Hay personas que tienen clara su vocación desde siempre. Xavier Tello nunca quiso ser otra cosa: médico, pero no cualquier clase de médico. No uno de consultorio, como su tío Jorge Tello, el pediatra; más bien como su tío Eduardo Tello, el cirujano. Ambos le enseñaron desde niño lo que significa ser llamado ‘doctor’.
A Xavier Benjamín Tello, un contratista de Altos Hornos que recién había hecho pareja, lo enviaron a vivir a Monclova, Coahuila. Por eso nació ahí su primogénito y el segundo de sus hijos. Pisaron la Ciudad de México cuando el mayor tenía ocho años.
Xavier Tello iba con su vecino, el hijo de la doctora Carmen Moreno, y con la neurocirujana, a la Cruz Roja a ponerse a prueba. “A ver si de veras quieren ser médicos”, los retaba, y los introducía al quirófano a observar sus operaciones.
En la preparatoria de La Salle, Tello tomó un curso de primeros auxilios y a los 15 años ya era socorrista y después paramédico. Entre viajes en ambulancia, monitores y desfibriladores, fue definiéndose hacia las emergencias médicas. “Yo quería curar balaceados y acuchillados, no dar consulta”.
Adicto a la adrenalina de los percances, Xavier Tello estudiaba medicina en la UNAM. Estaba fascinado con el aprendizaje, pero la experiencia lo enfrentó con su primera gran frustración: “El ambiente de la medicina de emergencias en la Ciudad de México no es el de Discovery Channel. Podías llevar 14 horas operando a un paciente, que se moría en terapia intensiva porque no había sangre”.
También lo asaltó el miedo y la falta de luz sobre su futuro. Los espacios para desempeñarse profesionalmente eran muy reducidos: “Ese tipo de medicina sólo se hace en los hospitales públicos, y los hospitales del gobierno tienen este tipo de carencias. Conforme me di cuenta de las limitaciones que tenía la medicina en México, me decidí por la industria farmacéutica. Cambié de carrera, completamente”.
Tello se especializó en el área de mercadotecnia médica. Trabajó para Janssen, para Sanofi, el gigante farmacéutico francés, y para MERC. Experto en farmacología clínica, en Janssen desarrolló un sistema de informática a distancia, por computadora, antes del acceso y el uso común de internet. Llevaba hasta los consultorios información bibliográfica para la actualización de los médicos.
También laboró en las áreas de ventas de las farmacéuticas. En Sanofi fue director comercial para el terreno de lo cardiovascular. Más adelante se formó en alta dirección de empresas y entró como director comercial en la compañía global Allergan, que fabrica Botox, uno de sus productos emblema.
En 2006 se incorporó con un par de socios en una agencia especializada en comunicación y mercadotecnia médica. “En las redes sociales me atacan llamándome cabildero de las farmacéuticas. No soy cabildero; tengo dos socios que sí lo son. Para ser cabildero tienes que haber trabajado en el gobierno, y yo no lo hice, ni me gusta ni lo entiendo. Hago comunicación dirigida a los médicos, hago campañas de publicidad para laboratorios y empresas de salud. Llevo 15 años de trabajo independiente”, se defiende.
La agencia de Tello ha hecho campañas como la de detección de cáncer de próstata para el gobierno de la Ciudad de México, en los tiempos del doctor Ahued, secretario de Salud con Miguel Mancera, y otras de educación médica continua en otras entidades, como el Estado de México y Chihuahua.
“Yo empecé escribiendo cartas a los periódicos. Yo era el lector que escribe y se sorprende cuando encuentra sus textos publicados. Noté que me gustaba expresarme y abrí un blog y entré a Twitter, donde opinaba sobre la pandemia de 2009”.
Tello es uno de los críticos más vocales de las políticas sanitarias del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. “Aparecí en los medios a mediados de la administración de Peña, cuando empezamos a tener problemas con el presupuesto y veíamos cómo fueron desfondando el sistema de salud. Desde entonces estuve friegue y friegue con los planes de combate a la obesidad, que no eran ni son lo que deberían. Seguimos por el camino equivocado, buscando culpables y poniendo octágonos”.
“Yo sabía que íbamos a tener un problema de desabasto y anticipé que iban a desaparecer el Seguro Popular. Lo vi venir antes de la toma de posesión. Y no es que sea mago, pero López Obrador decía que el Seguro Popular no era ni seguro ni popular y era conocido que su equipo de trabajo, sus asesores, como Asa Cristina Laurell (exsubsecretaria de integración y desarrollo de la Secretaría de Salud), que desde los años 80 han escrito sobre medicina social y publicaron análisis universitarios sobre el neoliberalismo médico y la medicina neoliberal. Eliminar el Seguro Popular era una cuestión ideológica. Soy muy crítico porque soy médico, sé qué es trabajar en el sistema de salud en todos los niveles y sé de qué hablo”.
Además de su sociedad en la agencia, Tello asesora empresas en lo personal. Orienta a quienes buscan hacer negocios por los vericuetos de nuestro complejo sistema de salud.
El error del Seguro Popular, afirma, fue darle el control de la salud a los estados de la República. La consecuencia fue el surgimiento de sistemas estatales robustos, como “debo decirlo, el del Estado de México”, y otros impresentables como el de Veracruz, destrozado por Duarte.
Detrás de sus antejos, Tello clava la vista en el presente, que lo aflige. “Es cierto que siempre ha habido desabasto, pero se transformó. Lo que no se había visto y debe quedar muy claro, es que falten tantos medicamentos e insumos al mismo tiempo y durante periodos tan prolongados. Es decir, pasamos de tener un sistema malo e ineficiente, a no tener un sistema”.