La denominada Comunidad Andina, formada por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú alcanzó un acuerdo para la regulación de sus Marca País, a las que etiquetan como un nuevo tipo de signo distintivo. Desde hace muchos años este concepto ha venido ganando aceptación en el mundo, como una forma de comunicar ciertos atributos destacables de una nación a través de la configuración de su nombre en una representación visual específica, con el que se busca ‘bañar’ positivamente sus productos exportables, su turismo, su gastronomía y su imagen.
La novedad de la decisión tomada por la Comunidad Andina estriba en dar protección legal a la Marca País de cada uno de los miembros, estableciendo condiciones particulares para su registro, el cual no estará sujeto a clases determinadas de productos o servicios. Cada país puede decidir los elementos visuales en que se representará y a partir de ese momento serán negados registros a terceros que pretendan adquirir derechos sin autorización. Como toda marca registrada, las autoridades del país titular de los derechos contarán con acciones para impedir el uso no autorizado a través de los procedimientos que cada legislación interna determine.
La relevancia de esta decisión estriba en ser la primera en el mundo que permite bajar el concepto de Marca País a la ley, otorgando acciones específicas para su reconocimiento y protección. Esta medida se mira como un primer paso para que las marcas de este tipo sean usadas intensivamente en el mundo, acompañando a los productos y servicios que ostenten un origen determinado. Colombia y Perú son buenos exponentes de esta figura desde hace al menos una década.
Más allá de la parte regulatoria, lo que hoy preocuparía es lo qué estamos haciendo para posicionar la Marca México en el mundo, como parte de una estrategia que debería estar articulada para ese fin. No se ven esfuerzos de ningún tipo para que nuestra Marca País se convierta en un elemento promotor de inversión, turismo y exportación. Además, duele decirlo pero es una realidad que los valores de nuestra Marca México, tradicionalmente asociados a una vasta y plural cultura ancestral, a una gran diversidad biológica, a gente cálida y amable, a una gastronomía extraordinaria, a expresiones culturales tradicionales reconocidas por el mundo entero, a un clima y una geografía extraordinarios, por tantos años apreciados en el mundo entero, se mantengan hoy en una ‘extraña pausa’ en la que nosotros mismos no parecemos convencidos de su fuerza y su poder de convocatoria.
En el caso de México el tema no es nuevo, de hecho, contamos con una marca que todos identificamos, especialmente utilizada en servicios turísticos. Lamentablemente, no se cuenta con reglas que orienten respecto de su utilización, o si existen, no son de fácil conocimiento o implementación. Una primera decisión, entonces, podría orientarse a reconstruir las bases de nuestra Marca País definiendo internamente sus alcances y regulación y, más adelante, buscando acuerdos con nuestros socios comerciales para la recíproca protección de este tipo de distintivo. Como un bien común que nos representa, la reconstrucción de la Marca México podría recordarnos muy bien quiénes somos, de dónde venimos y qué tenemos en común.