Hace unos días tuve la feliz ocasión de una entrevista con un gran liberal y amigo: Pablo Majluf, en su podcast Disidencia, que se distribuye en Substack con una cómoda suscripción mensual de 80 pesitos. La verdad, es una ocasión feliz tener la oportunidad de hablar durante un poco más de una hora sobre economía y sobre México, dos temas que me apasionan tanto como a Majluf. Ojalá los lectores de esta columna se suscriban, y nos escuchen. Aquí hago una pequeña reseña de una pequeña parte de lo que platicamos.
Una conclusión importante de la charla, que se grabó por Internet el viernes pasado por la noche, es que en México hay algunos activos como Pemex, o como la CFE, o como las escuelas del gobierno, que creemos que son del sector público, pero no lo son. Pemex es, por lo menos al 50 por ciento, propiedad de su sindicato, y la otra mitad es del presidente en turno. Eso fue lo que permitió que alguien como Lozoya fuera como fue sentado en esa silla y no hubiera mayores consecuencias. Quizá también, con más incompetencia que rapacidad, es el caso del agrónomo petrolero del gobierno anterior.
Un dueño de un activo (de una empresa, por ejemplo), es el que puede disponer del activo y sus productos. Dado que el Estado, dueño nominal, y los ciudadanos, también dueños nominales, no podemos disponer de Pemex, de sus productos, ni influir en su toma de decisiones, o en sus estrategias de mercado (y de captura regulatoria), el dueño real es alguna fuerza viva en el sindicato, heredera de esos petroleros que auxiliaron al general y presidente Cárdenas en el momento de la expropiación, que descubrieron la manera de sintetizar gasolinas a partir de ese crudo pesado, y que perdieron la vida en una gran explosión para, precisamente, desentrañar los secretos de las columnas de destilación de derivados del petróleo.
También las escuelas públicas tienen dueño. El SNTE, la CNTE, sus líderes y notables, son más dueños de las escuelas que los papás de los niños que van a esa escuela, quienes son solamente usuarios temporales. Igual, los sindicalistas de la CFE: aunque el SUTERM no sea violento, y sea institucional, a diferencia del SME, la red eléctrica es un negocio suyo. ¿Cómo se atreve un gobierno a cambiar las reglas de cómo se explota ese monopolio, cómo se extraen rentas para estos hijos de la Revolucion, hoy hijos de la revolución pacífica de las conciencias morenistas?
Estos dueños tienen una característica común: socializan las pérdidas, y privatizan las ganancias. Claro, el socio gubernamental, el presidente o la presidenta tlatoani, pueden llevar una tajada hacia las causas de los más desfavorecidos, o a su bolsillo. El año que entra, la Federación nos costará un poco más de 9 billones de pesos. Eso son casi 65 mil 500 pesos por niño, niña, anciano, mexicano o mexicana, aunque trabaje o no. Si alguien no tiene dinero, la renta petrolera, o el impuesto pagado por alguna empresa privada, va a cubrir su contribución. En mi caso, residente poblano, el Estado Libre y Soberano de Puebla me va a costar alrededor de 17 mil pesos adicionales, y mi municipio de San Andrés Cholula alrededor de 9 mil 500 pesos más. Claro, siempre hay transferencias entre ellos, pero la diferencia siempre la acaba pagando algún contribuyente.
Desafortunadamente, la calidad del proceso legislativo, la infraestructura de todo tipo, los servicios públicos como la seguridad pública, y ahora hasta la organización de las elecciones, no es ni cercana a esos casi cien mil pesos que me costará ser mexicano en el próximo año.
El gobierno nos ha convencido de que necesitamos darle más recursos para que pueda desarrollar el país. En estos tiempos de autoritarismos hasta en países usualmente más libres, como los europeos y Estados Unidos, hay quien argumenta que no debemos ni siquiera quejarnos. Ayer martes, al ver la noticia de el coqueteo sudcoreano con la ley marcial, pensé en una frase que un amigo calificó de realismo mágico: no te quejes de tu propio país, porque hasta en el paraíso hay problemas.
A pesar de todo ello, soy moderadamente optimista respecto a la doctora Sheinbaum y su gobierno, pero ampliamente respecto a México y los mexicanos, y nuestra capacidad para lograr superar la adversidad. Tenemos áreas de oportunidad, especialmente en educación, rubro en el cual la mentira del Estado desarrollador se vuelve evidente. Pero, la tecnología nos ayudará a brincarnos a la SEP. El progreso ocurrirá gracias a ti, compatriota; y a pesar del gobierno.