Mientras el Presidente viole la ley electoral de manera reiterada y retadora, impunemente, no hay manera de competir con Morena.
Ganaron los programas sociales del Presidente, con la amenaza de que se quitarían en caso de que no gane Morena.
Ganaron los empleados públicos que hacen proselitismo, todos los días, en favor de Morena. Hasta con su chaleco.
Ganaron las extorsiones presidenciales a los medios electrónicos de comunicación: si bien tienen a un par de periodistas con visión crítica, los enfoques en sus noticieros están alineados con el Presidente.
Ganó la presión sobre los medios impresos, que en la mayoría de los casos ocultan el desastre del gobierno en las áreas más sensibles para el futuro de la población.
Ganó la prepotencia presidencial que desacredita e insulta todos los días a los periodistas que aún realizan crítica, y pide que los quiten de sus medios.
Ganó el abuso de poder del Presidente y de sus propagandistas que calumnian a los ministros de la Corte y los presentan como un pequeño grupo que complota contra su gobierno.
Ganó la indolencia de los organismos empresariales que se han prestado a exhibir su abyección en detrimento de los principios fundamentales de la libre empresa con responsabilidad social.
Pero sería injusto, erróneo, señalar los anteriores como los únicos motivos para el resultado de ayer en el Estado de México.
La diferencia fue tan abrumadora porque no existe oposición.
Sí, el Presidente viola la ley y no hay tribunal con facultades para castigarlo. También los precandidatos presidenciales de Morena realizan una campaña ilegal, y no los tocan. Así es imposible que pierdan
No hay condiciones para una elección medianamente justa dentro de un año. Lo sabemos. Quedó demostrado, pero no es todo para explicarnos el resultado.
Ni Alito Moreno ni Marko Cortés, en diferentes categorías, tienen el nivel para conducir a la oposición a un enfrentamiento electoral con la maquinaria de Morena el próximo año.
Ayer quedó evidenciado. Se tienen que ir.
Los resultados en el Estado de México son una vergüenza para el PRI y el PAN: llevaron una buena candidata, que nunca bajó los brazos, y Morena los aplastó.
Coahuila es una excepción, porque ahí se dividió el morenismo.
Además, ha tenido buenos gobernadores (aparte de qué tan simpáticos o antipáticos nos resulten) que además se han preocupado por hacer trabajo político.
El norte no es de Morena, y algunos de sus triunfos recientes en gubernaturas se deben, en mucho, a la operación política de los grandes grupos del narcotráfico.
Sin embargo, lo que marca la pauta para la elección presidencial no es Coahuila, que es un hecho aislado, sino el Estado de México.
Y en esa ocasión, hasta donde sabemos, en la entidad mexiquense no hubo intervención del narco.
Así como está el tablero al día de hoy, no hay manera de competir contra Morena sin una sacudida a fondo de las dirigencias nacionales en el PRI y en el PAN.
La cancha no es pareja, y las dirigencias opositoras son más un lastre, especialmente en el PRI, que un punto de apoyo.
Pero algo está haciendo bien López Obrador, y más vale aceptarlo y estudiarlo.
No sólo cuenta con respaldo popular, sino que transmitió esa aceptación a una candidata como Delfina Gómez, desprovista de ideas, quien ganó la elección con el solo hecho de traer la casaca guinda de su partido. Lo demás lo hizo AMLO.
Hay un desastre en seguridad. Un desastre en salud. Un desastre en educación. La economía va mal. La pobreza es peor que en el sexenio anterior. La movilidad social se estancó y por el daño hecho a la educación tardará décadas en mejorar de manera consistente. La gobernabilidad se encuentra en manos de grupos criminales en amplios sectores del territorio nacional. La extorsión se expande. El estancamiento de la economía ya es crónico.
Para decirlo en palabras del prestigiado profesor del Colmex, Fernando Escalante: México vive “un orden mafioso”.
¿Y los partidos de oposición?
¿No pueden convencer a nadie de lo anterior, que es una realidad?
La respuesta es no. Sus dirigentes no están a la altura.
Y a López Obrador hay que reconocerle una enorme habilidad para mantener contenta a la mayoría de la población, a pesar del desastre que va a heredar.
Leo que a partir de mañana será otra historia.
Pues no. Es la misma.
Mientras no haya partidos de oposición que hagan trabajo político, mientras las instituciones no frenen la intervención ilegal del Presidente en las elecciones, y mientras se mantenga unido Morena, lo que sigue es lo mismo que pasó ayer en el Estado de México.
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