Uso de Razón

El gobierno va por la UNAM

El objetivo es el control de la UNAM a perpetuidad por parte de la secta de fanáticos e intolerantes que temen perder el poder el próximo año.

La obsesión del gobierno contra la UNAM nos muestra que controlar a la Máxima Casa de Estudios es una necesidad vital para el grupo en el poder.

Ojo, no para todo el gobierno, sino para el grupo hegemónico, compuesto por una secta de fanáticos e intolerantes que rechazan la modernidad y desconfían hasta de su sombra.

Ahora aprovechan la investigación sobre el plagio de la tesis que hizo Yasmín Esquivel, para poner contra la pared al rector y desacreditarlo.

Como en las mafias, no es algo personal contra Graue, sino contra el Consejo Universitario que elige rector.

En diciembre se elige al sucesor en la Rectoría y la secta hegemónica del gobierno tiene la necesidad de hacer de la UNAM un gran auditorio Che Guevara, ahora que ellos también podrían irse.

Va más allá de la obsesión contra la Universidad Nacional: la necesitan como su madrasa. Es decir, el centro de adoctrinamiento ideológico de lo que llaman cuarta transformación (o lo que entiendan por ello).

Desde que llegó este gobierno al poder se fue directo contra la UNAM.

El 24 de enero de 2019 se dio a conocer el dictamen de la comisiones unidas de Educación y Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, liderada por Mario Delgado, que reformaba los artículos 3, 31 y 73 de la Constitución.

Los morenistas recién llegados al poder cambiaron la fracción VII del artículo tercero constitucional y le quitaron la autonomía a la UNAM. Así de abierto: para abajo la autonomía.

El rector y académicos de la casa de estudios señalaron la gravedad de lo que habían aprobado las comisiones de la Cámara de Diputados y el dictamen debió regresarse para su modificación.

Se dijo entonces que había sido un “error de transcripción”, y luego de algunos debates se dio por aceptada la explicación dada por la mayoría morenista.

El “error” ocurrió un mes después de que el nuevo gobierno federal presentó un proyecto que recortaba el presupuesto de la Universidad Nacional, algo que nunca había sucedido.

Sí, apenas en la silla presidencial y con mayoría en las curules de San Lázaro, el morenismo gobernante, que había prometido en campaña hacer que la UNAM aceptara a todos los estudiantes que postularan a su ingreso, le dio un golpe al presupuesto universitario en 6 por ciento.

“La sorpresiva e inusitada propuesta de reducir el presupuesto de la UNAM en más de 6 por ciento no corresponde a la trascendente e importante labor de la institución de enseñanza superior más grande de América Latina, ni al esfuerzo cotidiano que realiza para atender a una comunidad de más de 350 mil alumnos, además de que pone en riesgo el adecuado cumplimiento de sus tareas sustantivas de docencia, investigación y difusión de la cultura”, expresó la Rectoría en una carta dirigida a la Cámara de Diputados.

Después del golpe al presupuesto (17 de diciembre de 2018), vino el dictamen que le quitaba la autonomía a la UNAM (24 de enero 2019).

Un año más adelante (febrero de 2020), el diputado de Morena, Miguel Ángel Jáuregui, presentó una iniciativa de reformas a la Ley Orgánica de la UNAM, para elegir rector a través del voto universal de la comunidad universitaria.

Nuevamente el rector Enrique Graue salió a manifestar su rechazó público a lo que consideró como un “intento para desestabilizar a la UNAM”.

Luego del reclamo del rector, el dirigente de Morena en la cámara, Mario Delgado, expresó que “en atención a las diferentes preocupaciones que ha suscitado dicha iniciativa, nuestro grupo parlamentario solicitará a su autor retirarla en definitiva”.

Vinieron luego los proyectos de cambio a las leyes orgánicas de universidades autónomas en estados donde Morena tenía mayoría en el Congreso local: Estado de México, Nayarit, Oaxaca y otros más.

Con esas reformas se pretendía quitar la elección del rector a los consejos universitarios o a las juntas de gobierno. Fracasaron.

En octubre del año pasado, el presidente López Obrador zarandeó a la UNAM durante seis días consecutivos.

“Se requiere una sacudida y es una gran universidad, pero no estuvieron a la altura de las circunstancias. La crítica al neoliberalismo no surgió de la UNAM, de todas las atrocidades que se cometieron en la época neoliberal, del saqueo más grande”, planteó el Presidente en una de sus intervenciones.

En defensa de la Universidad salieron los exrectores José Sarukhán y José Narro. Así les fue. La secta los destrozó y aún no los sueltan por “conservadores” o “matraqueros”.

Recientemente el Presidente acusó a la Facultad de Economía de la UNAM de entregar “emeritazgos inmerecidos” que conducían a la Secretaría General de la Universidad, en alusión (y golpe) al exdirector de Economía y actual secretario general de nuestra Máxima Casa de Estudios, Leonardo Lomelí.

El doctor Lomelí, por cierto, es uno de los candidatos naturales a sustituir a Enrique Graue en la Rectoría.

“Yo soy respetuoso de la vida interna de la UNAM, no me voy a meter”, dijo el Presidente el viernes de la semana pasada.

Duro y dale contra la UNAM y el rector, hasta con palabras irrespetuosas hacia Graue y sus explicaciones sobre el proceso de investigación al plagio de Yasmín Esquivel: “Puro choro mareador”, dijo el Presidente.

En síntesis: viene el golpe a la UNAM este año.

O el rector lo pone el Presidente, o promueven que todas las autoridades sean electas por voto universal, donde votarían adolescentes de secundaria con el mismo peso que un doctor emérito.

El objetivo es el control de la UNAM a perpetuidad por parte de la secta de fanáticos e intolerantes que temen perder el poder el próximo año.

COLUMNAS ANTERIORES

Los halcones de Trump
Sheinbaum, el poder prestado

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.