MIAMI, Florida.- Hacer de la frase “es la economía, estúpidos”, un mantra electoral, es un error.
Al grano: difícilmente Trump regresará a la Casa Blanca por los niveles de inflación que se registran en Estados Unidos.
Y dar por hecho que Morena perderá la presidencia en 2024 por la mala situación económica en México, es un simplismo autocomplaciente.
La economía influye, pero lo determinante es la acción política, la épica y la narrativa.
La inflación en Estados Unidos no es culpa de Biden, y la escasa responsabilidad que le corresponde en el fenómeno ha evitado una crisis social.
Por ello, a mi entender, no hay que apostar a que la situación económica será el eje de la campaña que lleve de regreso a Trump al poder.
De acuerdo con lo publicado en los principales medios de este país, fundamentalmente en The New York Times del 22 de marzo y este sábado, la inflación en Estados Unidos se debe a lo siguiente:
-Por la pandemia disminuyó la producción (de coches, por ejemplo), pero no decayó la capacidad adquisitiva de los estadounidenses debido a los apoyos económicos que otorgó el gobierno.
-La invasión rusa a Ucrania afecta la producción de cereales e hidrocarburos, con lo que suben los precios de alimentos y gasolinas.
-El reparto de dinero durante la parte álgida de la pandemia evitó una crisis social. Así, aunque hubo menos empleo y menor producción, hubo liquidez en los hogares para que no dejaran de comer ni de comprar bienes muebles, inmuebles y de consumo perecedero.
Síntesis de la parte relativa a la pandemia: menor producción e igual liquidez traen aumento de precios.
¿Van a acusar a Biden de haber impedido que millones de estadounidenses cayeran a una situación de hambre y carencia de servicios médicos, o que las empresas no quebraran?
Por el apoyo a la industria, la recesión durante la pandemia fue breve. Puede venir otra, derivada fundamentalmente de la invasión rusa a Ucrania.
Respetados académicos que escriben en los medios sostienen que la economía va a tronar a Biden. Hay razones fundadas para no creer en sus previsiones.
La incapacidad narrativa del gobierno respecto a los hechos es un asunto distinto.
La lejanía de Biden de los ciudadanos, es otra cosa.
Y la capacidad de Trump para cultivar las zonas oscuras (xenofobia, racismo, aislacionismo antilibre comercio) de los estadounidenses menos educados también se cuece aparte.
El gobierno de Biden inyectó 5 billones de dólares para impedir que la recesión fuera una gran depresión económica, con devastadoras consecuencias sociales.
¿Dónde se fueron esos 5 billones de dólares? ¿A obras absurdas? ¿A caprichos antieconómicos del presidente? No, nada de eso.
A personas en lo individual y a familias: un billón 800 mil millones de dólares.
Para trabajadores desempleados, 700 mil millones de dólares.
A las empresas, un billón 700 mil millones de dólares.
Los estados ayudaron con 745 mil millones de dólares.
A cuidado de la salud, 482 mil millones de dólares.
Para el rubro Otros, 288 mil millones de dólares.
A aerolíneas, 80 mil millones de dólares, a fin de que pagaran los sueldos de pilotos, sobrecargos y personal de tierra.
De esa manera, pasada la emergencia, la industria estaba en pie para reabsorber de inmediato a quienes buscan empleo.
¿Biden es aclamado por ello? Claro que no, pero tampoco es el motivo central de su caída, que empezó al día siguiente de su toma de posesión.
Acción política, épica y narrativa (las cosas no son como fueron, sino como se cuentan, dice –más o menos– Gabriel García Márquez en su último libro) son las determinantes.
Por lo menos en dos de las tres está reprobado el presidente Biden.
Del otro lado de la frontera (del muro), la mala conducción de la economía y de la gestión de la pandemia originó que la pobreza extrema pasara de 8 millones 700 mil mexicanos en 2018, a 10 millones 800 mil personas a finales de 2020. Es decir, 2 millones 100 mil mexicanos fueron mandados a los contingentes de la miseria.
Quince millones de mexicanos perdieron el acceso a los servicios de salud.
La pobreza pasó de 51.9 millones de personas con el ‘neoliberal’ Peña, a 55.7 millones con el ‘progresista’ López Obrador.
Basta de cifras (hay un arsenal de ellas que confirman el empobrecimiento de los mexicanos y enriquecimiento de una élite minúscula): en México hay inflación, sin haber salvado a una persona o empresa que se hundió con la pandemia.
Si por la economía fuera, López Obrador tendría menos de 20 por ciento de popularidad. La única industria que su gobierno ha mejorado es la fábrica de pobres y de muertos por negligencia oficial. Y tiene 60 por ciento de respaldo.
La diferencia está en que AMLO sí tiene narrativa: demagógica, victimista y mentirosa en muchos casos, pero tiene.
Hay acción política: partidista y clientelar, pero hay.
Y creó una épica –que es veneno polarizador para México– contra ‘conservadores’, ‘traidores’, el ‘BOA’, el ‘golpe blando’.
Ahí parece estar el quid, en la política.