Los tambores de guerra comenzaron a sonar y los ejércitos velan armas, planean estrategias, anticipan ataques enemigos. La sociedad mexicana está a punto de vivir una tormenta electoral rumbo a las elecciones del 2 de junio, y que después de las de 2018, hay más en juego en cuanto a la permanencia política de un movimiento que se dice de transformación.
Tres meses, a partir del 1 de marzo, donde veremos las más intestinas declaraciones, comentarios, adjetivos, ocurrencias. Tres meses donde se derrochará dinero por todos lados; porque dentro de la cultura política mexicana, se dice que “un político pobre, es un pobre político”. De esta manera, la apuesta siempre ha estado y estará, no en el contenido, sino en lo superficial.
Los expertos aseguran que las elecciones se ganan gracias al impacto en las emociones de los electores, no así en el raciocinio. Es decir, el electorado mexicano está lejos de analizar y votar por las propuestas de fondo, o elegir a quien mayor coherencia política e ideológica posea, o bien, definirse por la mejor estructura de alianzas. Por eso cobran relevancia los matrimonios, las exparejas, la luminosidad de los rostros.
En ese contexto, las campañas se visten de actos teatrales donde las y los interesados en ganar, se llenan la boca de sonrisas huecas, abrazos falsos, besos cínicos. Quien tenga la fortuna del mejor photoshop, de cargar mejor al bebé en la plaza rural, de integrarse mejor en la comunidad indígena, tendrá la posibilidad de sumar votos.
A pesar de que las encuestas y la percepción general en los mexicanos, es que Claudia Sheinbaum es infalible, también es cierto que faltan los tres meses más definitorios. Su equipo lo sabe, y sabe que vienen obuses al centro de su campaña e imagen.
Quizá por eso se casó en tiempos electorales y muestra a su pareja en todos los viajes. Probablemente, busque imprimir una nueva imagen en el inconsciente colectivo, antes de que la oposición comience a sacar a relucir su incómoda relación pasada, sí, aquella que sostuvo con Carlos Ímaz Gispert, quien en 2004, siendo jefe delegacional de Tlalpan, fue expuesto en cadena nacional recibiendo fajos de billetes del empresario Carlos Ahumada.
Por supuesto que la campaña de Xóchitl Gálvez no se salvará de estos proyectiles provenientes del oficialismo, quien buscará dañar su centro (o derecha) de flotación. Si de por sí su estrategia vive un estancamiento peligroso, los blancos favoritos para descarrilar definitivamente sus aspiraciones serán los, irrelevantes, pero sí, corruptos miembros del PRI, PAN y PRD. Ya iniciaron varios ataques contundentes, como los relacionados con el cártel inmobiliario, incluso bajo la idea de que su personalidad ha sido inflada, vacua y superficial.
Ojo con las encuestas, que en México y otras partes del mundo han fallado trágicamente. El caso más reciente se dio en Argentina, cuando todas ellas pronosticaban que, desde la primera vuelta, Javier Milei iba a quedar fuera de la contienda presidencial. Sucedió todo lo contrario, obtuvo el segundo lugar con más de 8 millones de votos, a menos de un millón de Javier Massa, lo que le catapultó para obtener, después, la sorpresiva victoria para ser el nuevo mandatario.
Es cierto que Xóchitl Gálvez está lejos de tener ese magnetismo bizarro e irracional que generó Milei en la sociedad argentina. Tampoco México vive, aún, un desasosiego generalizado con quienes gobiernan y suponen que son de izquierda como sí sucedió con el kirchnerismo.
Es cierto que López Obrador, a pesar de que sus promesas se han puesto en marcha parcialmente, y ninguna con resultados contundentes, ha logrado mantener, gracias a sus habilidades, la idea de que se necesitan otros seis años para aterrizar sus pretensiones de llevar a México a niveles nunca vistos, lo que él considera la cuarta transformación.
Por lo pronto, creo que los electores, primero nos tendríamos que hacer una pregunta: ¿Por qué creemos que quieren ganar la presidencia de México? Eso nos permitirá reflexionar, si es porque quieren satisfacer a sus grupos partidistas, al actual presidente, o realmente a la sociedad. Esa pregunta, además, nos llevará a saber si sus propuestas de campaña son viables o solo populares. Si son consecuentes a las necesidades de México, o bien, solo son caprichos de unos cuantos.