Las amenazas de Donald Trump se volvieron realidad y, apenas comenzó su mandato, firmó —como se lo adelantamos en este espacio— 42 órdenes ejecutivas, varias de las cuales modificaron de un plumazo la política migratoria vigente hasta el lunes pasado.
Ayer, al cierre de esta columna, Trump —quien en campaña prometió expulsar a 11 millones de migrantes ilegales— ordenó el despliegue de la Guardia Nacional para detener lo que calificó como una invasión, a pesar de que las más recientes cifras de la Patrulla Fronteriza muestran una reducción de 90 por ciento en los cruces irregulares en la frontera con México.
Pero a Trump la realidad y los datos son lo que menos le importan. El magnate populista llegó nuevamente a la presidencia de EU con una política xenófoba y expansionista, que ve a los migrantes como una amenaza. Por ahora, Josefina, una de 12 millones de migrantes de origen mexicano que viven en EU, ya está siendo afectada. Ella y su familia han vivido ahí por más de 20 años. Los hijos de la mujer nacieron en ese país y ambos son universitarios.
Sin embargo, como muchos connacionales —alrededor de 4 millones, según datos del Pew Research Center—, la situación migratoria de la mujer y su esposo es irregular y ahora están en una completa incertidumbre bajo la nueva era de Donald Trump en la Casa Blanca, que nada más en su primer día como presidente detuvo a 308 personas en distintas redadas de los agentes de Migración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), cuerpo policiaco al que Trump entregó prácticamente un cheque en blanco para detener a cualquiera que “parezca” migrante e ingresar a discreción a escuelas, hospitales e incluso iglesias para realizar aprehensiones.
Ante este escenario, de nada sirve que Josefina viva en Nueva York, pues quedaron atrás los días en los que las llamadas ciudades santuario como San Diego, Los Ángeles, San Francisco, Miami, Chicago, Seattle, Houston, Phoenix, Austin, Dallas, Washington DC, Detroit, Salt Lake City, Minneapolis, Baltimore, Portland, Denver, New York City y todo el estado de Nueva Jersey relativamente “protegían” a los migrantes irregulares al ofrecerles refugio. Al contrario, en varias de estas ciudades hay redadas.
Las deportaciones masivas no son algo nuevo en ese país. Datos del ICE arrojan que, bajo la administración de Joe Biden, tan solo en 2024, 271 mil 484 personas fueron expulsadas de EU, cifra superior a cualquier año del periodo anterior de Donald Trump.
Pero algo que ni el mismo Trump puede obviar es que, a pesar de sus discursos, EU es altamente dependiente de la fuerza de trabajo migrante. Según datos de la Oficina de Estadísticas del Trabajo, tras la pandemia de COVID-19, el país se sumió en un déficit laboral en el que, aunque de manera sostenida se están abriendo puestos de trabajo como nunca antes, no se ocupan plenamente, ni siquiera llenándolos con los 6.8 millones de personas que a fines del año pasado estaban registradas en EU como desempleadas. Los análisis apuntan que esta tendencia se pronunciará debido al inevitable envejecimiento de la fuerza laboral, las jubilaciones anticipadas, el poco interés de la juventud en la oferta laboral, la poca mano de obra calificada y la falta de un amplio sistema de estancias infantiles con cuidados de calidad.
A pesar de la imagen negativa que Trump busca endilgar a los migrantes, son estos los que más trabajo buscan: son el 3.4% de la población total, pero el 4.7% de la fuerza laboral.
Por lo pronto, en Brooklyn y en NY, varios restaurantes de la zona de Park Slope y Williamsburgh han colocado anuncios de que las horas de servicio se reducen, pues el personal —ilegal, la mayoría— no se está presentando a trabajar por miedo a las redadas.
Así comienza el mandato de Trump y un largo letargo para EU.
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