¿Adivinen quién ganó?
La pregunta parece una broma, y de hecho lo es, porque estuvimos ante unas primarias de Estado.
El Presidente puso las reglas de la elección en Morena.
El Presidente decidió quién debía ganar.
El gobierno pagó la campaña de Claudia Sheinbaum.
Empleados federales promovieron entre beneficiarios de programas sociales la consigna de que la candidata del Presidente era Sheinbaum.
Se cometieron –y denunciaron– delitos penales en la elección interna.
Menudo cochinero para hacer ganar a la elegida del Presidente.
Ya sin necesidad de forzar más la maquinaria de aplastamiento ilegal en favor de la candidata, no se contuvieron en la jornada de ayer.
Según denunció el que quedó en segundo lugar en las encuestas, hubo urnas sin actas, pero con boletas (antes del IFE se les llamaban “urnas embarazadas”)… un mismo encuestador para dos empresas distintas… diferencia entre el número de urnas y de folios… ausencia de representantes de los aspirantes en los levantamientos… policías golpearon a delegados de Ebrard para que no ingresaran al conteo de boletas.
Pero el presidente del Consejo Nacional de Morena, Alfonso Durazo, dijo que eran cosas menores, y en un discurso que parecía eterno dio a conocer lo que ya se sabía desde hace meses. Sheinbaum será la candidata presidencial del oficialismo.
Mario Delgado operó la chapuza para aplastar a su exjefe y maestro, Marcelo Ebrard.
Los medios de comunicación, en su mayoría, se alinearon con la candidata del Presidente.
Una elección primaria, de Estado, en toda la línea.
Es apenas una probadita de lo que nos espera para la elección constitucional del próximo año.
Marcelo Ebrard, de ser el indispensable para López Obrador en tanto presidente de la República, pasó a ser el “ambicioso vulgar”, el apestado de la banda de propagandistas que se dirige desde Palacio.
Era Sheinbaum. La impusieron.
Será una candidata ilegítima, manchada por delitos electorales graves.
La ilegalidad de su encumbramiento a la candidatura de Morena no ocurrió ayer. Hubo una operación del Estado para hacerla ganar sin tener los méritos ni la capacidad ni el carisma para ser presidenta.
Que se deshaga Morena –algo que no va a ocurrir– es asunto de los morenistas.
Ebrard no va a romper. Sabe que estar en Morena es como pertenecer a la mafia: no te puedes salir porque te acaban.
Una elección de Estado nos espera el próximo año.
Es decir, una elección ilegal que puede poner al país en una crisis constitucional, con vacío de poder.
Los vacíos se llenan, y en este tipo de crisis por lo general los ocupa el que tiene la fuerza.
De consumarse una elección ilegal, que ya se ensayó en el proceso que culminó ayer con la imposición de Sheinbaum, traería consecuencias desastrosas para la gobernabilidad y para la economía.
Nada de lo anterior le importa al Presidente, que no gobierna para todos como prometió, sino para un grupo y en contra de millones de mexicanos a los que desafía e insulta.
En pocas palabras: López Obrador es escaso de resortes de contención personal cuando de hacer su voluntad se trata.
Veremos, además, la operación del narcotráfico en favor de la candidatura de Morena.
Les ha ido de maravilla con el gobierno de López Obrador y no dejarán que el negocio vuelva a tener los obstáculos que ya habían superado en estos cinco años.
El narco jugará. Como lo hizo en las elecciones recientes para gobernador de Sinaloa y Sonora.
No quieren, de regreso, volver a los enfrentamientos con el Estado, que los llevó a huir a salto de mata por la sierra, con el riesgo de la extradición y sin poder disfrutar del dinero.
Los cárteles gozan de tolerancia, comparten poder en una porción no menor de la geografía nacional, o lo tienen para ellos solos en amplios bolsones de silencio que hay en el país donde no se sabe lo que pasa. Mandan ellos.
Será cuesta arriba para Xóchitl, PAN, PRI, PRD y sectores de la sociedad civil que contenderán contra el aparato y el dinero del Estado, el desdén de la mayoría de los medios de comunicación, y cuando menos uno de los grandes cárteles del narcotráfico.
Veremos hasta dónde llega la capacidad de Xóchitl para tender la mano a los desencantados de Morena para que se sumen al Frente Amplio.
Una prueba de fuego les espera a los organismos electorales, a los tribunales, a la prensa libre, a las instituciones encargadas de velar por la legalidad y la vigencia del sistema democrático.
En realidad, la prueba es para México. La moneda está en el aire.