El Partido Republicano, el gran partido estadounidense, perdió su identidad y ahora perdió su liderazgo en el Congreso porque entregó su alma a un populista y demagogo sin principios, Donald Trump.
En medio del caos legislativo por la decapitación del líder, Kevin McCarthy, quien aparece como un potencial salvador es Trump, el responsable del incendio.
Nada nuevo: generar caos y presentarse como el redentor.
La crisis política actual de la derecha en Estados Unidos es, también, y no poco, producto de la incompetencia.
Sólo ocho rebeldes, liderados por el trumpista Matt Gaetz, fueron capaces de destronar a McCarthy, gracias al apoyo que recibieron de la bancada demócrata.
Por primera vez en los 234 años de vida de la República, la Cámara de Representantes echó a su líder. Y eso fue posible en virtud de la incompetencia e ingenuidad de McCarthy.
Para ser electo, en enero pasado, McCarthy tuvo que cambiar una regla parlamentaria clave: sólo la mayoría de la mayoría puede iniciar un procedimiento de remoción.
A fin de complacer a los trumpistas, McCarthy permitió que con un solo legislador rebelde se iniciara el procedimiento.
Confiar en la buena fe del ala más extremista de su partido, fue un acto extremo de ingenuidad política.
Pagó las consecuencias con su cabeza y, de paso, detonó un caos en el Congreso, en medio de la cuenta regresiva para un nuevo cierre del gobierno el 17 de noviembre.
Apenas unas horas después de su decapitación en la cámara, Fox News comenzó a circular la idea de promover a Trump como su sucesor.
Por una de las más inexplicables lagunas legales de Estados Unidos, cualquiera puede postularse a presidente de la Cámara de Representantes.
Sí, cualquier hijo de vecino puede convertirse en tercero en la línea de sucesión presidencial del país, sin siquiera tener un puesto de elección popular.
Trump, con su maliciosa ambigüedad, alzó la mano y se insinuó como disponible para el cargo al finalizar el tercer día de su juicio civil, en New York:
“Mucha gente me ha estado llamando para hablar de ser presidente (de la Cámara de Representantes), todo lo que puedo decir es que haremos lo que sea mejor para el país y para el Partido Republicano”.
Si bien dejó claro que su prioridad es la Presidencia de su país y que hay buenos candidatos para suceder a McCarthy, dejó abierta la puerta a la especulación.
Aunque estaba previsto que los potenciales candidatos a suceder a McCarthy aparecieran públicamente hasta la próxima semana, la irrupción de Trump aceleró el proceso.
La carrera por la presidencia de la Cámara de Representantes será un torneo entre un ultraderechista trumpista y un derechista a secas: Jim Jordan y Steve Scalise, a menos que alguien más alce la mano en los próximos días.
Los moderados ya no son considerados viables en el partido de Donald Trump.
Jordan es una de las principales balas sueltas en la bancada republicana y miembro fundador del ultraconservador Freedom Caucus.
En su calidad de presidente del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, ha sido uno de los principales impulsores del juicio político al presidente Joe Biden y al secretario de seguridad nacional, Alejandro Mayorkas.
Durante el escándalo por la injerencia de Rusia en las elecciones presidenciales de 2020, Jordan tuvo una idea “genial”: cobijar a Putin y en cambio enjuiciar al subprocurador de Estados Unidos a cargo de la investigación.
Antes de la era Trump, haber hablado de Jordan como presidente de los republicanos hubiera matado a más de uno de la risa. Ahora su extremismo es su mejor carta de presentación.
Su contrincante será Steve Scalise, un sonriente legislador de Luisiana, enemigo de Kevin McCarthy, quien ha cobrado notoriedad por haber sido la víctima de un tiroteo durante un partido de beisbol en Washington.
Aunque no es un político de credenciales ideológicas moderadas, su amabilidad personal le permite conectar con todas las facciones del partido.
Es el número dos en la jerarquía republicana en la Cámara baja y siempre ha anhelado ser el líder.
A favor de Scalise opera el hecho de que tiene sólidas credenciales como recaudador de fondos, lo cual es clave por el papel del líder en apoyar a los candidatos más débiles.
El desenlace es de pronóstico reservado, pero Scalise tiene mejores posibilidades, aunque han surgido versiones de que los aliados de McCarthy buscan ponerle piedras en el camino.
Los demócratas pudieron haber salvado a McCarthy, pero no lo hicieron por dos razones: están molestos porque inició un proceso de juicio político contra Biden, y porque no quiso sentarse a negociar un acuerdo que incluyera la ayuda a Ucrania y eliminar las propuestas antimigratorias.
Pero la inacción demócrata podría terminar afectándolos: el Congreso está paralizado y un cierre del gobierno afectará a la economía y seguramente causará volatilidad en los mercados financieros. Biden podría terminar pagando los platos rotos.