Razones y Proporciones

Los retos estratégicos del Banxico

La terquedad de la inflación de servicios presenta, al menos, dos complicaciones: tarde o temprano, puede poner un piso al descenso de la inflación subyacente en un nivel superior al requerido para la convergencia de la inflación general al objetivo.

El 26 de septiembre pasado, la Junta de Gobierno (JG) del Banco de México (Banxico) decidió recortar, en 25 puntos base, el objetivo de su tasa de interés de referencia para dejarlo en 10.50 por ciento. Con ello, sumó tres ajustes de igual monto, dentro del ciclo de disminución de este instrumento iniciado en marzo de este año.

En su comunicado, la JG trasmitió dos mensajes centrales. Por una parte, justificó su determinación aludiendo a la trayectoria a la baja de la inflación “subyacente” y a su previsión de que ésta y los efectos de la “no subyacente” sobre la inflación general sigan descendiendo. Por otra parte, reiteró su confianza de que “el entorno inflacionario permita ajustes adicionales a la tasa de referencia”.

Después del reciente recorte, el objetivo de la tasa de interés de referencia, en términos reales ex ante, se mantuvo por encima del intervalo “neutral” calculado por este banco central, por lo que, según tal criterio, la postura continuó “restrictiva”. Así, desde ese ángulo, podría esperarse que la política monetaria propicie declives adicionales en el crecimiento de los precios.

Sin embargo, varias consideraciones revelan cierta falta de solidez en la estrategia del Banxico para conducir la inflación al objetivo de 3.0 por ciento anual de forma permanente, manifestada, en particular, en la última decisión.

Una primera fragilidad consistió en la dependencia de la JG respecto de los datos de inflación de corto plazo. Desde el inicio de la aplicación del esquema de objetivos de inflación hace más de dos décadas, el Banxico estableció que el objetivo inflacionario se referiría a la variación del INPC, y no a la de alguno de sus componentes. Esta óptica es acertada ya que el índice general comprende la canasta completa de los bienes y servicios adquiridos por el consumidor.

En la decisión monetaria de septiembre pasado, la JG parece haberse basado, significativamente, en el descenso de la inflación del mes y medio previo, en lugar de tomar una perspectiva larga. Desde junio de 2023, la inflación anual varió en torno a 4.7 por ciento, sin una tendencia declinante clara. El dato de agosto de 2024 se ubicó sólo una décima de punto porcentual por debajo de esta referencia.

Una segunda vulnerabilidad residió en la desatención de la mayoría de la JG, según consta en la minuta, acerca de la prologada rigidez a la baja de la inflación de servicios. Desde agosto de 2022, ésta ha fluctuado poco, en torno a 5.3 por ciento, y no ha bajado de 5.1 por ciento.

La terquedad de la inflación de servicios presenta, al menos, dos complicaciones: tarde o temprano, puede poner un piso al descenso de la inflación subyacente en un nivel superior al requerido para la convergencia de la inflación general al objetivo; más importante, sugiere un escaso efecto del apretamiento monetario, a pesar de que su mayor efectividad debería observarse en los servicios, cuya dinámica de precios se determina, en gran medida, internamente.

Una tercera debilidad radicó en que las expectativas de inflación a cualquier plazo siguieron por arriba del objetivo e, incluso, algunas se deterioraron. Tal fenómeno abarcó no solo los pronósticos recabados en las diferentes encuestas de analistas sino, sobre todo, las previsiones extraídas de instrumentos de mercado. Por ejemplo, según el Informe Trimestral del Banxico publicado a menos de un mes de la decisión de septiembre, la expectativa de mercado de la inflación anual promedio de uno a cinco años exhibió una tendencia alcista desde marzo de 2021, hasta alcanzar 4.5 en junio y julio de 2024.

La divergencia de las expectativas inflacionarias, en algunos casos creciente, con relación al 3.0 por ciento, a pesar de la reducción de la inflación desde el pico de agosto y septiembre de 2022, revela una ausencia de credibilidad de la meta. El escepticismo del público sobre el compromiso de este banco central por alcanzar el objetivo podría obedecer a la falta de una estrategia convincente de comunicación, así como de acciones contundentes que la respalden.

Una cuarta vulnerabilidad estribó en que la JG consideró que el “balance de riesgos” en torno a sus pronósticos de inflación continuó sesgado al alza. Esta evaluación, probablemente sustentada en los recurrentes errores de subestimación de la inflación futura por parte de este banco central, pone en entredicho la prudencia no únicamente de la disminución reciente de la tasa, sino, en especial, la guía futura de recortes adicionales. Más aun, algunos miembros de la JG comentaron que en las próximas reuniones sería apropiado “evaluar” o “discutir” la magnitud de los ajustes, lo que parece sugerir que las reducciones podrían ser mayores.

Mientras que no se corrijan estas y otras deficiencias, no parece probable que el Banxico logre consolidar la inflación en su objetivo de forma duradera.

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