Costo de oportunidad

Pemex: rescate incondicional

Si bien no hay una garantía explícita, el público inversionista sabe que Pemex es propiedad del Estado mexicano, y que es poco probable que la deje quebrar.

En días recientes, el director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), Octavio Romero Oropeza, informó que el gobierno federal asumirá deuda de la petrolera mexicana, con el fin de refinanciarla a mejor tasa. Esto, en palabras lisas y llanas, es un rescate federal de la empresa.

Históricamente, la empresa que es de todos los mexicanos ha salido a los mercados de deuda de manera independiente, sin el aval explícito de la Federación. Por ello, la deuda de Pemex paga un mejor rédito a los inversionistas que la deuda soberana del país. Si bien no hay una garantía explícita, el público inversionista sabe que la empresa es propiedad del Estado mexicano, y que es poco probable que el Estado la deje quebrar. Hemos dejado que la petrolera se endeude caro, porque sería más caro que no cumpliera con su misión de sacar el petróleo y convertirlo en dinero para las necesidades del Estado. Sin embargo, en al menos las últimas dos décadas, la empresa produce cada vez menos petróleo. Gente más experta que yo, me dice que no está claro que el petróleo que sacamos ahora sea menos rentable. Lo que sí sabemos es que los costos de la empresa han aumentado, en dólares y manera constante, durante las últimas tres décadas.

Hace algunos años, le escuché una declaración a José Antonio González Anaya, cuando era director de la paraestatal. Ese día, este brillante economista y funcionario mexicano dijo que el costo de la empresa andaba cerca de 50 dólares por barril, y que él se comprometía a llevarlo a alrededor de 30.

No estoy seguro que eso se haya logrado. Sin embargo, ese costo no es el “costo marginal” puro del que hablamos los economistas, el costo en efectivo pagado por sacar un barril de petróleo adicional del conjunto de pozos activos de Pemex. Seguramente, yacimientos como Cantarell o Ku Maloob Zaap están por debajo de 10 dólares barril, y habrá algunos otros donde los costos lleguen a 25 dólares por barril.

La renta petrolera, la utilidad extranormal que se obtiene en ese negocio, se la come el sindicato, los sueldos en exceso en actividades que no deberían pagar tanto, como la refinación y la ineficiencia de la empresa. Hace años la discusión era si Pemex aportaba a la Hacienda Pública lo que correspondía, y si el Estado le devolvía a la empresa suficiente dinero para sus inversiones. Hoy, las preguntas son diferentes. En específico, hemos visto que el Estado mexicano ha descuidado sus labores sustantivas, en sectores clave como seguridad, educación, salud e infraestructura, y los recursos han ido a dar a Pemex, en inversiones de dudoso valor.

Si le preguntamos a los petroleros el siglo XX mexicanos, siempre citan a Rockefeller con la siguiente frase: “El mejor negocio del mundo es una empresa petrolera; el segundo mejor negocio del mundo es una empresa petrolera mal administrada”. Con esto, quieren decir que las utilidades en el negocio del petróleo son tan grandes, que el negocio aguanta casi cualquier nivel de gasto.

Nuestra petrolera ya no es el cochinito al que podemos sacarle dinero para siempre. Pierde dinero. Tiene demasiado personal, su tecnología es obsoleta, y el gobierno no resuelve esos problemas refinanciando la deuda de la empresa. Incluso, es posible que los agrave, porque pospone decisiones que tienen que tomarse lo antes posible.

Los yacimientos grandes en tierra, o en aguas poco profundas y de bajo costo, prácticamente se han agotado. El petróleo que encontramos recientemente está sujeto a complicaciones en su extracción, lo cual muy seguramente eleva los costos. El Congreso tendría que pedir a la empresa mayor transparencia. Desde hace años, los análisis y datos que Pemex utiliza para cumplir con la regulación de Estados Unidos, son la principal fuente de información real de cómo están realmente las finanzas de la petrolera.

Pemex no ha desarrollado capacidades de innovación tecnológica proporcionales a los retos que se le vienen encima. El petróleo que encontrará en el futuro estará cada vez más en estratos geológicos difíciles, en aguas profundas, con dificultades técnicas importantes. Es importante que busque socios, que le ayuden a reducir sus costos de extracción y a mejorar su tecnología. Es importante que también trabaje con el Estado en la regulación de actividades como la fractura hidráulica, de manera que se resuelvan las preocupaciones ambientales que hay alrededor de este tipo de técnicas, que podrían revolucionar el negocio del gas.

Pemex insiste en refinar petróleo para producir gasolina y diésel, pero es muy ineficiente en ese segmento. Para ser exitoso en el negocio de refinación, la tecnología de la empresa tiene que cambiar. Tiene que emplear menos trabajadores por litro de gasolina producida. El negocio debe mejorar su eficiencia, que está por debajo de estándares internacionales.

Sus inversiones se han concentrado en la construcción de la nueva refinería de Dos Bocas. Esa podría ser una buena apuesta, pero construir una refinería eficiente es un reto gigante. Proyectos similares en Medio Oriente han tardado más de una década, con resultados mixtos.

Pemex tendría que concentrarse en encontrar nuevas fuentes de rentabilidad en el negocio de energía, incluso en las renovables. Esta ha sido la tendencia de las empresas petroleras más importantes en todo el mundo.

Los mexicanos somos los accionistas de Pemex. El negocio es de casi 130 millones de mexicanos, no del gobierno, que solamente lo administra. Como accionistas, tenemos que ser mucho más exigentes. Un rescate federal de Pemex debería estar condicionado a una reforma profunda en las líneas de negocio de la empresa, para que recupere su rentabilidad.

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