Uso de Razón

¿De veras quieren la Presidencia?

Empezar a restaurar lo destruido en gobernabilidad pasa por un acuerdo nacional contra el crimen y por la legalidad. Pero no es posible porque López Obrador dividió al país.

Hoy arrancan los morenistas su elección interna y los tambores de guerra de cuatro kamikazes retumban de Tijuana a Tapachula con entusiasmo temerario, ilegal e irresponsable.

La carrocería del país no se ve tan mal, pero por dentro está destruido.

No tiene arreglo ni con las virtudes –reales e inventadas– que le quieran poner a Ebrard, Sheinbaum, Adán Augusto y Monreal.

López deja a México ingobernable. Destruido por dentro.

Tampoco un opositor podrá gobernar.

Al 24 de mayo se habían perpetrado 156 mil 136 asesinatos violentos desde el inicio del sexenio, con lo que supera a todo el gobierno de Enrique Peña y rebasa por la derecha al de Felipe Calderón.

Del total de desaparecidos desde 1988 a 2022, 40 por ciento de las personas desapareció en el gobierno de López Obrador.

A diciembre del año pasado, cada día desaparecen 26 mexicanos.

Cada fin de semana hay entre 200 y 300 muertes violentas.

En Chiapas se libra lo que los zapatistas denominan el inicio de una guerra civil, que en realidad es la lucha entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y dos facciones del Cártel de Sinaloa.

Unos 3 mil indígenas han emigrado porque huyen de la violencia de los cárteles que combaten por el control territorial de ese estado fronterizo.

Caravanas de la muerte cruzan por el centro industrial del Bajío, donde arrasan, bloquean, incendian.

Guerrero está tomado por complejos político-criminales en distintas zonas. El secuestro y la extorsión lo practican los narcos y los policías. En Acapulco son una y la misma cosa.

La frontera norte, ni se diga. Ahí está Tamaulipas, con carreteras y ciudades en poder del narco. Sonora va por ese camino, con matanzas. Los narcos se empoderan en Baja California y a la sierra de Chihuahua mejor ni entrar.

Zacatecas vive un baño de sangre porque tiene la desgracia (que debería ser una fortuna) de que por ahí pasan las principales carreteras que conectan con Estados Unidos.

Michoacán y el Estado de México tienen territorios con bandas armadas que extorsionan a comerciantes y particulares.

El Pacífico es territorio Chapo y Zambada. También del CJNG en Colima donde disputan con sus rivales sinaloenses las salidas del puerto de Manzanillo.

Por ahí entran los precursores del fentanilo que se produce en México. Negarlo es como decir que aquí no se fabrican coches porque los componentes vienen de Estados Unidos, Brasil y Taiwán.

Hace una semana mataron al administrador recién nombrado en la aduana de Manzanillo. Un civil. Es la lucha por el fentanilo, dijo el Presidente a manera de explicación y siguió hablando de sus temas

¿Y el Ejército?

Una parte está en los negocios. Ahí lo puso el Presidente de la República.

Un sector de las Fuerzas Armadas está en el combate físico con los narcos, en amplia desventaja.

A ellos no se les permite disparar primero.

Eso sí, respaldo absoluto hacia ellos si se ventilan otro tipo de excesos. Presunta corrupción, por ejemplo.

Los militares sólo querían presupuesto y un marco jurídico para desarrollar las tareas que le han encomendado, y les dieron todo. Todo es todo. Negocios y más negocios: aduanas, aeropuertos, corredores turísticos, hoteles, ferrocarriles, una aerolínea comercial, construcciones, medicinas, etcétera.

López Obrador descompuso parte de la esencia del Ejército mexicano.

El secretario de la Defensa informó, en Palacio Nacional, que del 16 al 29 de mayo, el instituto armado aseguró 700 gramos de heroína y 500 gramos de goma de opio.

Gramos. Sí, gramos. Eso lo puede incautar un pastor de ovejas sin necesidad de una resortera.

Nos hemos convertido en uno de los tres principales productores de opio en el mundo, después de Afganistán y más o menos al parejo con Myanmar.

México vive la destrucción por dentro, a manos de narcos y complejos político-criminales.

El Presidente deja hacer.

Sus conferencias, que son su principal acto de gobierno, las ocupa para pelearse con periodistas y ministros.

La semana pasada fue director de orquesta de la elección del candidato presidencial de Morena.

Se peleó con Fox por la paternidad de la pensión de adultos mayores.

Dedica tiempo a insultar y luego hace un escándalo porque una agraviada, Xóchitl Gálvez, le quiere contestar.

Se peleó con el juez que le dio derecho de réplica a la senadora.

Con Estados Unidos por el maíz genéticamente mejorado.

Con el gobierno de Austria por el penacho de Moctezuma.

Con la Corte porque, dice, invade funciones del Poder Legislativo.

Y la gangrena de la violencia suma y sigue.

Las banderas que ponen los grandes y medianos grupos criminales en el mapa de la nación, ya lo cubren casi por completo.

No hay salida ni con el talento de algunos precandidatos ni con los buenos deseos de otros.

La alternativa para empezar a restaurar lo destruido en gobernabilidad pasa por un acuerdo nacional contra el crimen y por la legalidad.

Pero eso tampoco es posible. López Obrador destruyó la poca o mediana concordia que existía.

Hoy tenemos un país polarizado, confrontado, sin posibilidad de acuerdos.

Es la herencia que se recibirá del expresidente López, un promotor del pleito entre mexicanos.

COLUMNAS ANTERIORES

¿Qué les pasó con la economía?
El atraso de la Presidenta

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.