Secretario de Gobierno de la CDMX
La oposición se dice ofendida y vejada. Luego de que diputados de PRI, PAN PRD y MC votaran en contra la reforma eléctrica propuesta por el presidente López Obrador la gente reaccionó acusándolos de traición. Al día siguiente, el Primer Mandatario hizo eco de la acusación y de la indignación popular.
Ante la avalancha de reclamos en redes sociales, la oposición lejos de hacer política y explicar los motivos de su voto, solo atinó a victimizarse y acudió ante la oficina de La Alta Comisionada para los Derechos Humanos en México. Presumen ser víctimas de una campaña de odio e insultos.
Sin embargo, traición no es un insulto. Es un concepto ético, político y, cuando se traiciona a la patria, también es un delito tipificado en el Código Penal. Como toda idea, como toda opinión, la traición infringida por los legisladores es susceptible de debate, más aún cuando los protagonistas son (al menos en teoría) parlamentarios expertos en el intercambio de ideas.
Sin embargo, la reacción de la oposición fue fingirse ofendida, rechazar el quehacer político y, recurrir una vez más (ellos sí) al insulto y a la diatriba.
¿Qué es la traición? El Diccionario de la Real Academia Española la define como:
“1. f. Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener.
“2. f. Der. Delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria.
“alta traición
“1.f. traición cometida contra la soberanía o contra el honor, la seguridad y la independencia del Estado”.
Dada la importancia de los temas energéticos desde los ámbito de la geopolítica, la seguridad nacional, la sustentabilidad y la economía del país y de sus familias, calificar como traidor a un legislador que votó en contra de una reforma que daba al Estado Mexicano mayor control sobre la industria es, al menos una proposición lógica, pero no un insulto.
La oposición puede decir que conceptos como “patria”, “nacionalismo” o “soberanía” no entran en su marco ideológico, por lo que la acusación de traición a la patria es una injuria pues nadie puede traicionar una idea en la que no cree. Aún así, la acusación de traición es perfectamente lógica pues cada integrante de la Cámara de Diputados durante sus campañas se comprometió a defender los intereses de los electores y lo que vimos en la tribuna legislativa fue una defensa férrea de los intereses… de las transnacionales no de sus votantes.
Por eso es que la oposición evade el debate y se instala en el insulto, la descalificación y el escándalo. La táctica es vieja y conocida:
Arthur Schopenhauer en El Arte de Tener Razón dice:
“Cuando se advierte que el adversario es superior y que uno no conseguirá llevar razón, personalícese, séase ofensivo, grosero”.
Desde 2006, la ofendida oposición ha encontrado en el insulto y la diatriba la única manera de combatir a López Obrador. Las campañas negras, las mentiras y los más diversos y vulgares insultos proferidos contra el Presidente, su familia y sus seguidores no son otra cosa que una muestra de incompetencia política.
¿Qué se le puede contestar a quienes como Chumel Torres encuentran en términos como chocoflan o zopilota la base de su línea argumentativa? ¿Alguien ha denunciado ante la ONU al intelectual (sic) Jesús Martín Moreno cuando dijo: “yo quemaría vivos a los morenistas en el Zócalo, y quien vuelva a votar por Morena será un traidor a la patria”? ¿Cuántos de los que han llamado en redes sociales abiertamente a asesinar al Presidente enfrentan procesos judiciales?
¿Cuál es la lógica política de una oposición que se niega a debatir y, cuando lo hace, sólo exhibe limitación intelectual e insultos?
Dicen que López Obrador polariza, pero ante la grosera andanada de majaderías y mentiras, la misma oposición ha llevado a la gente a tomar partido por el Presidente y a reclamarles la traición, traición a la patria, traición a sus electores, traición a la labor legislativa y traición a la política.
Aunque se enojen los opositores, traidores son.