La cumbre del G-20 que se celebró el pasado fin de semana, en Italia, sirvió para poner en el centro de la discusión esfuerzos conjuntos para contener la pandemia por la Covid-19, sobre todo en países pobres. También se definió impulsar la economía global a partir de una serie de aspectos como la inclusión, regulación y sostenibilidad financiera. Y finalmente, comprometerse a corregir el camino andado, hasta ahora a contracorriente, para enfrentar la crisis climática, y que se debate a profundidad en estos momentos en Glasgow, Escocia, bajo la COP26.
No obstante, también sirvió para consensuar y dar el banderazo de salida al multilateralismo ante la próxima y ajada era pos-Covid. Esto significa que los países que conforman el G-20 y representan 90 por ciento de la economía mundial y 80 por ciento del comercio internacional, analicen nuevas estrategias para fortalecer sus respectivos pesos en sus regiones, especialmente China y Estados Unidos, que buscan nuevas tácticas que les den predominio global.
Existe un concepto, que corresponde al punto 20 de la Declaración de Roma de los líderes del G-20, que vale la pena subrayar: “Ciudades y economía circular”, enfocado a aquellas ciudades progresistas, para que de forma integral promuevan la salud, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y acciones para la mitigación del cambio climático. Urbes en desarrollo bajo los parámetros de la Nueva Agenda Urbana del Hábitat III. Para ello se requiere del involucramiento de empresas, ciudadanos, la academia y sociedad civil.
En medio de este contexto, el embajador de Marruecos en México, Abdelfattah Lebbar, desglosó el pasado 28 de octubre, ante mujeres y hombres empresarios, legisladores y representantes del gobierno federal y de medios de comunicación, lo que puede ser para nuestro país una importante ventana en su futuro inmediato, y consolidarse como líder regional en América Latina al abrirse paso hacia otras latitudes. Definitivamente las debe aprovechar ante un contexto geopolítico en movimiento.
La ubicación geográfica de Marruecos en el mapa global es inigualable, ya que es la intersección del Atlántico, Europa y África. La diversidad de idiomas que domina su población facilita el intercambio comercial, cultural y académico. Se habla además del árabe, el inglés, francés y español. Este último, más de 5 millones de marroquíes.
Sería para México un socio formidable para el comercio y la inversión, ya que además de ser una puerta hacia África se podría complementar el comercio con Europa y otras regiones. Marruecos cuenta con 50 acuerdos de libre comercio con países europeos, del Maghreb, Oriente Medio, países árabes y por supuesto con el resto de África, lo que les permite acceder a más de mil millones de consumidores.
En esta monarquía constitucional democrática y social viven 36 millones de habitantes y sus exportaciones suman 32.9 mil millones de dólares. Es cuna de ciudades de gran belleza como la imperial Marrackech, o ciudad roja, que posee numerosos monumentos patrimonio de la humanidad; o también la turística Chefchaouen, que entre azules y blancos se erige su sencilla arquitectura de la que fue considerada una ciudad sagrada, todo ello para los amantes de los viajes culturales a profundidad.
La ciudad amurallada de Fez, que además de ser la capital del islam en esa nación, refleja la cultura más arraigada del país. Cuenta con la universidad más antigua de Marruecos y es su centro cultural y religioso. Por supuesto se encuentra Rabat, la capital, y Casa Blanca, erigida como el principal centro económico y comercial de Marruecos donde la modernidad se palpa en cada rincón. De Tánger a Casa Blanca corre el primer tren de alta velocidad en África. Esto permitirá explorar el turismo entre ambos países y hacer que las culturas se entrelacen.
Con un PIB que se ha triplicado en 20 años, Marruecos comparte frontera con Argelia, Mauritania y marítimamente con España. Año con año crece en cuanto a la confianza para hacer negocios y en su competitividad, sobre todo ahora que impulsa una serie de reformas estructurales que tienen que ver con la transformación económica y social, hacia “un modelo de desarrollo humano, sostenible e inclusivo”, según el embajador Abdelfattah Lebbar.
México debe abrir los ojos y fomentar rutas aéreas y marítimas directas entre la Ciudad de México y Rabat, o bien, con las zonas industriales francas, ya que la diversidad de sus industrias es compatible con las nuestras, como en la automoción, aeronáutica, textil, farmacéutica, agro alimentaria o cuero.
Tánger es el puerto más grande del mediterráneo, así que con Veracruz se puede fomentar un puente marítimo muy provechoso para ambas economías y un intercambio vigoroso de mercancías.
México ante la nueva era pos-Covid, debe ampliar su visión de manera más agresiva hacia otras rutas comerciales mundiales. Debe salir de la zona de confort que se tiene con Estados Unidos, y sin descuidarla, aprovechar las nuevas puertas que se abren.
El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.