Pedro Castillo no pudo convivir con los otros poderes autónomos e independientes, con la legalidad y las reglas democráticas, e intentó dar un golpe de Estado. Un autogolpe.
Las instituciones peruanas lo frenaron.
Si las instituciones de Estados Unidos dieron un ejemplo al mundo al frenar el golpe de Donald Trump, ahora la institucionalidad del Perú tuvo el decoro de parar al populismo golpista.
En Estados Unidos las instancias judiciales actuarán contra Donald Trump por haber abdicado de su deber constitucional de proteger a las instituciones el 6 de enero de 2021.
Pedro Castillo, presidente golpista del Perú, está recluido por quebrantar el orden constitucional y fue detenido “en condición de flagrancia”.
Las democracias necesitan defenderse. Están bajo la amenaza permanente de autoritarios que, una vez en el poder, son incapaces de convivir con poderes autónomos ni llegar a acuerdos con la oposición.
Mucho menos van a respetar los resultados cuando no les favorecen, ni la legalidad cuando no les satisface.
Por eso el golpe de Trump en el Capitolio el 6 de enero de 2021 estaba cantado (https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/hoy-el-dia-mas-importante-del-siglo/).
Que iba a caer Pedro Castillo, por sus evidentes delitos y la fortaleza de las instituciones democráticas del Perú, entre ellas su prensa, también era previsible (https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2022/07/27/un-presidente-va-a-caer/).
Castillo, acorralado por el Congreso debido a sus delitos, intentó dar un golpe de Estado: disolvió el Congreso, decretó gobierno de excepción y toque de queda.
Ninguna institución lo respaldó en su aventura golpista.
Ni siquiera su partido, que votó en el Congreso por la destitución del mandatario que había quebrantado el orden constitucional.
La resolución fue casi unánime: 101 votos por quitarlo, seis votos en contra y 11 abstenciones.
Castillo, que mediante ascensos al vapor había buscado cooptar a mandos de las Fuerzas Armadas, no tuvo el respaldo de la institución militar.
Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional emitieron un comunicado conjunto en que señalaron, de inmediato, su postura: “Cualquier acto contrario al orden constitucional establecido constituye una infracción a la Constitución y genera el no acatamiento por parte de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional”.
Ejemplar la institucionalidad de las Fuerzas Armadas peruanas. Aprendieron de las dolorosas lecciones del siglo 20.
A la misma hora, el país escuchó la voz del presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Morales:
“El día de hoy se ha dado un golpe de Estado al más puro estilo del siglo 20, pero es un golpe de Estado condenado al fracaso porque el Perú quiere vivir en democracia. Este golpe de Estado no tiene ningún fundamento jurídico… Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador, y el señor Pedro Castillo ha dado un golpe de Estado”.
El embajador del gobierno de Castillo en Washington dimitió de inmediato, por “la ruptura del orden constitucional” en su país.
Harold Forsyth, embajador de Castillo ante la Organización de Estados Americanos (OEA), hizo lo propio: “No puedo, por razones morales y profesionales, tener ninguna vinculación con un régimen que funciona con base a decretos. Es un gobierno que está constituido al margen de la ley, de la Constitución, en violación al Estado de derecho”.
Así fue como abortó el autogolpe del presidente Castillo.
Ejemplar la prensa peruana que, con todo y sus defectos, no cedió a las presiones y estigmatizaciones del gobierno.
Tanto el Congreso, el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas y el servicio exterior peruano, estuvieron a la altura de su compromiso con la Constitución.
Sí, gran lección del país andino: para que haya democracia se necesitan instituciones que se respeten y demócratas que las defiendan.
Ecuador ya había sentado un precedente nada despreciable: el Congreso destituyó al presidente porque estaba loco.