El lanzamiento del sistema conversacional ChatGPT en noviembre de 2022 y sus posteriores actualizaciones han revivido el interés del público sobre las posibilidades de la inteligencia artificial (IA).
La IA, que no obedece a una definición única, comprende los avances tecnológicos orientados, en última instancia, a hacer que diversos dispositivos y aplicaciones logren realizar la totalidad de las acciones de un ser humano. Esta meta resulta, en extremo, ambiciosa ya que contempla la posibilidad de reproducir actividades físicas, intelectuales y hasta afectivas de las personas.
Por siglos, la idea de construir una máquina que sustituya al hombre ha inspirado obras literarias y de otras artes, las cuales han despertado la imaginación y el terror. Como campo científico, la IA nació a mediados del siglo XX, a partir de las investigaciones del matemático inglés Alan Turing, considerado el padre de la ciencia computacional teórica.
Desde entonces, los avances de la IA han abarcado un número cada vez más elevado de áreas de aplicación, incluyendo la robótica, el procesamiento del lenguaje, los juegos, los vehículos autónomos, las aplicaciones biomédicas y los sistemas de recomendación, entre muchas otras.
El ChatGPT representa una aplicación de la IA ‘generativa’, entendida ésta como la que puede producir ‘algo nuevo’, en la forma de contenidos de texto, imagen, audio o datos, en contraposición con la IA ‘tradicional’, basada en análisis de datos para predecir. El interés social por este sistema se ha manifestado en su rápida adopción, así como en el resurgimiento del debate público sobre las posibles consecuencias de la IA.
Las innovaciones de la IA pueden significar revoluciones disruptivas en la forma en que operan la sociedad y la economía. De hecho, los avances en la IA han contribuido significativamente al progreso material, con grandes beneficios sociales.
El cambio tecnológico, en el que se insertan los hallazgos en el campo de la IA, es el principal factor que explica el crecimiento en el largo plazo de cualquier economía, al propiciar la utilización más eficiente del capital físico y humano. Además, las invenciones de la IA han ampliado las posibilidades de mejora en la salud y la calidad de vida, y han propiciado la creación de nuevos satisfactores para la población.
A pesar de ello, como ha ocurrido con otras trasformaciones tecnológicas del pasado, los adelantos de la IA han provocado preocupación y escepticismo por parte de algunos comentaristas.
Un primer tipo de reacción se ha enfocado en el temor de que la IA genere desempleo. Esta consideración se remonta a la vieja creencia, conocida como la “Falacia de la masa de trabajo”, según la cual existe una cantidad fija de trabajo disponible en la economía, por lo que la entrada de nuevos trabajadores disminuye los empleos disponibles para los demás. Así, se señala que los inventos de la IA desplazan a algunos trabajadores, dejándolos irremediablemente sin ocupación.
Sin embargo, la experiencia con los cambios tecnológicos sugiere que la IA puede tener un efecto complementario de la mano de obra, al permitir hacer los trabajos con más eficiencia o ejecutar otras funciones de mayor calidad. Por ejemplo, en la medicina los avances de la IA permiten detectar más rápidamente las enfermedades y realizar intervenciones con mayor precisión.
Sin duda, es posible que los cambios tecnológicos de la IA conviertan en redundantes algunos oficios, sobre todo los rutinarios y manuales, lo cual puede causar descontento en los grupos afectados. No obstante, el aspecto positivo del cambio consiste en que las personas desplazadas pueden tomar trabajos nuevos, como sucedió, por ejemplo, con la aparición y la producción en línea del automóvil en la primera veintena del siglo pasado, que desplazó al transporte de caballo y carrozas y, con el tiempo, propició una cantidad sustancialmente mayor de nuevas ocupaciones relacionadas con los insumos industriales y la utilización de los vehículos. Desde luego, existen desafíos de capacitación y movilidad para la adaptación a los cambios.
Un segundo tipo de reacción consiste en el señalamiento de los riesgos asociados con el uso de la IA. Algunos peligros mencionados van desde la posibilidad de la diseminación de información falsa o sesgada y la posible violación del derecho de privacidad de los datos personales hasta el riesgo de una catástrofe mundial.
A pesar de que han existido por mucho tiempo con independencia de la IA, estos y otros peligros han desencadenado una oleada de iniciativas para regular las innovaciones. Aunque algunas reglas básicas podrían resultar necesarias, el carácter evolutivo de la IA sugiere que el mejor resguardo contra su uso inadecuado continuará siendo el juicio de los usuarios.