Finalmente, el gobierno de España se decantó por amarrar sus relaciones con uno de sus socios económicos, culturales, históricos y geopolíticos más importantes: Marruecos.
La sorpresiva y arriesgada, pero inteligente, decisión del presidente ibérico, Pedro Sánchez, de calificar el plan de autonomía para el Sahara Occidental, que presentara Marruecos en abril de 2007 ante la ONU, como “la base más seria, realista y creíble”, tiene tanta relevancia como entender que el mundo está cambiando y es tiempo de apostar por quienes ofrecen un futuro sustentable.
España reconoce, junto con varios socios europeos como Alemania y Francia, y otros allende las fronteras del viejo continente, como Estados Unidos, el peso de Marruecos en la escena internacional en pleno siglo XXI y que será clave para hacer frente a los retos que están renovando a las relaciones internacionales. En este contexto, las potencias se juegan palmo a palmo la supremacía.
A pesar de que cada país ha matizado sus calificativos al plan de autonomía marroquí, las potencias globales, Rusia, China, EU y la Unión Europea, ven a Marruecos como el país con mayor viabilidad para implementar medidas urgentes y desarrollar al Sahara Occidental, pero sobre todo, a una sociedad que lleva décadas en el desamparo y malvive en los campos de refugiados dentro del territorio argelino.
Todo esto tiene eco en México, justo en momentos en que se han logrado varios encuentros entre el reino de Marruecos con miembros del gabinete presidencial y legisladores y legisladoras mexicanas. Miguel Ángel Torruco, secretario de Turismo, junto con el embajador de Marruecos en México, Abdelfattah Lebbar, anunciaron el 2 de junio que ya se iniciaron gestiones para que “Royal Air Maroc” vuele entre Casablanca y la Ciudad de México, lo cual ratificaría una de las alianzas más importantes y directas de México con el mundo árabe.
Se imaginan que en 12 horas de vuelo se encuentra en una de las cunas más apasionantes del islamismo, e identifique entre su sociedad y arquitectura los intercambios que se han dado con el paso de los años entre visigodos, romanos y bizantinos. Y es que con Marruecos no sólo nos une el trópico de Cáncer, tenemos a la par que Europa, lista una puerta de entrada para África y Asia.
La semana pasada, senadores y senadoras mexicanas visitaron la capital, Rabat, para fortalecer la ‘diplomacia parlamentaria’ con legisladores marroquíes, y de esta forma afianzar los vínculos políticos, económicos y culturales, afirmó la senadora Cora Cecilia Pinedo, en su calidad de presidenta de la Comisión de Relaciones Asia-Pacífico. Por su parte, la presidenta de la Mesa Directiva del Senado, Olga Sánchez Cordero, fue recibida por el ministro de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, con quien abordó temas como la migración y los derechos humanos. La exsecretaria de Gobernación aplaudió que en varias de las ciudades principales, además de Rabat, gobiernen mujeres, como en Casablanca y Marrakech. Cierto, es de reconocerse.
Paralelamente, al mismo tiempo en Tánger, al norte de Marruecos, se celebraba el Foro Internacional sobre el Diálogo Intercultural, cuyo objetivo fue promover la alianza y los valores de tolerancia entre los países. Un cruce de ideas tan necesario en estos tiempos, que sirvió para reflexionar sobre el futuro de nuestras civilizaciones después de las diversas crisis que nos acechan, pero poniendo énfasis en la guerra que se disputa en Ucrania. Participaron líderes como el presidente de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki, el expresidente de la liga árabe, Amr Mousa, o el expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero.
Regresando al punto de partida, evidentemente hay quienes crujieron con la decisión de España de reconocer el plan de autonomía del Sahara Occidental. Argelia fue el principal país en perder los estribos, ya que defiende los intereses de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), principal damnificada con el reconocimiento de Pedro Sánchez, quien ahora lidera junto con Marruecos una estrategia internacional para que esa zona territorial, el Sahara Occidental, que vive sin presente, finalmente cabalgue hacia el futuro.
En un inicio, 83 países reconocieron a la RASD, pero con el paso de los años, poco a poco, decenas de ellos le han dado la espalda. En gran parte, por las denuncias contra varios dirigentes del Frente Polisario, entre ellos su líder, Brahim Gali, por asesinatos, desapariciones y torturas entre 1976 y 1987, contra la población saharaui disidente que vivía en campamentos de refugiados.
En 2013, Gali fue denunciado nuevamente, esta vez por una mujer saharaui, Jediyetu Mahmud Mohamed Zubeir, quien aseguró que fue acosada, agredida sexualmente y violada. En 2020 fue denunciado por tortura ante la Audiencia Nacional de España por el activista saharaui, Fadel Mihdi Breica.
Actualmente la RASD sólo mantiene el ‘reconocimiento’ de 45 países. Entre ellos hay interesantes contrastes que van desde Corea del Norte, Irán, Afganistán o Siria, hasta países latinoamericanos como Bolivia, Venezuela, Perú… incluso México, quien lo lleva reconociendo desde 1979. Pero el tiempo pasa, y aunque los siglos siempre traen consigo nuevas realidades, es momento de que los saharauis sean reconstruidos por un proyecto, que como dice Pedro Sánchez, que sea serio, realista y creíble.
El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.