Periodista mexicano especializado en asuntos internacionales
Es irreparable el daño a nuestra sociedad cuando a diario sumamos diez feminicidios en México. La degradación de quienes cometen estos delitos, junto a aquellos que omiten prevenirlos, investigarlos y castigarlos, es aberrante.
La foto que se hizo viral cuando desapareció Debanhi Escobar, sola en medio de un paraje, primero despertó la esperanza nacional e internacional de que sería buscada y encontrada con rapidez y eficacia por parte de las autoridades, pero después de trece días de malos trabajos, llegó la indignación, dolor y frustración.
Observarla en la imagen, de perfil, con la falda al vuelo y un vacío abrumador en mitad de una noche cualquiera, nos producía malos augurios... sensaciones de zozobra en medio de una inmensa vulnerabilidad, porque de antemano se sabía que se encontraba en nuestro peligroso país.
Finalmente fue encontrada muerta dentro de una cisterna de un motel, a pocos metros de donde se tomó su última foto. El actuar vergonzoso de la Fiscalía de Nuevo León denostó que fue rebasada y omisa de principio a fin. Como todas las fiscalías incompetentes del país, respondieron sobre los presuntos asesinos de esta forma: “serán perseguidos con toda la fuerza de la ley”. Palabras que en boca de nuestras autoridades se vuelven ofensivas.
Tras la confirmación de su muerte, esa foto se convirtió en un icono al ser reproducida, casi idéntica, en dibujos: con su blusa blanca, su bolso negro colgando y usando cubrebocas (hecho que nos hace inferir que estaba perfectamente consciente). Pero se agregó un cielo estrellado simbolizando que ella volaba hacia allá a pesar de que aún pisaba la vieja carretera que va de Monterrey a Nuevo Laredo.
Su último mensaje en Instagram fue: “Ya voy a subir fotos de cualquier lugar que vaya”. Lo acompañó de una imagen de ella en el Cerro de San Pedro, en San Luis Potosí. Su sonrisa se tejía perfectamente a la señal de “amor y paz” que formaba con su mano derecha mientras levantaba el brazo.
El fracaso del Estado mexicano para detener los feminicidios es exasperante. Vivir la incapacidad y ausencia del gobernador de Nuevo León, hasta el mutismo y evasión del tema del presidente en las mañaneras, refleja la incapacidad de quienes manejan las instituciones para frenar este crimen.
El feminicidio en México es general, no exenta a otros gobernantes de municipios y estados. Recordemos que en el primer semestre de 2021 sumaron mil 904 feminicidios, según datos del INEGI, siendo el peor año por este delito desde que se tiene registro. En el mismo periodo de 2020 se contabilizaron mil 844, lo que da un promedio de entre 10 y 15 homicidios diarios. Vamos esperar a las cifras del INEGI correspondientes al semestre en curso, para tener un comparativo confiable. Fuentes oficiales aseguran que ha disminuido.
Entidades como el Estado de México, Veracruz, Jalisco, Ciudad de México y Nuevo León, son de las más peligrosas para las mujeres. Aunque hay otras mediciones que colocan a otros estados a la cabeza, San Luis Potosí, Campeche, Chihuahua, Sonora, Tlaxcala, Durango y Michoacán, si se habla de incidencias por cada 100 mil habitantes, según datos del Gobierno de la República tomando en cuenta el periodo que va de entre enero y mayo de 2021.
La violencia es generalizada contra las mujeres en México y va en aumento. Apenas en marzo de 2022 creció notablemente en varios rubros. De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se registraron cifras récord en los siguientes delitos de alto impacto: corrupción a menores, extorsión, violación y violencia de género en todas sus modalidades.
Las últimas horas de Debanhi Escobar fueron traumatizantes. Antes de morir, sufrió acoso por un conductor de la plataforma Didi, lo que le obligó a bajarse en la carretera Monterrey-Nuevo Laredo y desencadenar una serie de sucesos, aún en investigación, que terminaron con su vida.
Como ella, muchas mujeres a diario sufren en un país cuya sociedad y Estado, no logran hacer lo suficiente para detener esta insoportable realidad y a la que el presidente culpa al modelo anterior, orientado a lo material; al “enfoque neoliberal de la educación”… y por ello, para resolver el problema, impulsa una “república amorosa”.