En estos tiempos de militarismo desbordado, a la Dra. Sheinbaum, esa mujer de acero que “lleva la ciencia en las venas”, la traicionó el subteniente... perdón, el subconsciente. “Hay dos caminos. Que siga la corrupción…” y se señaló a sí misma. Luego intentó corregir: “Que siga la transformación…”, pero ya era demasiado tarde. Aquello se convirtió en un símbolo que la oposición aprovechó.
Claro, del otro lado también se burlan de la inge Gálvez. Que si no sabe pronunciar la letra “r”. Que es muy nazi porque firma pactos con sangre, nos dice don Epidemio... perdón, Epigmenio Ibarra, el cineasta que no sabe que hay cosas que pueden filmarse con un celular y que no requieren una cámara de gran formato.
Y por supuesto, el eterno opositor, ahora desde el poder: el licenciado López Obrador, diciendo que la oposición le quiere dar un golpe de Estado “técnico” desde el Poder Judicial.
Todo un circo con payasos, animales y cubetazos, solamente que financiado con impuestos. Urge una reforma electoral en México, pero una que le quite el financiamiento público a los partidos políticos. Los financiamos con presupuesto público con el pretexto de que esa es la manera de blindar los intereses de poderes económicos y criminales en la política. Pero estamos en el peor de los mundos: las elecciones nos cuestan, y además el crimen está metido hasta las cachas, literalmente. No podemos asegurar que los criminales vayan a imponer gobernadores, legisladores o presidentas, pero ya decidieron, de manera terminante, quién no va, por la vía del homicidio o la intimidación.
Hace un par de días, hubo una noticia impresionante en mi periódico El Financiero. (Bueno, no es mío; es de otro cuate que se llama Manuel, pero es un decir). Había una nota que decía que la Internacional Socialista, ‘chairorganización’ liderada nada menos que por Pedro Sánchez, el presidente español, decía que es menester monitorear las elecciones en México porque el crimen organizado está metido a fondo. La noticia me sorprendió, porque desde mi lado de la plaza, la izquierda se ve igual de amorfa y babosa en cualquiera de sus expresiones. Seguramente eso dirán de un ‘derechairo’ como yo. Pero, hay más buenos deseos y sueños guajiros en la izquierda que inteligencia. El que la organización de los socialdemócratas buenaonditas de cinco continentes diga: “lo que pasa en México es de cuidado”, respecto a los ataques a la democracia, la oposición y los periodistas, indica que el licenciado ya se quedó solo, como hubiera dicho Fidel Herrera en otra época, “en la cima de su pinche poder”.
Como lo escribí el miércoles pasado, ambas opciones políticas son de izquierda, solamente que la de Xóchitl es de una izquierda más favorable a la democracia, mientras que la de Sheinbaum no oculta sus inclinaciones autoritarias. Es posible que, como ya lo habrá leído usted en todas partes, estemos votando porque siga habiendo elecciones en México, y no regresar a un régimen ya no de partido único, sino de caudillo único; un Juárez, un Maximiliano, un Porfirio Díaz. Aunque el licenciado diría que los neoporfiristas somos los que estudiamos en el ITAM y sabemos sumar.
Urge una reforma fiscal. Se lo digo a las dos candidatas, pero solamente una hará caso. Necesitamos un Congreso con mayoría que le quite el 90 por ciento del financiamiento a los partidos políticos y que transparente los recursos que reciban en donaciones de particulares. Esa reforma requiere controlar el gasto público, que no haya contratos de balastro a amigos y familiares, para trenes que no tenían que haberse hecho en primer lugar. Pemex cada vez aporta menos a la federación, y el hueco lo hemos cubierto los particulares. Con burócratas honrados y eficientes, y tecnologías del s. XXI, el gobierno nos puede costar al menos 10 por ciento del PIB menos de 30 que ya se come. Ese 10 por ciento tiene que ir a seguridad y salud, y sobre todo, el gobierno debe dar resultados en esos temas.
Además, el siguiente Congreso y la próxima presidenta le tienen que poner dinero al Sistema Nacional Anticorrupción. Con Fox, se decía que la corrupción no podía estar peor, e igual con Calderón, y lo mismo con Peña, pero el licenciado nos sorprendió. Claro que se puede estar peor; siempre se puede estar peor. No podemos seguir pagando impuestos al ritmo de la tercera parte del ingreso nacional para que los malgasten o se los roben. La nación al norte de la nuestra se fundó sobre una premisa fiscal: “Sin representación, no debería haber impuesto”, o “si no nos preguntas, no nos cobres”. La mayoría de edad para los mexicanos será ponerle un alto a la fiesta político-burocrática. Que se la paguen ellos.