Directora de Alineación de Visión y Contenido en Mexicanos Primero.
En 2019, la UNESCO proclamó el primer jueves de noviembre de cada año como el “Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, incluido el ciberacoso” para llamar la atención de la comunidad internacional acerca de estos problemas que se presentan de manera profusa dentro de las escuelas y su entorno. Información del mismo organismo indica que 1 de cada 3 niñas, niños y adolescentes en el mundo padecen alguna forma de violencia escolar. Las más frecuentes son la violencia física, que afecta más a los niños y adolescentes varones y la sexual, más frecuente hacia las niñas y las adolescentes, aunque la prevalencia de la violencia psicológica es alta.
La violencia y el acoso escolares vulneran los derechos de niñas, niños y adolescentes; además, tienen diversas consecuencias en su bienestar emocional y su salud que se han documentado ampliamente. Para prevenir y dar respuesta al problema, se producido una vasta investigación y desarrollado una gran cantidad de propuestas y recomendaciones de políticas públicas y en educación y salud, entre otras, mientras que, para el ámbito escolar, hay incontables materiales, recursos, herramientas, programas de formación, etc., dirigidos sobre todo, al personal docente. Y, sin embargo, el problema persiste y ahora con la generalización de las tecnologías digitales, se agrava y se complica.
En relación con la violencia y el acoso escolar, hay un problema que no ha recibido la debida atención: la violencia de que son víctimas las niñas y adolescentes durante su periodo menstrual. ¿Cómo se manifiesta este problema en la escuela? Compañeros y compañeras u otros integrantes de la comunidad escolar violentan a las estudiantes menstruantes con burlas, discriminación, ridiculización y, en general, maltrato emocional o incluso violencia física. Distintos factores se relacionan con estos comportamientos; el principal, una educación familiar y escolar sobre lo que es la menstruación como proceso fisiológico natural, pero también, las pautas culturales y sociales que han arraigado una cultura de la desigualdad entre mujeres y hombres.
En las escuelas, esta situación se agrava cuando carecen de instalaciones sanitarias adecuadas. Lo mínimo son baños independientes con agua y cierta privacidad para las estudiantes, aunque también se pueden añadir basureros apropiados para desechar los productos menstruales, jabón, papel higiénico y toallas para secarse las manos. Además, hay que considerar a las estudiantes que carecen de recursos para adquirir los productos menstruales indispensables para gestionar su periodo con higiene; y más aún, que muchas de ellas no conocen lo básico, acerca de qué es la menstruación o cómo gestionarla de manera higiénica. El conjunto de estas privaciones conforma lo que se ha denominado pobreza menstrual; es un problema mundial de mayor gravedad entre las niñas y mujeres de las poblaciones más pobres.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha señalado que el descuido en la gestión higiénica de la menstruación es un problema en escuelas (y otros sitios públicos), con efectos negativos en la igualdad de género y los derechos humanos, incluyendo el derecho a la educación y el derecho a disfrutar del más alto nivel posible de salud física y mental.
La cuestión de la pobreza menstrual y la importancia de asegurar en las escuelas el clima escolar y las condiciones de infraestructura para garantizar una menstruación digna se han colocado paulatinamente en la agenda educativa internacional como una cuestión de derechos humanos.
La situación de las niñas y adolescentes que no se sienten seguras en la escuela durante su periodo, que son víctimas de violencia o acoso escolar, de la pobreza menstrual y, en una palabra, no tienen condiciones para una menstruación digna, tendría también que considerarse en este día dedicado a la violencia y el acoso escolar.