BOGOTÁ, Colombia.- Liz Cheney, hija mayor del vicepresidente más poderoso de la historia de Estados Unidos, está a pocos días de perder la candidatura a la reelección como congresista del Partido Republicano por el estado de Wyoming.
Ella está en una batalla más importante: librar a Estados Unidos de la perversión del trumpismo.
“Argumentar que la amenaza que plantea Donald Trump puede ignorarse es dejar de lado la responsabilidad que cada ciudadano, cada uno de nosotros, tiene de perpetuar la República”, dijo a quienes la escuchaban en la Biblioteca Ronald Reagan, en Simi Valley, California, en junio de este año.
Si Trump se impone, o Biden se dobla, Estados Unidos no volverá a ser el mismo.
A 10 días de las primarias republicanas de Wyoming, Liz Cheney se encuentra en amplia desventaja de su contrincante republicana, Harriet Hageman –exmiembro del Comité Nacional Republicano–, apoyada por Donald Trump y por toda la nomenclatura republicana pro-Trump.
Cheney seguramente perderá, pero seguirá hasta enero como copresidenta del comité del Congreso que investiga el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Y no se arredra. Su mirada está más allá de la elección.
Fue la única republicana que voto por llevar a Trump a juicio político, por lo cual los republicanos buscaron despojarla –sin éxito– de su posición.
Durante las audiencias del 6 de enero, encabezó la exposición de evidencias en contra del expresidente.
Ha soportado amenazas de muerte y vejaciones a su hogar. Sigue firme en el propósito de llevar a Trump al banquillo. ¿Por qué? Ella lo dijo admirablemente bien:
“Soy una republicana conservadora, y el más conservador de los valores conservadores es la reverencia por el Estado de derecho”.
A sus compañeros de partido les ha dicho que “los republicanos debemos defender principios genuinamente conservadores y alejarnos del peligroso y antidemocrático culto a la personalidad de Trump”.
Les citó a un presidente emblemático, que los enorgullece: “En el corazón de nuestra república está la transferencia pacífica del poder entre rivales políticos, de conformidad con la ley. El presidente Ronald Reagan describió esto como la base del milagro estadounidense”.
Qué diferencia con la cobardía del líder republicano en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, quien dijo ante el Pleno, luego del ataque: “El presidente es responsable del ataque del miércoles contra el Congreso por parte de los alborotadores de la mafia. Debió haber denunciado inmediatamente a la mafia cuando vio lo que estaba ocurriendo”.
Cuatro meses después, McCarthy se dobló ante Trump y cambió su versión. Dijo en Fox News que el entonces presidente sí había hecho lo suficiente para responder a los pedidos de acción. Y esta semana amenazó con venganza por el cateo a la casa de Trump en West Palm Beach.
Cheney no es de esos. Tiene pedigrí, sentido de la ubicación en la historia, no en el oportunismo de la coyuntura. Escribió en The Washington Post:
“La historia está mirando. Nuestros hijos están mirando. Debemos ser lo suficientemente valientes para defender los principios básicos que sustentan y protegen nuestra libertad y nuestro proceso democrático. Estoy decidida a hacerlo sin importar cuáles puedan ser las consecuencias políticas a corto plazo”.
La consecuencia, a corto plazo, va a ser que pierda la elección interna ante la candidata apoyada por Trump. Pero, como ella dice, la historia está mirando. Y el oportunismo de coyuntura a veces tiene corta vida.
Ha sido tal la furia del trumpismo contra Liz Cheney, que su padre, de 81 años, el republicano vivo con más trayectoria, salió de su retiro para hablar de política.
El viejo Cheney, con sombrero vaquero en una finca de Wyoming, dijo ante las cámaras de Fox News:
“En los 246 años de historia de nuestra nación, nunca ha habido un individuo que sea una amenaza mayor para nuestra república que Donald Trump. Trató de robarse las últimas elecciones usando mentiras y violencia para mantenerse en el poder después de que los votantes lo rechazaron. Es un cobarde. Un hombre de verdad no mentiría a sus partidarios. Perdió sus elecciones y perdió por mucho. Sé que él lo sabe y en el fondo creo que la mayoría de los republicanos lo sabe”.
La lógica del oportunismo dice que Liz está acabada y que Trump será el próximo presidente de Estados Unidos.
Tal vez sea una postura “suicida”, como tituló The New Yorker.
Pero de vez en cuando la historia compensa el heroísmo incomprendido de los dignos.