La vociferante andanada que a diario sale de Palacio Nacional contra el rector de la UNAM no tiene nada que ver con el plagio de la tesis profesional que hizo la ministra Yasmín Esquivel, sino que apunta a desestabilizar a la Universidad.
El Presidente ha insistido en estos días que la UNAM está en manos de derechistas al servicio del modelo neoliberal, y puso en marcha la maquinaria propagandística para tomar el control de la Máxima Casa de Estudios.
Cuando dice que él será respetuoso de la autonomía y de la vida interna de la Universidad, hay que leerlo al revés. Como en todo.
Quienes hoy nos gobiernan son incapaces de hacer una universidad, lo han demostrado. Pero su talento para destruirla está fuera de toda duda.
Hay que desestabilizar a la UNAM para controlarla, es su lógica.
Sería una tragedia nacional si lo logran. Nuestra Universidad, con todos sus defectos y carencias, ha sido puente entre diversos sectores sociales.
Atenúa la polarización, porque en sus campus conviven y se forman estudiantes de distinto origen étnico, geográfico, socioeconómico.
Lleva más de cuatro años el golpeteo contra la UNAM, desde la cima del poder político.
La quieren para confrontar, no para conciliar.
Especialmente ahora, que van de salida funcionarios públicos de primer nivel, necesitados de herramientas transexenales para doblegar –con movilizaciones o huelgas– las correcciones indispensables al desastre en que dejan la administración pública.
La delicada situación por la que atraviesa la Universidad hoy es producto del plagio de la tesis que hizo la ministra, no de la prudencia o indecisión del rector.
Como explicó hace unos días Luis de la Barreda, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, el rector sólo puede hacer aquello para lo que está autorizado, y no se encuentra entre sus facultades quitar el título a un egresado.
Por ello el rector Enrique Graue sigue paso a paso el procedimiento que le permite llevar la situación del plagio a la Comisión de Honor y Justicia del Consejo Universitario y ahí evaluar las acciones que se puedan tomar.
Justificadamente hay un extendido malestar porque no se anula el título que Yasmín Esquivel obtuvo mediante “la usurpación de ideas y talentos”, como definió el término plagio el rector Graue.
Y montado en esa ola de inconformidad por lo grosero del plagio “de la entonces alumna Yasmín Esquivel Mossa” (Graue), el Presidente presiona al rector para que denuncie la falta, le quite el título académico, y se tropiece.
Esa es la trampa y el motivo del apremio de AMLO al rector: que se equivoque en el procedimiento, incurra en ilegalidad, y la UNAM entre en crisis.
Se olvida, o pretende que olvidemos, que fue él quien propuso a Yasmín Esquivel para ocupar una silla de ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Fueron sus personeros los que cabildearon con ministros y periodistas para que Yasmín Esquivel llegara a la presidencia de la Suprema Corte, al relevo de Arturo Zaldívar.
Si en realidad le preocupa el hecho del plagio, y que su candidata a encabezar la Corte sólo es una pasante de derecho, le pediría, a título personal y en admisión de un error, que renunciara.
El Presidente no tiene facultades para hacerla renunciar a la Corte, pero sería suficiente con su deslinde de la ministra y del plagio, para aislarla y que se vaya.
Nada de lo anterior va a ocurrir. De Yasmín Esquivel interesa su voto en la Corte, no cómo consiguió el título.
Y de la UNAM importa asumir el control de la Rectoría, no que se respeten los procedimientos legales mediante los cuales se toman decisiones.
A fin de año se elige al rector que sustituirá a Enrique Graue. Y ciertamente el gobierno quiere vetar a posibles sucesores que no sean sus incondicionales.
Prefieren una Universidad desestabilizada, con estudiantes que exijan la elección de autoridades mediante voto universal, y no un rector surgido de la deliberación del Consejo Universitario.
“Que la UNAM deje de hacer politiquería”, dice el Presidente.
Hay que leerlo al revés. Venga la grilla, la desestabilización dirigida desde el propio gobierno, y adiós autonomía.