Más que una búsqueda de la verdad, y el encuentro de soluciones que resuelvan los múltiples problemas que arrastra México, desde hace tiempo, nuestro actual gobierno se ha encargado de justificar todo lo que nos sucede, sobre todo lo malo, culpando al pasado, o bien, al actual conservadurismo. Ahora lo acusa de buscar derrocarlo. Una narrativa que le ha dado fructíferos dividendos, muestra de ello, es su amplia popularidad que le mantiene en niveles altísimos.
Pero el presidente abrió una peligrosa disyuntiva el lunes por la mañana en su conferencia, al sugerir dos posibles causas respecto al intento de asesinato del periodista Ciro Gómez Leyva. Primero, puso sobre la mesa, que el ejecutor pudo haber sido “un grupo de la delincuencia. Se hablaba de que hubo un reportaje de Ciro, tres, cuatro días antes de este atentado y que puede ser una respuesta, ahí está eso”, sentenció en una hipótesis realista que podría estar más cercana a los lamentables hechos. Es decir, una consecuencia a partir de su trabajo periodístico.
Pocos minutos después, pronunció la segunda posibilidad, una versión ampliamente reprobable porque hace conjeturas sin sustentos judiciales y sin ninguna prueba que realmente lleve a concluir que “el que grupos contrarios a nosotros, para afectarnos, hayan llevado a cabo un acto con esas características. En ese asunto, en este caso en particular, les diría que, además de una vileza, no tendría el efecto que posiblemente, si existiera esa intención, causaría para afectar nuestro gobierno”. Es decir, y bajo esta posible hipótesis, la víctima no es Ciro, sino el propio presidente.
López Obrador ha comenzado a esparcir en la sociedad la peligrosa idea de que el periodista pudo haber sido el vehículo para desestabilizar su gobierno. Pero esto no es más que una perversidad, cuando vivimos en el país más letal del mundo en cuanto a periodistas asesinados. En 2022, en México han sido ultimados 12 colegas; y cada 14 horas, la prensa recibe algún tipo de agresión, según Artículo 19. En América Latina y el Caribe, se han registrado, al menos, 37 homicidios, es decir, en nuestro país es asesinado 1 de cada 3 periodistas en la región, y todos, siguen impunes. ¡Infame!
Lo que quizá no ha entendido el presidente, es que lo que está en juego es México, y no su movimiento. Están en juego los problemas que aún no resuelve; está en juego la democracia, de la cual forma parte y es necesaria la alternancia partidista, precisamente para equilibrar ideologías anacrónicas y malos gobiernos, que pueden ir del descaro de la corrupción, al absolutismo. Es decir, aquellos quienes buscan eternizarse a costa de la disminución de las instituciones del Estado, como sucedió con el viejo PRI, y que pareciera estar ahora en la mira de López Obrador: posicionar su movimiento durante varios sexenios a costa de controlar instituciones, pero también miedos y pasiones del pueblo.
La mañanera del lunes siguió con otros temas, pero esperó el momento para volver a lo que será su nueva narrativa que, concienzudamente, ya tiene lista para repetir constantemente hasta que termine su gobierno, “… la mejor recompensa es que nos van a ayudar mucho a evitar, si es que existe, un plan para desestabilizar la vida pública del país…”. Se blinda, y saborea la idea de que, a partir de ahora, cualquier periodista asesinado será un motivo para la desestabilización de su movimiento, y no porque en “México la libertad de expresión se ejerce bajo asedio y en un contexto de constante agresión. El discurso estigmatizante desde el poder”, como asegura la organización, Artículo 19.
Quizá porque ya se dio cuenta de que será difícil dar con los responsables intelectuales, que es lo que más importa en este tipo de atentados, y porque será un caso más de impunidad que estará registrado bajo las investigaciones de las instituciones de impartición de justicia del Gobierno de la CDMX, donde la presencia de los cárteles es cada vez más notoria, y por ende, busca desviar con antelación afectaciones que le puedan costar la candidatura presidencial a una de sus corcholatas favoritas.
Es decir, si no encuentran al responsable, entonces fue la oposición. Un juego macabro, que empalma muy bien con su discurso de fraccionar a la sociedad mexicana entre buenos, quienes le siguen, y malos, quienes le critican.
En la mañanera de ayer, martes, volvió a arremeter: “O sea, quisieron asesinarlo o intentaron hacerlo, y si no fue así el propósito era generar un conflicto mayor, desestabilizar al país, que eso también es un crimen” …y después afirma: “Lo vamos a denunciar, si tenemos las pruebas”, en referencia a Ciro Gómez Leyva.
Tiempos complejos para la prensa y los periodistas. Ahora Ciro es víctima, por un lado, de la delincuencia, y por el otro, del gobierno que sugiere que fue víctima de los conservadores, grupo al que él mismo pertenece, según el López Obrador, para desestabilizar al país, galimatías desesperantes. ¡Glup!