El pasado 10 de septiembre, la candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Kamala Harris, dio una cátedra de cómo se debe manejar un debate.
Bastaron solo unos cuantos minutos para que Donald Trump mordiera el anzuelo y se enzarzara en una batalla que por más que intentó no pudo ganar y que, por el contrario, lo hizo ver como un candidato radical, mentiroso y estridente, algo que al electorado estadounidense —más propenso a la mesura— no le cae nada bien.
Una encuesta de CNN reflejó que el 63 por ciento consideró que Harris ganó el debate, contra 37 por ciento de Trump.
A pesar de su impecable desempeño, el triunfo en el que posiblemente sea el único debate entre la candidata y el candidato a la Casa Blanca no garantiza la victoria de Kamala Harris. Las razones son varias, y van desde la manera en la que funciona el sistema electoral estadounidense hasta la conformación del perfil del votante que asistirá a las urnas en noviembre próximo.
Una encuesta de The New York Times muestra que la demócrata se mantuvo con 49 por ciento de las preferencias, mientras que el expresidente republicano descendió un punto después del debate para ubicarse en 46 por ciento.
Adicionalmente, hay que considerar la historia reciente de EU. En las elecciones de 2004 y 2016, tanto George W. Bush como Donald Trump fueron considerados los grandes perdedores del debate presidencial… pero terminaron ganando la Casa Blanca.
Esto se debe principalmente a que el sistema electoral en EU es complejo y varía según el estado. En las elecciones presidenciales la ciudadanía vota por su candidato o candidata, pero además se instalan los colegios electorales, una institución que quedó establecida en la Constitución de 1787, apenas 10 años después de la independencia de las 13 colonias norteamericanas.
Históricamente, la instalación de los colegios electorales buscaba equilibrar el sufragio popular y el del Congreso, por lo que cada estado tiene un determinado número de votos de acuerdo con su cantidad de habitantes, el número de legisladores de esa entidad en la Cámara baja y dos senadores.
De tal manera, por ejemplo, California, un estado enorme (y con muchos distritos electorales) y densamente poblado, suma 54 votos en el Colegio Electoral, en comparación con Alaska y Dakota del Norte, que por no tener tantos habitantes tampoco tienen muchos distritos y solo cuentan con tres votos cada uno. Unos estados pesan más que otros, pues aunque las elecciones sean divididas, los votos estatales se los lleva quien obtenga la mayoría en el sistema conocido como winner takes all.
Por eso es que existen los llamados swing states como Florida, Pensilvania, Ohio, Wisconsin, Michigan, Carolina del Norte, Arizona, Nevada y Georgia, que definirán las elecciones presidenciales de este año en Estados Unidos.
Y aunque Kamala Harris suma según proyecciones de expertos 226 de 270 votos del Colegio Electoral para ganar la presidencia, Trump está muy cerca con 219.
No es el voto directo y popular el que da el triunfo, sino el voto electoral. Restan poco menos de dos meses para los comicios en EU y los swing states siguen en su incertidumbre histórica.
SOTTO VOCE
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