Error tras error, Antony Blinken es el principal causante del rápido debilitamiento de Joe Biden, aunque los amigos de repetir clichés insistan en que “toda política es local”.
La debacle de Biden empezó con la caótica retirada de Afganistán.
Y si ahora cede a la extorsión populista de países latinoamericanos encabezados por el gobierno de México, será su final.
Si se echa para adelante y la Cumbre de las Américas se realiza en la fecha planeada sin invitar a los dictadores de Nicaragua, Venezuela y Cuba, no va a ir nadie a su reunión: será un fracaso.
¿Qué necesidad había de realizar esa cumbre?
Trump la mandó a volar y no llamó a ninguna, a pesar de que le correspondía.
La ingenuidad del titular del Departamento de Estado es asombrosa. Peor aún: como diría el expresidente Fox, no saca un perro de una milpa.
En esta columna lo hemos reiterado de manera machacona desde el inicio de la administración Biden: les queda enorme el cargo que recientemente ocuparon, y no sin tropiezos, personas de la talla de John Kerry, Hillary Clinton, Colin Powell, Madelleine Albright, Warren Christopher, James Baker…
Días después de asumir el cargo, apuntamos aquí, le habló por teléfono a Benjamín Netanyahu, y el entonces primer ministro de Israel no le tomó la llamada. El hábito no hace al monje.
Sólo a un ingenuo se le puede ocurrir invitar a López Obrador a formar un frente contra el populismo autoritario en América Latina.
Y a Bolsonaro. Y al presidente Bolivia. Al de Argentina. A la señora de Honduras.
¿En qué mundo vive el secretario Blinken?
La agenda del presidente Biden es opuesta a la de los líderes autoritarios que le van a echar a perder su cumbre de Los Ángeles.
Los presidentes arriba mencionados no tienen el menor compromiso con los derechos humanos, la democracia, el Estado derecho y el desarrollo sustentable.
Aunque sean de distinto color político, personajes como Bolsonaro y López Obrador son la misma cosa: uno desmonta parte de la selva del Amazonas y el otro tala la selva maya.
¿Con ellos va a combatir Estados Unidos el cambio climático?
Los presidentes de los países que desairan la cumbre se caracterizan por sus constantes ataques, personalizados y hasta ilegales, contra periodistas, lo que cobra vidas de profesionales de la comunicación.
¿Con ellos va a defender Estados Unidos la libertad de expresión en el continente?
Gobiernos antidemocráticos y cercanos a –o parte de– grupos criminales, ¿son los socios adecuados para que Estados Unidos defienda valores democráticos y el Estado de derecho.
Por Dios, qué secretario tan ingenuo es Antony Blinken.
De un lado pide dinero al Congreso para apoyar a organizaciones de la sociedad civil que trabajan en favor de los derechos humanos y la transparencia, y por otro lado invita a López Obrador, Bolsonaro, al boliviano Luis Arce, a la presidenta de Honduras, Xiomara Castro.
Ellos defienden a los que encarcelan a periodistas y opositores, como Daniel Ortega, Díaz-Canel y Nicolás Maduro.
Cuando Blinken hizo su solicitud presupuestal, expuso:
“En respuesta al aumento del autoritarismo en todo el mundo, la solicitud tiene más de $3,200 millones para promover la democratización, proteger los derechos humanos universales, reforzar el trabajo anticorrupción y aumentar la programación que construye una gobernabilidad inclusiva, legítima y efectiva”.
Muy bien, pero los gobiernos autoritarios, violadores de derechos humanos, del debido proceso, promotores de la corrupción con concursos amañados o sin licitaciones, por supuesto que se sintieron agraviados. Y lo dijeron. López Obrador lo señaló, y no una, sino en varias ocasiones.
El Departamento de Estado financia (en parte y desde hace muchos años) a organizaciones como Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad. Y Blinken quiere que López Obrador se siente en una mesa en California a promover acuerdos en favor de la transparencia y el fortalecimiento a instituciones de la sociedad civil.
No sabe con quién está tratando.
El secretario Blinken ha mostrado su escasa o nula aptitud para el cargo, y le causa daño a la presidencia de Biden. Y no sólo con el fiasco de la cumbre.
Fue una gran decisión de Biden retirar sus tropas de Afganistán, pero Blinken lo operó de maneras desastrosa, a pesar de haber tenido casi seis meses para una buena planeación.
A los líderes chinos los insultó en la cumbre celebrada en Alaska, sin medir que los iba a necesitar en el cobro de facturas contra Rusia.
Sin avisarle a Francia, hizo un acuerdo con Australia para venderle miles de millones de dólares en submarinos nucleares que desplazaban a los franceses.
Ahora creyó que tenía en López Obrador y otros más, buenos aliados para frenar el avance del autoritarismo de Maduro, Daniel Ortega, Díaz-Canel, más los que se acumulen.
Ya verán el derrumbe de Biden si invita a los dictadores que defiende el presidente de México.
O el vacío a la Cumbre de las Américas, si los deja fuera.
¿Qué necesidad, míster Blinken?