Retrato Hablado

El futbol, herramienta vs. inequidad de género

Romina Calatayud quiere formar un gran colectivo global de jugadoras, clubes y entrenadoras, unidas por una misión: buscar la equidad de género más allá de las canchas de futbol.

Romina Calatayud juega futbol desde los tres años. Desde entonces batalló para encontrar una cancha en la que cupiera una niña. Por suerte su madre, una empresaria que inició una fértil carrera en Microsoft, llevó a su familia a vivir a Estados Unidos, donde aceptó una oferta de trabajo. Ahí Romina pudo jugar y su mamá, conocedora del masculino mundo corporativo, le enseñó a luchar por su lugar en esos ambientes.

Con frecuencia, Romina Calatayud era la única niña en la cancha. En Estados Unidos había más clubes para ellas, pero cuando regresó a México, a los 12, incluso tuvo que dejar el futbol, a diferencia de su hermano que siguió hasta las fuerzas básicas.

Retomó el juego en la prepa del Tecnológico de Monterrey, en Santa Fe. Siguió con el balón pegado a los pies en Londres, donde estudió ciencias políticas. Romina Calatayud era la capitana del equipo de futbol del King’s College. Junto con sus compañeras, le dio formalidad, espacios, entrenadores y material a ese equipo.

Seis meses después de graduarse, fundó Girls United, una organización que busca que las niñas y las mujeres tengan el mismo acceso al deporte para enseñarles habilidades que mejoren sus oportunidades de participar en otros ámbitos más allá del deporte.

“Mi grupo de amigas y de equipo, todas, compartíamos una historia: donde crecimos casi tuvimos que disfrazarnos de niño para jugar. Era muy evidente, en el deporte y en el futbol, esta brecha de género tan visible y tangible”.

La organización se propone utilizar el futbol como herramienta para combatir la inequidad de género, creando espacios deportivos en los que las niñas puedan alcanzar su potencial. También quiere garantizar que estos espacios sean seguros para ellas. “Una de las cosas que fue muy importante reconocer es que partimos del punto de que el deporte es sano, pero esto no significa que todos los ámbitos deportivos sean sanos”.

La fundadora de Girls United desarrolló una metodología que asegurara el entrenamiento como un desarrollo socio-deportivo, lejos de dinámicas educativas antiguas y poco formativas. Identificó cinco habilidades de vida que sirven a las niñas para enfrentarse a los retos de género, y las entrelazó con el currículum deportivo: la resiliencia, la comunicación asertiva, la autoestima, la confianza en una misma y la toma de decisiones.

Futbol femenil Romina Calatayud, fundadora de Girls United. (Ismael Ángeles)

Después de graduarse y fundar Girls United, Romina Calatayud también obtuvo su licencia de entrenadora en Inglaterra con equipos infantiles. Pasó unos meses escribiendo un plan de negocios (arrancó el proyecto a través de un instituto de emprendimiento de King’s College London), entrenando y trabajando como mesera en un restaurante. Desde que la universidad le fondeó el arranque de Girls United, la organización ha tenido una enorme evolución: “Los primeros meses se me fueron en la gestión. Establecí el primer club en Bacalar, Quintana Roo, en junio. El municipio mostró apertura para conseguir las canchas. A la inauguración llegaron unas 100 personas, y a los pocos meses teníamos un grupo importante de niñas entrenando. Después, nos planteamos cómo podía crecer el proyecto, porque como había una necesidad ahí, la hay en otras partes del mundo, y por eso nuestra visión es la de un modelo sustentable para reproducir estos programas en diferentes partes, sostenidos por la comunidad local para enfrentar las problemáticas específicas de cada lugar”.

Romina Calatayud quiere formar un gran colectivo, una organización global que sea el soporte de una red de jugadoras, de clubes, de entrenadoras unidas por una misión: buscar la equidad de género más allá de las canchas de futbol.

Hasta ahora, Girls United ha sido fondeada por algunos patrocinadores corporativos, mediante la recaudación de donaciones y contratos para desarrollar sus programas.

Después de Bacalar, Calatayud abrió el club de Londres. “Qué mejor reto que comprobar si la metodología funciona en ámbitos tan diferentes como Londres y el sureste de México”, explica.

El club de Londres tiene alrededor de 600 niñas por semana, distribuidas en 30 entrenamientos. También tiene una colaboración con la marca deportiva Nike. En Bacalar hay 100 niñas en tres sedes, donde participan lideresas locales y otras mujeres que son parte del proyecto. “Las mujeres de la comunidad están al frente de las sedes. También hemos capacitado a algunas para ser entrenadoras. Ellas entienden el valor y los retos de la comunidad de manera profunda”.

Calatayud explora la posibilidad, muy cercana, de abrir un club en la Ciudad de México. Este proyecto está dirigido a niñas entre siete y 12 años, en principio. Un estudio de mercado que se levantó en las alcaldías de la Ciudad de México mostró que, como sobra espacio y existen muy pocos clubes de futbol para niñas, hay una enorme área de oportunidad. “Queremos lograr un impacto social; queremos que haya una comunidad de escasos recursos a la que podamos alcanzar con la ubicación del club y apoyarla para resolver las problemáticas que enfrente”.

Para que el modelo sea sostenible en efecto y tenga potencial, debe lograr un equilibrio en los programas entre niñas que puedan pagar una membresía y las que no, de modo que las primeras subvencionarían a las segundas. “Xochimilco es una de las alcaldías que tenemos identificadas, junto con Iztapalapa y unas más hacia el centro. La ciudad se presta para que tengamos esta combinación y que contribuya al impacto. Pero para dar este próximo salto, necesitamos ampliar nuestra base de financiamiento”. Mientras tanto, Romina Calatayud forma futbolistas fuertes, independientes, seguras. Tal y como su madre la formó a ella.

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