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La promesa educativa que nunca fue: El legado de López Obrador a la educación

Aceptar versiones maquilladas de la educación no solo es injusto sino irresponsable cuando el futuro de nuestras niñas, niños y jóvenes está en juego.

El gobierno de López Obrador llegó con la promesa de un cambio profundo en la educación, un compromiso que despertó esperanza en millones de comunidades escolares, a pesar de estar o no a favor de sus propuestas. Pero a seis años de distancia, la agenda educativa que tanto se pregonó se ha quedado corta en resultados. La narrativa oficial ha anunciado con bombo y platillo los logros en becas, infraestructura, libros de texto y un modelo educativo del que todavía hay mucho por reflexionar y evaluar.

La falta de transparencia en la inversión en infraestructura, el presupuesto insuficiente y precario en la formación docente y la persistencia de enormes brechas educativas nos recuerdan que los discursos ideológicos no construyen futuro. Aceptar versiones maquilladas de la educación no sólo es injusto sino irresponsable cuando la educación de nuestras niñas, niños y jóvenes está en juego.

La administración federal inició en 2018 y tuvo un primer golpe con la pandemia, que expuso de manera brutal las carencias del sistema educativo en México. Familias enteras sin acceso a internet, estudiantes que abandonaron las aulas porque no podían seguir las clases a distancia, y maestros que, sin apoyo institucional a lo largo y ancho del país, hicieron lo mejor que pudieron con lo que tuvieron. Seguimos cargando los efectos de esos años.

Múltiples investigaciones, evidencia y datos sobran para hacer una valoración objetiva de este sexenio en educación. Quedamos ciclos escolares atrás de sistemas educativos de la región latinoamericana, ni qué decir de aquellos países con grandes avances en la materia. La evaluación rodeada de debates absurdos porque ha importado más la palabra que el fondo, seguimos sin saber el estado de los aprendizajes de las y los estudiantes. Además, se perdieron años de construcción especializada en la materia y el posicionamiento que teníamos como país materia de evaluación.

No se trata de enlistar reclamos interminables. Simplemente, a la luz de los años veremos que no sólo el presidente López Obrador no construyó un proyecto educativo de nación, sino que sentó las bases para que la educación siga siendo un tema poco relevante en la agenda de las y los ciudadanos mexicanos. La educación se ha convertido en uno lleno de beneficios y apoyos inmediatos.

“No sabemos lo que nuestros hijos saben”, fue la voz de unas familias en la sierra de Oaxaca, exigiendo aquellos libros de texto a los que estaban acostumbrados. Se les olvidó explicar a las familias mexicanas la nueva generación de textos. A pesar de la pobreza y la marginación, esos libros llenos de grafito, daban cuenta del avance en las aulas, al menos en español y matemáticas. “Ahora no vemos que escriban”.

Así como se ha dicho innumerables veces la frase ‘los otros datos’, la realidad en las aulas y en las entidades también es otra. Al cierre del mes de septiembre, faltan libros de texto de llegar a la totalidad de las escuelas del país, faltan docentes, no hay programas de formación docente, las obras de los programas de infraestructura no atendieron adecuadamente las necesidades mínimas indispensables, incluyendo el 20 por ciento de alimentación que debía haberse puesto en marcha.

Así deja la educación esta administración federal, una agenda olvidada y abandonada a su suerte. Vienen afortunadamente otros tiempos, y las organizaciones de la sociedad civil no sólo tenemos la responsabilidad de alzar la voz. La transformación educativa de México será el resultado del trabajo conjunto de quienes estamos comprometidos con un país más justo y equitativo.

A iniciar una nueva administración con la esperanza de una mayor sensibilidad en el tema. Ya no cabe el silencio ante la realidad que enfrentamos en el sector educativo. La futura presidenta de México tiene en sus manos hacer de la educación un verdadero proyecto de nación. Un gobierno que no prioriza la educación no prioriza el futuro.

Mucha suerte presidente López Obrador, qué honor hubiera sido estar con usted si la educación hubiera sido su prioridad.

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