La comunicación es una herramienta esencial en el manejo de la política monetaria. La provisión de información clara y oportuna puede incrementar la efectividad de las acciones monetarias si propicia que las expectativas de inflación converjan hacia el objetivo.
El Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos es uno de los bancos centrales con mayor transparencia en la materia. Para cada reunión del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC), publica un boletín y una nota de implementación de la política monetaria, a los que, trimestralmente, añade un resumen de las proyecciones económicas de los participantes. Además, el presidente de ese instituto da una conferencia de prensa, cuya versión estenográfica se hace disponible; y se da a conocer la minuta de la sesión monetaria tres semanas más tarde.
Asimismo, cinco años después, el Fed pone a disposición un gran acervo de información. El material, que se remonta hasta 1930, es abundante y contiene, para las sesiones recientes, aparte de lo mencionado, dos reportes sobre las condiciones económicas y la política monetaria, la presentación del staff, las proyecciones económicas de cada uno de los miembros participantes, y una transcripción completa de las discusiones, entre otros documentos.
El valor de este cúmulo de información es inestimable. Ha sido fuente de investigaciones rigurosas sobre el Fed, así como de prestigiosas obras sobre la historia monetaria de Estados Unidos.
La información descrita conforma la base de la comunicación institucional. Además, los miembros del FOMC suelen participar en conferencias y dar entrevistas a título personal. Sin embargo, las exposiciones del presidente del Fed se interpretan como la postura oficial.
De forma semejante, el Banco de México (Banxico) utiliza diversos canales de comunicación en torno a su política monetaria. Después de cada reunión de la Junta de Gobierno destinada a este propósito, publica un boletín de prensa, el cual, desde agosto de 2021, contiene la actualización de sus pronósticos de inflación para los siguientes ocho trimestres.
Dos semanas más tarde, difunde la minuta de la sesión. Desde hace poco tiempo, ambos documentos han revelado el sentido de la votación de los integrantes. También, cada trimestre, el gobernador del Banxico hace una presentación sobre un informe en el que, entre otros aspectos, se describe, con mayor amplitud, las razones de la postura monetaria. Se ponen a disposición del público este informe y el material de la exposición, así como otros apoyos.
A partir de la reunión de mayo de 2018, se publican, después de 36 meses, las opiniones de cada participante. A diferencia del Fed, esta transcripción editada no corresponde a una versión estenográfica, de manera que no refleja de veras la discusión. Los esfuerzos de comunicación referidos iniciaron en el año 2000, por lo que la documentación histórica se limita al presente siglo.
Como en otras latitudes, los miembros de la Junta de Gobierno externan sus opiniones a través de múltiples medios.
A la luz de la experiencia ajena y propia, el Banco de México podría fortalecer su comunicación institucional, por lo menos, en dos vertientes.
La primera consiste en darle mayor énfasis a un mensaje único de la institución, que predomine sobre las diferencias de opinión de los miembros de la Junta. Actualmente, parece que los observadores otorgan más importancia a las posturas individuales que a la posición oficial del Banxico, lo cual corre el riesgo de debilitar la eficacia de la política monetaria.
Sin duda, existen varias formas de lograrlo. Una de ellas sería incrementar las participaciones públicas del gobernador, en su función de único vocero formal que le asigna la ley, por ejemplo, mediante una conferencia de prensa propia después de las sesiones de política monetaria, al estilo de las que organiza el Fed.
La segunda reside en disipar las posibles dudas sobre las convicciones del Banxico, en particular, respecto a dos aspectos relacionados. Uno es el grado en que el Banco Central está convencido de que puede lograr anclar la inflación y sus expectativas en la meta de 3 por ciento.
El otro atañe a su interpretación sobre la capacidad de la política monetaria para alcanzar dicha meta. El diagnóstico habitual destaca el impacto de choques de oferta transitorios, que afectan los precios relativos de un número reducido de genéricos, y prácticamente nunca reconoce la influencia de presiones de demanda. En tales circunstancias, salvo el riesgo de contagio a otros precios, que el Banxico admite en ocasiones, parecería que la política monetaria no tiene mucho que hacer. Tal interpretación incompleta resta vigor a la comunicación y, a fin de cuentas, a la política misma.
El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).