Los precandidatos presidenciales del oficialismo mostraron desde el primer día de la contienda (ilegal) en qué consistirá la encuesta de Morena: setenta días de adulación continua para cortejar al único encuestado que va a decidir.
Marcelo Ebrard arrancó campaña con la propuesta de llevar al hijo del Presidente al gabinete para que dé continuidad a “la austeridad republicana”.
Me reportan que lo dijo en serio.
Adán Augusto López hizo suyas las fobias del Presidente contra los medios de comunicación.
Claudia Sheinbaum señaló que las mujeres pueden llegar a la Presidencia “para dar continuidad a la cuarta transformación”.
Lo dijo en Oaxaca, donde hay lugares, igual que en Guerrero, donde niñas y adolescentes son vendidas para matrimonio y a lo cual el Presidente ha contestado que son usos y costumbres con los que no hay que meterse.
Y Ebrard, ni la burla perdona.
Con tal de adular al encuestado único, metió al palenque de los navajazos al hijo del Presidente.
Lo hizo a pesar de que ha sido documentada su vida de lujos, como una mansión en Houston propiedad de un contratista de Pemex, y aviones privados, etcétera.
¿Qué necesidad tenía uno de los políticos más preparados del país de hacer estos desfiguros?
Sí tiene necesidad. De eso se trata la competencia en Morena: de adular.
El papá del joven Andrés va a decidir quién es el candidato. A él hay que cortejar y ofrecer garantías máximas de lealtad.
Como reveló AMLO en un tuit con motivo del Día del Padre, su debilidad son sus hijos. Entonces Ebrard arrancó campaña con la oferta de hacer secretario de Estado a Andrés López Beltrán.
La respuesta del hijo del Presidente fue cortés, pero clara: no, gracias.
Aunque si la competencia fuera por ver quién es el más ladino de todos, Adán Augusto se llevaría la medalla de oro, la de plata y la de bronce.
En su inicio de campaña se compadeció de los pobres y declinó recibir los cinco millones de pesos que entrega Morena a cada precandidato presidencial.
Lo que ha gastado en promoción personal durante los últimos meses es para dejar frío a cualquiera: espectaculares en todas las carreteras y caminos del país. En bardas, ni se diga.
“Estamos Agusto con López”. “Que siga López”.
No son cinco ni diez, sino decenas (o más) de millones de pesos los que ha invertido el exsecretario de Gobernación en propaganda dirigida a un solo elector: López.
Ayer les recomendó a sus contendientes:
“Respeto mucho a mis compañeras y compañeros que están participando en este proceso, respeto sus decisiones. Pero nosotros vamos a pedir que los recursos que debían destinarse para nuestras actividades sean donados (..) donde hay abandono y donde las minas han explotado la tierra. Tiene que haber justicia social”.
¿Y el dispendio que está a la vista de todos, qué?
Dijo otra joya, de colección, dirigida al oído del encuestado: “Nosotros aprendimos, desde hace muchísimo tiempo, que si el pueblo se organiza, no nos gana Televisa”.
¿Televisa?
Televisa es dueña de SDP, órgano de difusión y golpeo de López Obrador, dirigido por Federico Arreola. Y ahora –de acuerdo con la primicia de Lourdes Mendoza–, es socia de Epigmenio Ibarra en Argos, el propagandista del odio del obradorismo.
Sacaron a Loret y a López-Dóriga.
Pero el estribillo suena bien. Nos recuerda cuando el encuestado era líder opositor y sus seguidores pintarrajeaban las paredes de Chapultepec 18. “Si el pueblo se organiza, no nos gana Televisa”.
Qué espectáculo. Setenta días de adulación e ilegalidad.
De pena ajena.
Estamos ante un certamen de empalagoso (y transitorio) culto a la personalidad.
“Cultivo”, le llaman los yucatecos.
Adulación a López Obrador, a su persona, porque no existe un proyecto político que defender.
Y es él, AMLO, el que va a responder la encuesta.