Se está realizando una importante cumbre que puede marcar el futuro entre Oriente y Occidente a partir de la reconfiguración en marcha entre dos polos de poder e influencia. El primero lo encabezan Estados Unidos y la Unión Europea, y el segundo Rusia y China.
La decimosexta reunión anual entre los denominados BRICS, conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, llega en un momento crucial, ya que dentro de dos zonas geográficas clave dentro de la geopolítica del poder, se desarrollan conflictos armados en expansión: uno en el seno de Oriente Medio, entre dos de los principales aliados de Estados Unidos y Rusia, es decir, Israel e Irán, respectivamente, aunque las municiones y drones impacten, principalmente, en territorio palestino y libanés.
Y por otro lado, un conflicto en Europa, donde directamente está involucrada Rusia, que amenaza en escalar un conflicto nuclear si considera que la OTAN cruza líneas indiscretas que impacten en la apuesta de Rusia de continuar con su hegemonía regional, al menos en lo que fueron antiguos territorios soviéticos.
¡Vaya lío! El que se ha gestado en un siglo XXI que se esperaba fuera pacífico y progresista después del convulso siglo XX, con dos guerras mundiales, decenas de miles de muertos y una estructura internacional que apostó a la ONU, será el espacio donde se gestionaría la paz permanente y un mundo en concordancia.
Los verdaderos mandamases de la ONU son China, Rusia, Estados Unidos y dos países europeos (Francia y Gran Bretaña), quienes coronan con su voto y veto las decisiones emanadas de la sede de las Naciones Unidas. Como podemos ver, esos cinco miembros permanentes que conforman el Consejo de Seguridad se encuentran en disputa, por lo que sus decisiones tenderán más a la confrontación que a la pacificación, hasta no ver logrados sus intereses.
Bajo este contexto, los BRICS abrieron ayer su primer día de actividades en Kazan, Rusia, a orillas del río Volga, donde presumen que se hablará de política, seguridad, economía, finanzas y asuntos humanitarios. No obstante, la atención está puesta en el papel que jugarán los nuevos países miembros, bajo la nueva categoría de ‘naciones amigas’.
Y vaya amistades, ya que el pasado primero de enero se integró un primer grupo de países amigos. Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Egipto y nada más y nada menos que Irán, otro de los países que ven a Occidente como una amenaza latente y que han amenazado con no dar tregua en el conflicto que se vive en Oriente Medio contra Israel.
Con el fortalecimiento de los BRICS, las soluciones pacíficas se comprometen y la brújula para una paz duradera entre israelíes y palestinos se ve más lejana que pronta, no se diga lo que sucede en territorio ucraniano, donde la OTAN pretendió instalar una base militar, lo que para Rusia resultó ser una ofensa a su soberanía y, justamente violando la soberanía de otros, emprendió una invasión. Paradojas que se cuecen dentro de las relaciones internacionales; el juego de poder de los poderosos, lo cual nos hace retroceder a una visión emprendida a finales del siglo XIX y principios del XX. La historia se repite.
Los BRICS echan a andar su maquinaria dos semanas antes de que se celebren elecciones en los Estados Unidos. Dejan un mensaje claro: muestran su músculo ante quien llegue a la presidencia norteamericana, dejándoles en claro que su unión será un contrapeso hacia Occidente, al menos en lo que resta del siglo XXI. Recordemos que una de las apuestas fuertes del grupo es impulsar el comercio bajo la operación de monedas locales, es decir, ir reduciendo la dependencia hacia el dólar. Para ello, han emprendido también la creación del Nuevo Banco de Desarrollo, el Consejo de Negocios, Mecanismos de Cooperación Interbancario y la Alianza de Mujeres de Negocios.
De esta forma, mientras el sistema político-electoral estadounidense, cada vez más cuestionado por sus imperfecciones, se debate el poder el próximo 5 de noviembre, donde las apuestas cobran más validez que las encuestas, el mundo gira en retroceso y se apega nuevamente en los conflictos armados y no en el multilateralismo, abriendo las puertas en algo parecido a una nueva guerra fría.