La política monetaria del país enfrenta desafíos derivados tanto del precepto legal del Banco de México como de sus resultados. Estas características la distinguen de la de otros bancos centrales, entre los que destaca, por su importancia, el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Específicamente, por disposición constitucional, el Banxico tiene como objetivo prioritario procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional. En otras palabras, si bien existen otras finalidades establecidas legalmente, el mandato primordial al que debe supeditarse el resto de las obligaciones, según la Constitución, es controlar la inflación.
Asimismo, desde 2001 el Banxico ha guiado su política monetaria mediante un esquema de ‘objetivos de inflación’. Esta estrategia, introducida por primera vez por el Banco Central de Nueva Zelanda en 1990, consiste en el anuncio de una meta de inflación de mediano plazo por parte de la autoridad monetaria y el compromiso de ésta de utilizar las herramientas a su disposición, preponderantemente la tasa de interés de referencia, para alcanzarla.
La meta debe interpretarse como un promedio, es decir, una referencia permanente respecto de la cual se espera que, la mayor parte del tiempo, la inflación se ubique en valores suficientemente cercanos, con desviaciones transitorias, de preferencia moderadas, en ambas direcciones.
El supuesto de esta estrategia es el reconocimiento, sustentado en la amplia experiencia internacional, de que la mejor aportación que puede hacer un banco central al crecimiento económico de mediano plazo es el mantenimiento de la estabilidad de los precios. Su aplicación en muchos países ha contribuido a la reducción de la inflación mundial en las décadas recientes.
Entre las ventajas del método descrito destacan su sencillez para la comprensión del público, la reducción de la incertidumbre sobre el rumbo que debe seguir la política monetaria, la transparencia de sus resultados, así como la posibilidad de la rendición de cuentas.
La efectividad de esta técnica depende del compromiso de la autoridad monetaria con el objetivo de inflación, manifestado de forma efectiva mediante la coherencia de sus acciones. Una señal inequívoca del éxito en esta responsabilidad es el anclaje de las expectativas en la meta anunciada.
En México no se ha concluido la tarea de la estabilización de los precios, como lo confirman, al menos, dos indicadores básicos.
Por una parte, aunque el objetivo de inflación establecido por el Banxico desde 2003 es tres por ciento anual, a partir de ese año, el crecimiento promedio de los precios ha superado este valor en más de un punto porcentual. Ello significa que, durante casi dos décadas, no se ha alcanzado, de forma duradera, la meta comprometida.
Por otra parte, durante este tiempo las expectativas de inflación de mediano y largo plazos, recabadas en las encuestas con analistas, se han situado sistemáticamente por arriba del objetivo. Lo anterior apunta a que el compromiso del Banco Central con la meta no ha gozado de credibilidad.
La ausencia de consolidación de la estabilidad de los precios implica que la política monetaria, en promedio, no ha reducido con suficiencia la ‘compensación por inflación y riesgo inflacionario’, relacionada con la expectativa y la variabilidad de la inflación, implícita en las tasas de interés de mercado. La eventual agudización inflacionaria por la falta de anclaje de las expectativas en la meta dificulta la recuperación productiva.
Además, el repetido intento de impulsar en el corto plazo la actividad económica mediante el relajamiento de la política monetaria, a pesar de no haber alcanzado el objetivo de inflación, parece explicar la falta de convergencia de las expectativas con la meta, sin un beneficio claro sobre el crecimiento económico.
Tal desviación difiere diametralmente de las circunstancias de la política monetaria aplicadas por el Fed. En concreto, este Banco Central, que tiene el objetivo dual de ‘máximo empleo y estabilidad de precios’, ha mantenido controlada la inflación por largo tiempo y, en años recientes, la inflación ha tendido a ubicarse por abajo de la meta, que en ese país es dos por ciento. Su actual estrategia busca cumplir con el mandato dual y no alejarse de él con una óptica de corto plazo.
Convendría que la política monetaria en México confirmara, en los hechos, que el objetivo comprometido de inflación es, simple y llanamente, tres por ciento y no uno superior a cuatro por ciento. La ambigüedad de la meta y la incompatibilidad entre lo que se dice y se hace complican el cumplimiento del mandato prioritario y limitan la capacidad de apoyar, de forma sostenida, la expansión de la economía.
El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).