¿Qué tipo de político se requiere para gobernar México a partir de 2024? En este momento hay dos grupos claramente definidos que buscan el poder en nuestro país, el oficialista, que vive una encrucijada por definir quién debe seguir el camino de la aún ambigua 4T, que ha basado sus apuestas en la teoría de los ‘abrazos, no balazos’, la militarización, las energías no renovables, el asistencialismo, etc… y que tiene tres claros rostros para seguir alimentando el mito de la transformación: Marcelo, Claudia y Adán (MACLA).
Por otro lado, está el grupo opositor, encabezado por el PAN, PRI y PRD, quienes, aun tratando de encontrar su ombligo, apuestan más al error presidencial que a sus propios logros, quizás porque no existan. Su baraja es amplia, ya que cuentan con políticos que en el pasado posicionaron a presidentes y gobernadores, pero son exestrellas que han perdido toda gloria.
Este statu quo parece estar empantanado, como si se tratara de un combate de sumo, donde los pesados combatientes no se pueden mover, entrelazados. Aún es un enigma predecir quién puede ganar la encuesta de Morena (incluso, primero habría que esperar si se logra consenso de juego limpio). Y menos todavía, se vislumbra un favorito en la oposición que razonablemente compita contra alguien entre MACLA. Son tan raquíticos los perfiles opositores, sin ideolología ni identidad, que aún se pierden en el horizonte.
Pero ese estado de las cosas podría cambiar en cualquier momento, sobre todo después del 4 de junio cuando pasen las elecciones en el Estado de México y Coahuila, y los morenistas tengan camino libre para moverse a sus anchas, incluso explorar nuevos senderos. Pero pongamos atención en el único candidato de la actual escena, que tiene en sus manos la posibilidad de ser disruptivo y con ello mover la carrera presidencial hacia una pista de alta velocidad, Marcelo Ebrard.
Es el único, tanto del bando oficialista como del opositor, que tiene en las manos un cubo de Rubik útil para moldear escenarios favorables. ¿Por qué lo digo? Porque así como ha demostrado desde hace más de 20 años lealtad a López Obrador, al mismo tiempo ha sabido crear su propia agenda; una posición ideológica compatible con la del presidente, pero que garantiza llenar un centro-izquierda moderado, y nuevos cuadros políticos necesarios para una verdadera transformación.
Esa dualidad le permite al aún canciller abrir diversos frentes, y apostar a dos claros escenarios, ambos disruptivos.
El primero es ganar por la buena la contienda interna. Es plausible que sea el único precandidato, dentro de los que realmente tienen posibilidades de llevarse la encuesta, que propone piso parejo, debates, encuestas abiertas y renunciar a sus respectivos puestos de gobierno cuanto antes. Esto le está permitiendo irse por la libre en proponer un proceso limpio y equitativo, pero también quien tome el liderazgo para encabezar el proceso sucesorio, independientemente de las virtudes de los demás.
Me parece reprochable que nadie de las otras corcholatas lo secunde; al contrario, ni Claudia ni Adán desean esas condiciones. Saben del significado de seguirse aprovechando del aparador que les dan sus puestos, así como de sus recursos públicos, para seguir brillando en la escena mediática.
Por ello se especula que Marcelo será el primero en renunciar a la cancillería y construir un camino paralelo para hacerse de la candidatura de Morena, sin importar los caprichos y pautas de los otros dos candidatos punteros, que aprenden rápido a anidarse en su zona de confort, y al mismo tiempo, entrampar la sucesión a su favor.
Po otro lado, como una segunda vía disruptiva, es Marcelo el único candidato que podría impulsar su propia fuerza política bajo otras siglas partidistas rumbo a las presidenciales. Nadie de la actual oposición, ni otro morenista podría correr con esa misma suerte, y sobre todo, tener éxito. Ya sea solo con MC o el Partido Verde, o bien, con toda la oposición aglutinada en su persona, sería el único poder para detonar una fórmula ganadora rumbo a 2024 contra cualquier candidato o candidata que presente Morena.
Esos cálculos jugarán a su favor hacia la recta final del proceso interno de selección del candidato presidencial de Morena. Mario Delgado ha calendarizado ya el proceso: en la segunda quincena de junio se realizará la convocatoria; entre julio y agosto, la primera encuesta; la segunda, será máximo en noviembre. También afirmó que el proceso se desarrollaría con dos o tres encuestadoras espejo. No ha dado más detalles. No sobre los debates, no sobre el deber de renunciar, no sobre los apoyos de los actuales gobernadores. Asignaturas aún pendientes que pueden definir muchas inesperadas realidades.
Finalmente, Marcelo es el único candidato en el horizonte que podría cumplir a plenitud una nueva obsesión del presidente, ganar mayoría absoluta en el Congreso de la Unión. Un aperitivo que para López Obrador no pasará desapercibido.
En suma, Marcelo Ebrard es la única figura que podría arrasar siendo el candidato de Morena, o bien, competir en una improvisada oposición que lo impulse como el candidato progresista. Pero la moneda, aún está en el aire.
El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.