que se imagina que puede diseñar”.
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