Lamentablemente, el primer debate presidencial dejó mucho que desear. Para empezar, el INE no estuvo a la altura de presentar un modelo adecuado, sus diversos errores fueron tan evidentes que preocupa no solo la realización de los próximos dos debates, sino la organización y ejecución de la elección más grande en la historia del país.
La mala producción y formato que presentó el INE generó que se enrareciera este tan esperado ejercicio fundamental para cualquier democracia. Al menospreciarlo, también evidenciaron la división que existe entre los consejeros y consejeras, y la incapacidad de tomar decisiones colegiadas en favor del instituto, del proceso electoral y de la ciudadanía.
Sus múltiples pifias generaron en las y el candidato incertidumbre, intromisiones e imprudencias. El más notorio fue la falla en el caro cronómetro, que representa, nada más y nada menos, la parcialidad en cualquier debate, lo que molestó con justa razón, primero a Claudia Sheinbaum y después a Jorge Álvarez Máynez.
Incluso, Claudia supo canalizar ese problema en el reloj y asestó un buen descontón a su principal rival, y una desencajada, Xóchitl Gálvez. Es decir, el mismo INE interfirió en las tendencias del debate, cuando su objetivo es ser un árbitro justo.
Ante este desaseo, es difícil establecer un claro triunfador, más allá de las loas ciegas de los propagandistas de las tres candidaturas. Las tendencias actuales seguirán sin movimientos abruptos.
Incluso, las mismas candidatas desafiaron a los organizadores: Claudia Sheinbaum dijo que no tomaron en cuenta las propuestas de su equipo de campaña. Xóchitl Gálvez aseguró que el debate fue desastroso y hasta el presidente criticó el sistema de preguntas.
El INE fue el gran perdedor en el debate. Ante la pregunta de qué candidata o candidato ganó, ya es irrelevante, pues ante una cancha y reglas de juego mal definidas, es difícil determinar a un claro triunfador, pues la contienda no fue pareja, ni prudente ni clara. Al contrario, lo que fomenta ese tipo de errores, es que alguien pueda salir lesionado, por causas ajenas a las reglas del juego.
No obstante, hubo elementos interesantes que demostraron el estado de las candidatas y el candidato. Todos van por el voto indeciso, por ello era muy importante que al menos nadie derrapara. Claudia Sheinbaum mantuvo el temple en más de una ocasión al ser embestida por Xóchitl Gálvez.
La exjefa de gobierno gambeteó o calló ante las provocaciones, y evitó sucumbir ante los destellos que le envió la hidalguense, aunque al final logró crear frases que cuajaron, como cuando la calificó como “la mujer de hielo”, frase que fue tendencia por más de 72 horas. También dejó en el electorado la idea de que Sheinbaum no quiso responder a cuestionamientos que revolotean en la opinión pública, como los casos de supuestos conflictos de interés y corrupción en la familia presidencial.
Xóchitl Gálvez se vio desencajada, muy fuera de su propia esencia. Se le vio sonreír poco, sus miradas no conectaban con la audiencia, y más allá de mostrarse como una candidata de confianza, reflejó ser una abanderada amateur, arrinconada e incómoda. No supo sobreponerse a los errores del INE, y se vio desamparada dentro de un crucigrama que hasta el final tuvo consecuencias al mostrar la bandera de México al revés.
Álvarez Máynez no supo manejar sus ansias. Aunque generó simpatías, es imposible asumirlo como un candidato presidenciable serio. Quedó clara su intención, de que su objetivo principal es convencer al electorado joven y al proclive a votar por Xóchitl Gálvez. Sus ocurrencias, fuera de lugar, como saludar mal usando la lengua de señas mexicanas, ocasionaron sonoras carcajadas e incredulidad al mismo tiempo. Su sonrisa desproporcionada fue otro de los elementos que le restaron empaque de político de altura.
Faltan dos debates obligatorios, el próximo domingo 28 de abril y el 19 de mayo, por lo que el INE tiene mucho por hacer y mejorar. De esta institución depende que se den las condiciones necesarias para que se presenten propuestas y críticas, compromisos con la ciudadanía y se conozca la verdadera esencia de las y el candidato.
El formato debe permitir que las y el protagonista, se sientan cómodos y permitan desahogar sus virtudes. Ante la relevancia de una elección que pone en juego la presidencia de México, el INE debe promover un espacio para que una exigente ciudadanía sea convencida por las promesas, que en época electoral, muchas de ellas se vuelven mentiras.