La primera sombra que está empañando la campaña de Claudia Sheinbaum es la denuncia anónima contra el ministro Arturo Zaldívar y su exequipo de trabajo cuando lideraba la Suprema Corte de Justicia, y que ahora ya investiga el Poder Judicial.
Este inesperado e inédito hecho, independientemente del resultado final, está impactando en la campaña de la morenista a pesar de que Arturo Zaldívar haya salido a malabarear en diversos medios para tratar de revertir una narrativa que difícilmente ganará, ya que no es lo mismo usar el poder de la palabra desde una franca desventaja al ser un miembro de campaña, frente a un proceso que ha iniciado uno de los poderes del Estado mexicano. Por más que pida un juicio político contra la ministra presidenta, Norma Piña, una clara argucia mediática, puesto que en estos momentos él no tiene el suficiente peso para ordenar esa ocurrencia.
La situación personal de Zaldívar está logrando desviar la atención que debería estar fija en la campaña de su jefa, Claudia Sheinbaum, en sus propuestas, recorridos, debates, es decir, en su persona. Está ocurriendo todo lo contrario, la investigación en curso ha puesto bajo el foco a uno de sus principales operadores y cercanos al presidente López Obrador, quien en su momento aseguró que el ministro Zaldívar le ayudaba a resolver casos de interés del Ejecutivo, en clara alusión y violación a la independencia de los poderes del Estado, comentarios que inmediatamente generaron preocupación.
Aunque se resiste (¿o será López Obrador?), Claudia Sheinbaum debería saber poner en la congeladora a Arturo Zaldívar, al menos hasta que concluya la investigación; de lo contrario, la sombra de las supuestas fechorías del ministro la perseguirá en su campaña. En estos momentos se convirtió en un negativo, a tan solo mes y medio de que se celebren las elecciones presidenciales. Sin lugar a duda, el zaldivargate podría impactar en la ventaja que aún tiene la candidata puntera.
No obstante, la estrategia parece ser la opuesta, ponerlo en el centro del debate para defender una investigación en marcha, seguir politizando lo que López Obrador y Claudia Sheinbaum han puesto cientos de veces en la opinión pública: la corrupción dentro del Poder Judicial. Aunque en esta ocasión, a quien impacta, es a un personaje que forma parte de ‘su’ movimiento y que se le percibe acorralado. Las contradicciones por sí mismas se entienden, por lo que todo apunta, afectarán los resultados que la 4T espera obtener el 2 de junio.
La segunda sombra será la gira del adiós que sellará la presidencia de López Obrador, y que llevará a cabo por las 32 entidades de México. Aunque servirá al presidente para inmacular el culto a su personalidad, tendrá efectos dañinos sobre Claudia Sheinbaum y su gobierno, en caso de que gane la elección el próximo 2 de junio.
Tradicionalmente, ese largo periodo de transición entre el presidente electo y el saliente, a pesar de que fue ajustado por López Obrador y por ello gobernará hasta el 30 de septiembre, se usa para que el nuevo gobernante fije ante la ciudadanía su agenda y gabinete, refuerce el sentido de su triunfo y se vaya empoderando a costa del saliente. Son códigos establecidos históricamente, hasta ahora.
Sabemos que López Obrador asume que es el dueño de la reconfiguración de la política en curso. En esta ocasión sucederá todo lo contrario, buscará desviar toda la atención del ‘pueblo bueno’ no a quien resulte ganadora, sino a su persona, a sus discursos autocomplacientes y desproporcionados de un mandatario que deja a un país en claroscuros, con pendientes y resultados que generan divisiones.
Ese ‘baño de pueblo’ tendrá dos objetivos: mitificar su figura e imponer la agenda y forma en que deberá gobernar la mujer que impuso para sucederle. Con el supuesto triunfo asegurado, radicalizará más su demagogia como el hombre que ‘revolucionó a México’, buscando unificar el cambio de régimen político en su persona y dejar fuera a decenas de hombres y mujeres de izquierda que contribuyeron a generar cambios políticos y sociales en nuestro país desde hace varias décadas.
Su popularidad la tratará de perpetuar en el siguiente sexenio, y esa gira del adiós servirá para eso y para dejar en claro que el creador del cambio es él y que seguirá ahí, omnipresente en el gobierno de Claudia Sheinbaum, de ganar las elecciones el 2 de junio.
Evidentemente, estos dos nubarrones que pesan sobre el futuro de Claudia Sheinbaum podrían traer consigo repercusiones entre la candidata y el presidente López Obrador. Según varios reportes periodísticos, ya comenzaron a vislumbrarse recelos. Recordemos que Claudia ha aceptado prácticamente todas las imposiciones de Andrés Manuel, desde la conformación de su equipo de campaña, entre ellos Zaldívar, hasta candidatos ajenos a la exjefa de Gobierno, como Clara Brugada.
Sin cortapisas, López Obrador busca dejar en claro que, gracias a él, ella está donde está. Veremos hasta cuándo Claudia Sheinbaum decide independizarse de su mentor y buscar su propia esencia; por lo pronto, los nubarrones siguen ahí.