Como en los estadios de futbol, donde los aficionados le gritan tácticas y cambios de alineación al entrenador, a Xóchitl Gálvez le llueven los consejeros en los periódicos, las radios y en las redes sociales.
Hay algo en común en la motivación de hinchas y analistas que asumen el papel de asesores espontáneos: quieren que gane su equipo.
El alud de sugerencias de qué debe hacer y qué ya no debe hacer Xóchitl, es la expresión de un entusiasmo pocas veces visto en una candidatura presidencial.
Difícil estar en sus zapatos, pues debe discernir y decidir cuáles son las sugerencias fuera de lugar y a quiénes sí debe escuchar.
Por lo que se observa y se oye desde la tribuna, Xóchitl ha tenido aciertos formidables y errores que sus adversarios han aprovechado de maravilla.
Tiene tiempo, no mucho, para corregir.
Héctor Aguilar Camín suele escribir con alguna frecuencia que sólo hay una cosa peor que un político profesional: un político no profesional.
Los enemigos que buscan descarrilar a Xóchitl son profesionales de la política. También lo son de la manipulación masiva, de la propaganda y la guerra sucia. Además, tienen el poder y no respetan la ley.
Con ellos no se puede pecar de inocentes, ni subestimarlos ni esperar fair play. Lo que está en juego es la Presidencia. Es decir, todo.
Los partidos de oposición –PAN, PRI y PRD–, y un vasto sector de la ciudadanía sin militancia política, eligieron a Xóchitl Gálvez como la líder del Frente opositor.
Tiene que tomar el mandato de la coalición opositora, y no lo ha hecho.
Hasta ahora los partidos no han sido generosos con la persona que eligieron. Deben financiar esa aspiración, con recursos para documentales, series, redes, viajes.
Como líder del Frente, Xóchitl tiene el deber de escuchar a los partidos y organizaciones civiles que la acompañan, sin duda y con respeto. Pero la decisión final sobre los temas polémicos, como en las candidaturas donde no hay acuerdo, debe recaer en ella.
¿Muy difícil? Desde luego que sí. Complicadísimo. Imposible dejar satisfechos a todos. Así es, y por eso los partidos que formaron el Frente Amplio la eligieron a ella como la líder de los tres. La última palabra es suya.
Una tarea extremadamente complicada que, si se asume con sensatez y firmeza, puede llevar al triunfo electoral a la oposición. Sin ese liderazgo de Xóchitl al interior del Frente, no hay manera de ganarle a la maquinaria electoral del gobierno y su partido.
A ella nadie le entregó un “bastón de mando”, que así como lo da una persona también lo puede quitar esa misma persona. Xóchitl Gálvez recibió un mandato de la sociedad y de los partidos políticos para encabezar las tropas opositoras en una batalla decisiva para México.
Con respeto a la jerarquía de los generales de ejércitos tan diversos, y sabiduría en el mando, la función de Xóchitl es ordenar las filas y llevar al Frente opositor a la victoria.
Se ha depositado en ella una responsabilidad que pocas personas han tenido en la historia nacional. Nobilísima. Por eso duele oírla cuando se autodenigra.
Para regresar a la metáfora del futbol y dejar el lenguaje de guerra: jamás escuchamos a Beckenbauer, Bufón o al Beto García Aspe decir de ellos mismos que “la pendejeé”.
Enfrente hay un adversario formidable, al que no se le puede regalar un centímetro de terreno en aras de la sinceridad de una capitana “buena onda”.
La galería lo ve como una señal de debilidad y los dirigidos por la capitana la escuchan decir que “la pendejea”. Cuidado con sus decisiones, tal vez la esté regando otra vez.
Para el equipo contrario la líder rival les regaló una perla para explotar y manipular hasta el día de la elección. Si ella lo dice…
Xóchitl tiene tiempo para corregir y lanzar una candidatura ganadora.
No ha habido una candidata con una historia personal tan emotiva y valiosa como la suya.
Su éxito en este reto, tan colosal como todo lo que ha enfrentado y vencido en su vida, dependerá del compromiso sincero de los partidos y de la calidad del grupo que forme para su campaña.