Gestión de Negocios

Los meses de la cautela diferenciada

Mediando el exceso de miedo o de entusiasmo, la toma de decisiones empresariales debe sustentarse en evidencia.

Nunca es buena idea tomar decisiones invadido de emoción.

Mediando el exceso de miedo o de entusiasmo, la toma de decisiones empresariales debe sustentarse en evidencia, en reflexiones internas con la intuición y, sobre todo, en una buena digestión del nivel de riesgo que se está cómodo en afrontar o gestionar.

En el sector empresarial mexicano hoy navega una sombra de duda fundada. En voz alta o con discreción, los más preguntan: ¿cómo afectarán las reformas? o ¿qué tan difícil se viene? Y quienes tienen más información de los temas económicos lanzan sus interrogantes hasta en el elevador: ¿se frenará la economía? o, los más preocupados: ¿estamos en la antesala de una crisis autoinfligida?

En línea con lo que he respondido en medios y conferencias, aquí tres reflexiones prácticas para quienes dirigen una corporación:

1) Los más molestos se irán en silencio.- Será el efecto natural de que su incomodidad local es mayor que las complejidades de migrar sus intereses a otras jurisdicciones. Pero difícilmente lo harán abruptamente. Lo vestirán de diversificación y sus desinversiones tendrán tanta gradualidad como argumentos de negocio.

Y aunque ‘en cortito’ puedan manifestar desencanto absoluto, difícilmente se retirarán con un comunicado de prensa. Y es que los inteligentes, ni dejarán valor en la mesa, ni omitirán un pie de playa para cuando los vientos giren en mejor dirección.

2) Los temerosos congelarán decisiones clave algunos meses.- Entre 6 y 9 escucho en diversos espacios de decisión. Se mantienen las inversiones de capital sostenible, pero se suspenden o se modera la velocidad de nuevos proyectos hasta entender cómo se mueve la pared de riesgo de cada frente expuesto.

La evaluación de externalidades corre los pasillos de todas las áreas de negocio, tratando de identificar qué y cómo afecta lo nuevo que emerge y qué puede beneficiar de lo que se vislumbra en la nueva forma de hacer gobierno.

3) Los más seguirán su ‘BAS’ sólo con cautela circunstancial.- Procurarán asilarse del ruido contextual y seguir su ‘business as usual’ mientras la nueva realidad no los afecte de manera frontal y les pegue en su rentabilidad.

Por disciplina de método, algunos imprimirán cautela en ciertas cosas que sus consejeros externos les recomienden, pero siempre con la lógica de que ‘aquí seguiremos operando y nos sabremos adaptar’.

El ecosistema de negocios mexicano es adverso al ruido político. Le molesta que el gobierno no sólo no ayude, sino que estorbe con determinación ideológica o con incapacidad burocrática. Y hay una crítica generalizada –aunque de algunos protagonistas ‘prudentes’ sólo se escuche en espacios de altísima confianza– sobre una larga suma de oportunidades perdidas expresada en un pobre crecimiento del PIB por debajo de nuestros socios comerciales.

Lo que nunca hay que olvidar es que la empresa privada enfoca su energía diaria en la gestión competitiva de sus negocios, no en la contención de política pública. Y ni sus directores generales son vocales cuando hay actos de gobierno que los desayudan, ni son omisos en ajustar --al costo que sea-- lo necesario para mantenerse viables.

En México se está modificando el grado de confort empresarial. Y mientras algunos de los riesgos emergentes sólo se expresarán en nuevos costos, otros elevarán la dificultad de algunos negocios limitándolos a jugadores dispuestos a esos niveles de incomodidad.

Entre la serenidad y el foco en la empresa, que no haya ingenuidad. En octubre amaneceremos con todos los viejos problemas del país y con un nuevo poder concentrado en un grupo que habrá que aprender a decodificar y cuyos actos –bruscos o radicarles– estaremos obligados a navegar con más astucia que comprensión y con más habilidad que temor.

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