El 25 de enero pasado se publicó en el portal de noticias de la Organización de Naciones Unidas (ONU), una nota informativa intitulada “Mitos y verdades sobre la variante ómicron del COVID-19″, en la que dicha organización realizó algunas precisiones importantes que me permito resumir en esta breve participación, con la finalidad de poder coadyuvar, como muchas otras fuentes y profesionales de la salud han indicado, en la difusión de información que puede resultar valiosa para conocer con mayor precisión nuestra realidad y las medidas que resultan útiles para nuestro cuidado, tomando en cuenta también que nuestras autoridades sanitarias han decidido optar por otro tipo de narrativas más desafortunadas y no dejan de desinformar y de aportar datos sesgados o manipulados.
Con el comunicado de referencia, se busca desmitificar al menos nueve ideas con las que se ha especulado acerca de ómicron en redes sociales y otros medios de difusión, incluso oficiales, en diversos países, debido al rápido aumento de la tasa de infección de esta variante en todo el mundo, que desde su detección hace ya aproximadamente nueve semanas ha reportado más de 80 millones de casos, más que en todo 2020. No es mi objetivo repasar cada una de estas ideas, pero si es necesario comentar algunas que contrastan con la narrativa instaurada por nuestras autoridades sanitarias.
Bajo este tenor, los primeros mitos que resalta el organismo consisten en considerar que la variante ómicron es menos grave, que todos los casos derivados de ella son leves y que su sintomatología se asimila a padecer un resfriado común. Estas tres afirmaciones que escuchamos continuamente, incluso de familiares, amigos, medios de comunicación y fuentes oficiales no son del todo precisas, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha declarado el riesgo global asociado a la variante ómicron como “muy alto” debido, entre otras cosas, a la facilidad y rapidez con la que se propaga.
Nada más ese mismo día se habían reportado en el continente americano un total de 306,934 casos, de los cuales 44,902 resultaron ser de México, si tomamos en cuenta la cifra de casos positivos confirmados por la Secretaría de Salud, sin contar las 475 defunciones confirmadas por COVID de ese día, que hasta ahora representan el punto de defunciones por día más alto en lo que va del año.
En efecto, existe evidencia de que las manifestaciones de ómicron son menos agresivas que la variante delta y existe un menor porcentaje de enfermos que acaban en el hospital, sin embargo, el organismo pone de manifiesto el riesgo latente ante el elevadísimo número de contagios, que pueda significar que ese menor porcentaje suponga una gran cantidad de hospitalizaciones, pudiendo ocasionar que los sistemas de salud tengan más dificultades a la hora de tratar a los pacientes tanto con COVID-19 como con otros tipos de enfermedades, como ya está empezando a suceder en nuestro país.
Otra desmitificación es el señalamiento de que las vacunas existentes no sirven para combatir esta variante, que no es necesaria la aplicación de refuerzos para combatirla y que las personas no vacunadas no enfermarán gravemente, por el contrario, la vacunación ha sido un factor importante en la disminución de casos que requieren de hospitalización, por ello es importante continuar con la aplicación de vacunas y refuerzos a la población e incluso ampliar esta política a aquellos segmentos que aún no la reciben.
En este caso, México debería tomar el ejemplo de muchos otros países, así como las recomendaciones del Comité Asesor de Expertos de la OMS, para aplicar las vacunas autorizadas a menores de 5 a 11 años y generalizar su aplicación para todo ese segmento, tomando en consideración que, a pesar de que claramente se trata de un grupo con menor prioridad de vacunación que otros segmentos de la población, no deja de estar sometido a un riesgo constante por la política de apertura de centros educativos y asistencia presencial a clases.
Respecto de este último punto, es triste constatar que contrariamente a las recomendaciones de la OMS y de las políticas instauradas por la mayoría de los países que atienden con seriedad la problemática, al parecer el Dr. López Gatell y el propio secretario de Salud han sido insistentes en oponerse a la vacunación de menores, por lo menos así lo ha refrendado el presidente Andrés Manuel López Obrador, que ha indicado ayer mismo que los responsables de ese sector recomiendan lo opuesto.
Esta última necedad de nuestras autoridades me permite dar paso al señalamiento de otro mito que debemos desterrar y que consiste en creer que el uso de mascarillas es inútil contra ómicron, es claro que no es así, todas las medidas preventivas que funcionan contra la variante delta siguen siendo eficaces contra ómicron y esto incluye el uso de mascarillas, hasta nuestras autoridades, que fueron renuentes e incluso negaban esta realidad, han incorporado esta práctica como una medida básica de prevención y seguridad sanitaria, como el distanciamiento físico; evitar los espacios cerrados, o abarrotados; garantizar una buena ventilación; toser o estornudar en el codo o en un pañuelo de papel; lavarse las manos, entre otras.
La última idea que la OMS pretende desmitificar es la percepción de que, al ser ómicron menos grave, nos acercamos al final de la pandemia, lo que dicho sea de paso contrasta con lo señalado por el Dr. López Gatell en su conferencia de prensa del martes pasado, en la que señaló que el efecto leve de esta variante en vacunados “eventualmente causará inmunidad en una gran proporción de las personas, lo que podría contribuir al final del periodo epidémico por #COVID19 en México y el mundo”.
Sobre este particular la OMS ha sido enfática en reconocer que aún nos queda camino por recorrer para acabar con la pandemia, incluso destaca que, con los millones de infecciones que se están produciendo en el mundo, es casi un hecho que surgirán nuevas variantes de COVID-19. Lo que plantea este organismo, no para poner fin a la pandemia, sino para salir de esta fase aguda, consiste en lograr vacunar al 70% de la población de todos los países a mediados de este año y seguir tomando medidas para reducir la transmisión, cabe destacar que este último porcentaje es sobre el total de la población de un país y no sobre el total de los segmentos considerados como vacunables de acuerdo con la política oficial de cada país.
Para concluir con mi comentario, es claro que nos encontramos en una fase aguda de la pandemia, ómicron representa un riesgo importante de salud pública, no vamos a la baja ni hay una desaceleración como nos indican nuestras autoridades y no debemos confiarnos, debemos tender a una mayor vacunación y ampliar esta medida a los segmentos poblacionales que hoy están siendo discriminados y se encuentran en un grave riesgo, como es el caso de los menores de edad, atendiendo todo ello a lo que la propia OMS ha recomendado.