Es incierto el camino de los Estados Unidos. No porque deje de ser un país poderoso, sino porque sus liderazgos le están fallando a su sociedad y al mundo.
Demócratas y republicanos se encuentran en un callejón sin salida, ya que el presidente demócrata saliente, Joe Biden, dejó un partido diezmado y sin brújula, mientras que el presidente republicano entrante, Donald Trump, alimenta a una sociedad dividida entre quienes critican a gobiernos populistas y quienes se dejan llevar por la irracionalidad de slogans bajo conceptos nacionalistas del tipo “Make America Great Again”.
Hablar de gobiernos populistas es un tema serio porque a partir de discursos irracionales buscan cohesionar su base electoral, enaltecer ideas y valores, y al mismo tiempo gobernar. El regreso de Donald Trump al poder genera más preocupación que esperanza, ya que su forma de gobierno se basa en el culto a su personalidad por sobre el respeto a las instituciones.
Angela Merkel, excanciller alemana, recordó que durante el primer mandato de Donald Trump, vio reflejada su fascinación por quienes ejercen el “poder absoluto” y hacia aquellos líderes como Vladímir Putin o Kim Jong-Un.
Una demócrata como Merkel, quien fue una defensora absoluta de las instituciones, sus equilibrios y el trabajo del multilateralismo con sus aliados europeos, sabe lo que alerta al referirse con esos términos sobre el magnate, y sobre todo, el peligro que representa que un populista llegue al país más poderoso, hasta ahora.
Y digo hasta ahora, porque las decisiones que pueda considerar Trump para el destino de su país y del mundo, pueden detonar en conflictos aún mayores, en lugar de paliar las diversas crisis existentes: conflictos armados, cambio climático, migraciones, desigualdad e impunidad, lo cual le restaría influencia ante países de la talla de China, que siguen abriéndose camino y preponderancia en diversas zonas geográficas. No en vano, Trump ha arremetido contra el abuso comercial del gigante asiático por medio de presiones a sus principales aliados, entre ellos México y Canadá.
El galimatías declarativo del presidente electo, Donald Trump, es asombroso, sobre todo cuando sobre él pesan acusaciones judiciales que ha sabido driblar, a partir de manipular los procesos correspondientes. Otro aspecto que deja en evidencia la crisis institucional en los Estados Unidos es el indulto de Joe Biden a su hijo, acusado, entre otras cosas, de portar armas que le fueron prohibidas por considerársele adicto a ciertas drogas. Las críticas incluso llegaron de los mismos demócratas al considerar que se usó indebidamente el poder, ya que dicen, “nadie está por encima de la ley”.
Obviamente, Donald Trump no desaprovechó la oportunidad de hacer más fuego en leña ajena. Publicó en su red social Truth: “¿El indulto que le dio Joe a Hunter incluye a los rehenes del 6 de enero, que ya llevan años en prisión? ¡Qué abuso y qué error judicial!”. Es decir, tanto quienes procuran la ley en los Estados Unidos, en el caso de Donal Trump al clasificar y depurar juicios contra él mismo, como en el caso de Biden, de usar el poder para romper la ley, son evidencias claras de que la justicia en Estados Unidos está maniatada.
Paralelamente, el magnate neoyorquino acaba de sentenciar que si Hamás no libera a los rehenes israelíes secuestrados desde el 7 de octubre de 2023, entonces los palestinos conocerán el verdadero infierno. Esta sentencia refleja que: o aún no se entera que ya se vive un infierno en comunidades palestinas dentro la Franja de Gaza, o bien, que nuevamente usa el discurso incendiario digno de los liderazgos populistas, para crear escenografías que distorsionen la verdad a favor de sus intereses personales.
El engranaje de la institucionalidad estadounidense se complica y su funcionamiento, aún más. Con la llegada de Trump al poder, nuevamente, se espera un gobierno de uno solo, rodeado de un gabinete que servirá a sus intereses: en él hay tanto consuegros como magantes o exasesores, como el caso de Kash Patel, quien fungirá como director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI); o bien un sheriff, Chad Chronister, quien será el próximo administrador de la Agencia Antidrogas (DEA).
Aún falta mucho por conocer de la estrategia y el gabinete de Trump. Pero el próximo 20 de enero debemos estar con el cinturón abrochado para entrar en turbulencias con un líder carismático que sueña con el poder absoluto y autoritario.