Hay algo que no puede entender la derecha: nuestro nacionalismo no se limita solo a echar porras en los eventos deportivos. La de México, es una historia que vincula la lucha por la soberanía y la independencia nacional con el rescate de los recursos naturales. No debemos olvidar que la guerra de Conquista de hace 500 años tuvo, entre otras motivaciones, la insaciable sed de Europa, del mundo occidental de aquel entonces, por el oro, la plata y los minerales preciosos de las tierras que conforman hoy el continente americano.
La Independencia permitió cuestionar el saqueo de la Corona española sobre nuestras tierras. Pero después, durante la época de la Reforma, también se tuvo que defender a la Patria frente a la invasión del imperio francés. No obstante, el saqueo de nuestras riquezas del subsuelo tuvo un nuevo momento terrible durante el Porfiriato, ahora en una nueva modalidad, a través de empresas extranjeras y no de una Corona imperial.
Fue con la Revolución Mexicana cuando se logró tener una Constitución que declarara las riquezas naturales del subsuelo bajo el dominio de la nación mexicana.
Así, el general Lázaro Cárdenas del Río pudo expropiar el petróleo a las compañías inglesas y norteamericanas, basándose en el nuevo orden constitucional.
Sin embargo, muchos años después, en la época neoliberal, entre 1983 y 2013, se privatizaron las minas, la electricidad y el petróleo, y se pusieron nuevamente en manos de las compañías extranjeras.
Ahora, con la Cuarta Transformación ha comenzado un proceso para recuperar esas riquezas naturales y la energía para los mexicanos.
Por eso se propuso la reforma eléctrica, porque ahora las empresas españolas –precisamente las españolas– se han apoderado de dos terceras partes de la electricidad en México; se propuso una reforma eléctrica porque mientras un hogar paga 5.2 pesos por kilowatt/hora, la empresa Walmart paga 1.7 pesos por kilowatt/hora. La herencia de los neoliberales obliga a la Comisión Federal de Electricidad a pagar la electricidad a las transnacionales con el precio convenido aunque no la entreguen completa; obliga a la CFE a escoger la electricidad de empresas extranjeras antes que la suya propia; obliga a la CFE a pagar el precio más alto del mercado por la electricidad que compra a las empresas extranjeras.
En otras palabras, los neoliberales dejaron una legislación leonina que había que corregir con la reforma eléctrica. Se avanzó con la ley eléctrica y llovieron los amparos. Por eso el presidente López Obrador propuso la reforma constitucional, y aunque la mayoría de los legisladores votó a favor, no se alcanzaron las dos terceras partes que marca la Constitución para que pueda ser válida la reforma, porque un conjunto de legisladores prefirieron servir a las empresas extranjeras y no a los intereses nacionales.
Sin embargo, el Presidente de la República, inmediatamente mandó otra iniciativa, esta vez para nacionalizar el litio, el llamado petróleo del siglo XXI. Y así como el general Lázaro Cárdenas garantizó el desarrollo de México por varias décadas expropiando el petróleo, ahora el presidente Andrés Manuel López Obrador fortalece el desarrollo de México nacionalizando el litio, que hoy se encuentra en manos de compañías extranjeras a través de concesiones que ya no podrán darse.
Y así como en alguna época casi el 40 por ciento del presupuesto nacional se derivaba del petróleo, ahora el litio le dará recursos a México para salud, educación, políticas sociales y el desarrollo económico.
De esta manera, podemos ver cómo es que conceptos como patria y soberanía nacional tienen que ver con la vida de la gente. En este caso, defender la soberanía energética y el dominio de la nación sobre los minerales es defender los bolsillos de las familias y el futuro del país.