Todos lo tenemos. Algunos en proporción saludable. Otros en un tamaño tal que, en una junta de trabajo, primero entra el ego y unos segundos después el humano que lo porta.
La acumulación de éxitos, el ascenso a posiciones de poder, la inteligencia sobresaliente, incluso la simple visibilidad mediática o un conjunto de relaciones relevantes tienden a crear una sobrestimación perturbadora de la sana valoración emocional que los individuos tenemos de nosotros mismos.
Las empresas son espacios de interacción constante de egos. No es difícil detectarlo. Cuando un individuo tiene un gran ego, no tarda mucho en hacer evidente su admiración desmedida y poco objetiva de sí mismo.
Al vernos obligados a lidiar con egos irremediables, ¿cómo trabajar la ocasión en favor de nuestra causa? Aquí tres consideraciones para la reflexión:
1) Ante el ‘yoyismo’ incómodo, el nosotros acentuado.- Una cosa es que alguien resalte que él o ella hizo tal cosa relevante para puntualizarlo cuando es pertinente y, otra, que su ego requiera que a cada conjugación de un verbo que lo involucre resalte la primera persona del singular.
Una excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades, obras o aportaciones obliga a resaltar el esfuerzo colectivo, las aportaciones de terceros y la integración del valor de varios. Entre más yo’s de tu interlocutor, más verbos en plural en las respuestas.
2) Cuando te presuman en exceso, registra los orgullos.- Una cosa es que alguien le ponga luz a ciertos logros en momentos necesarios y otra que su ego requiera todo el tiempo estar subrayando todo lo que ha conseguido, aportado, pensado y demás, haciendo que –en un descuido– todo gire o en torno a ellos.
Y aunque ese derroche verbal requiera paciencia e intervenciones quirúrgicas que maticen aquello que sea necesario, es una oportunidad para identificar qué alimenta su orgullo. Ya habrá oportunidad de usar esa información en algún momento futuro.
3) Cuando se crean superiores, resalta las virtudes humanas.- Una cosa es que tengan una sólida autoestima y alta confianza en sus capacidades empresariales (o políticas) y otra es que se asuman infalibles, invencibles o imprescindibles.
Entre más halo de superioridad aflore, más alusión a las potencialidades de otros; de muchos otros. Selectiva e inteligentemente, pero haciendo notar que cualquier tercero, poniendo sus capacidades al servicio del propósito, puede poner en jaque un proyecto, una idea o una intención.
Quererse mucho a sí mismo no es intrínsecamente malo. Que un ego se manifieste constante y persistentemente, sí lo es. Por eso el director debe aprender a torear egos exacerbados, aunque resulte cansado. Y es que la confrontación directa tiende a ser infructuosa para múltiples fines de interés profesional.
Es un arte aprender a distinguir cuando el ego de alguien es el que habla. Es una habilidad destacable trabajar con egos que rayan en lo petulante. Con individuos que, como diría un exjefe mío: “no caminan, flotan. Y no solicitan u opinan, dictan”.
Y aunque existan egos de digestión compleja e inatenuables, nunca está de más recordarnos que nadie sabe todo, todo el tiempo, y nadie es indispensable o eterno.
Y GM Financial ahora reunirá a sus F&Is en Cancún
Pocos eventos tan cuidados como el que organiza GMF este mes para los F&Is más afilados del país. Este año en Haven Riviera Cancún, promete un programa robusto para perfeccionar las habilidades de interacción de quienes –todos los días– nutren las ventas en cada piso de exhibición de los distribuidores de General Motors.
Mis servicios de inteligencia me reportan que han sido convocados conferencistas de primera línea en los negocios como Vilma Nuñez, Pamela Jean, Sergio Nava y Juan Lombana. ¡Ahí nos vemos… en conducción!