Razones y Proporciones

La estrategia monetaria del Banxico

El descontrol de la inflación está revelando varias deficiencias en la actuación del Banco de México, entre las que destacan tres.

El Banco de México (Banxico) enfrenta un desafío considerable para cumplir con su objetivo prioritario de procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional. Desde principios de 2021, la inflación anual, medida con el INPC, ha registrado una tendencia ascendente, hasta alcanzar 8.7 por ciento en agosto y septiembre de 2022, el mayor nivel en veintidós años y casi el triple de la meta permanente de ese instituto central.

El enquistamiento de la inflación se ha observado, de forma notable, en la trayectoria del componente subyacente del INPC, que excluye los elementos más volátiles, consistentes en los precios agropecuarios, así como los energéticos y las tarifas autorizadas por el gobierno, sobre los cuales, presumiblemente, la política monetaria no tiene influencia. Desde diciembre de 2020, este subíndice ha registrado incrementos anuales crecientes de forma ininterrumpida.

El arraigo de la inflación no desaparecerá con datos aislados de mejoría. En particular, a juzgar por la información de la primera quincena de octubre de 2022, es probable que la inflación general anual de ese mes haya sido moderadamente inferior a la de los dos meses previos. Sin embargo, en esa quincena, la inflación subyacente continuó subiendo, registrando el mayor nivel desde agosto de 2000.

El agravamiento inflacionario sugiere que la política monetaria del Banco de México (Banxico) ha sido poco efectiva. Ello no significa que su impacto haya sido nulo, ya que, en ausencia de las medidas adoptadas, muy probablemente la propagación de la inflación habría sido incluso más aguda.

El problema consiste en que se ha ido conformando una inercia inflacionaria que, de prolongarse, podría resultar muy costosa de romper. Es posible que el descontrol de la inflación esté revelando varias deficiencias en la actuación del Banxico, entre las que destacan tres.

En primer lugar, más importante, el Banco de México ha carecido de una comunicación suficientemente clara acerca de su estrategia para combatir la inflación. El anuncio de las decisiones monetarias se ha circunscrito al boletín de prensa que, por su naturaleza, ha sido necesariamente escueto. Además, como ha ocurrido durante el presente siglo, la información se ha ampliado en los informes trimestrales.

Sin embargo, la exposición de la postura oficial mediante presentaciones o discursos de la gobernadora, quien, por ley, es la portavoz de la institución, ha sido limitada. El liderazgo de la cabeza del Banxico es indispensable para comprender el compromiso del banco central con el mandato de la estabilidad de los precios y la urgencia de lograrlo.

En segundo lugar, especialmente durante los últimos dos años, el Banxico ha tendido a subestimar los riesgos de inflación. Esta proclividad se manifestó en el diagnóstico durante 2021, a la par de otras autoridades monetarias, de que el aumento de la inflación se derivaba, principalmente, de un choque de oferta, por lo que sería “transitorio”.

Aunque, en esencia, ha seguido sosteniendo tal factor como causa inflacionaria, el Banxico abandonó el término, pero no la propensión a subestimar. Sus pronósticos se han ubicado persistentemente por debajo de la inflación y las revisiones de los mismos han involucrado convergencias cada vez más abruptas al objetivo.

En tercer lugar, la ausencia de una postura oficial clara sobre la estrategia monetaria ha sido remplazada por las posiciones de otros miembros de la Junta de Gobierno que, al diferir entre ellos, al menos en apariencia, en aspectos sustantivos, han contribuido a la confusión.

Las fuentes de las dudas son diversas. Por ejemplo, algunas opiniones han revelado complacencia con la inflación, al oponerse al apretamiento monetario, so pretexto de defender el crecimiento económico, o porque otros bancos centrales han sido menos estrictos.

Otras apreciaciones han cuestionado la capacidad de los instrumentos de la política monetaria interna para controlar la inflación, invocando la necesidad de una solución “global” de la misma. Unas voces más han abogado a favor de una postura monetaria relativa con Estados Unidos suficientemente “competitiva”, a fin de estabilizar el tipo de cambio, como si fuera una meta.

Algunas deficiencias como estas podrían contribuir a explicar porqué el público no parece creer que el Banxico conducirá la inflación al objetivo. El escepticismo más sorprendente proviene de las encuestas mensuales recabadas por ese instituto central con analistas, en las cuales la mediana de las expectativas de inflación de uno a cuatro años, que por muchos años se ubicó optimistamente en 3.5 por ciento, en octubre de 2022 se situó medio punto porcentual arriba.

Para ser más efectivo, el Banxico debería fortalecer la comunicación oficial de su estrategia monetaria, que descarte dudas sobre su determinación de controlar la inflación, y respaldarla con acciones contundentes para tal fin.

El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).

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