De acuerdo con pronósticos de la Asociación Mexicana de Franquicias y de otros organismos del sector, para este 2023 se espera un crecimiento de al menos dos dígitos en las franquicias que operan en nuestro país. El número incluye tanto el crecimiento que se prevé en franquicias que están ya en operación, como la apertura de nuevas unidades.
No sorprende que el desempeño del sector de franquicias supere al que en general alcanza la economía de las empresas en México. Es común constatar, año tras año, este comportamiento, a pesar de que el periodo de pandemia igualó a la baja a todos los giros y sectores. Y ahora que se han reactivado el total de actividades parecen converger una serie de tendencias que favorecen el crecimiento del que conforman las franquicias.
Uno de los nuevos escenarios está dado por el efecto que la pandemia ha tenido en montos de rentas y traspasos, que se han reducido sensiblemente en los últimos dos años, terminando con una burbuja alcista que en ciertas ciudades hacía ya impagables locales con buenas ubicaciones. Otra inercia que ha impactado positivamente al sector corresponde a la transformación de ciertos hábitos en los consumidores, que ha favorecido a los negocios que operan bajo este tipo de modelos. La entrega a domicilio y negocios sin local en calle, ha abierto toda una nueva forma de comercio que responde a estas necesidades.
La tendencia más relevante, sin duda, es la que el fin de la pandemia ha dejado expuesta, consistente en que sectores amplios de empleados que dejaron sus esquemas laborales tradicionales han migrado hacia las filas de los emprendedores. Otro grupo, especialmente de jóvenes que trabajan digitalmente, han encontrado ahora espacio para lanzar sus propios proyectos y las franquicias ofrecen un atractivo particular para este tipo de nuevos empresarios.
Si bien el sector de franquicias ha encontrado en el país un ambiente favorable para su expansión, parece ser este el momento adecuado para buscar una mejor regulación que garantice a los que se inician en estos modelos una mayor responsabilidad de parte de los franquiciantes. Ante el crecimiento proyectado, es de esperarse que nuevos oferentes de franquicias se acerquen al fenómeno para aprovechar las tendencias, sin que necesariamente se trate de empresas con la madurez necesaria como para convertirse en franquicia.
La última reforma en franquicias del año 2006, que no merece otros calificativos que incompleta y desorientada, necesitaría en esta coyuntura de un apuntalamiento basado en la experiencia de los últimos 17 años. En nuestra opinión, los dos ejes son muy evidentes: imponer criterios mínimos verificables a las empresas que desean franquiciar, y establecer condiciones mínimas en los contratos que aseguren un trato justo a las partes.
Una reforma de este tipo no solo podría erradicar algunas prácticas indeseables en el sector —protegiendo el patrimonio de los inversionistas—, sino que abonaría en que las marcas serias y responsables que tratan con diligencia y profesionalismo a sus franquiciatarios crezcan y se fortalezcan.
Para nuestro país, cada empresa que se expande genera múltiples empleos formales que se multiplican por el tamaño de la red que se construye alrededor del valor de la marca. El gran mérito de las franquicias es que ese poder no se concentra en un grupo de inversionistas, sino que se comparte con empresarios que se suman a la red.