Uso de Razón

Argentina, ¿hacia otra estupidez?

“La democracia, habría dicho un rojo soviético, crea las condiciones de su destrucción al tolerar a los intolerantes”. Pablo Hiriart cita a Diego Fonseca, periodista y editor argentino.

La próxima semana será la primera vuelta de las elecciones presidenciales en la cuna del populismo en América, y el candidato puntero es un furioso populista de derecha.

Para Javier Milei el papa Francisco es “un imbécil, representante del maligno en la Tierra, impulsor del comunismo, un personaje impresentable y nefasto”.

No es el reverso del peronismo, sino como bien explicó el escritor y periodista argentino Jorge Fernández Díaz, “a veces lo contrario de una estupidez es otra estupidez”.

El peronismo es una causa, pero no explica la totalidad del infortunio de un país rico y tierra fértil, más grande que México y con menos de la mitad de la población, cuna de genios universales de las letras, la música, la medicina y el deporte.

En Argentina los presidentes duran, en promedio, sólo 2.5 años. Desde 1928 a la fecha sólo dos mandatarios no peronistas han podido concluir su periodo.

Letras Libres, en su número de este mes (octubre), presenta una serie de artículos, espléndidos todos, de periodistas y escritores argentinos que explican la deriva de esa nación que se apresta a emprender una nueva travesía hacia la nada.

El barco que están a punto de abordar es bastante menos noble que el que llevó a sus abuelos a la capital del Río de la Plata. Tiene como mascarón de proa la cara enardecida, la mirada aterradora y la melena guerrera de Javier Milei.

Diego Fonseca, periodista y editor argentino, señala en Letras Libres: “Milei llega como asoman los populistas de manual, por los márgenes, asumiéndose como la voz del pueblo, el último recurso después de que una sociedad intentó todo o casi todo con los políticos tradicionales y nada resultó o la frustración acabó siendo largamente superior que los méritos”.

“La democracia, habría dicho un rojo soviético, crea las condiciones de su destrucción al tolerar a los intolerantes. Y los argentinos –como los mexicanos con AMLO, los salvadoreños con Bukele o los gringos con Trump– decidieron darse un chance con un outsider dentro del sistema. Si ya intentamos todo, dirá la lógica práctica del votante insatisfecho, ¿por qué no volar con algo nuevo? Para un país productor de mesiánicos redentores de la nación, que Milei aparezca, entonces, no es raro. Lo raro es que no surgiera antes”.

Explica el periodista: “Lo curioso es que Milei es un fenómeno tardío. Argentina fundó el movimiento populista más perdurable con Juan Perón, metió outsiders de la música, el deporte y la TV en política mucho antes incluso que Silvio Berlusconi y ya tenía su propio neoliberal de clóset de raigambre nacional y popular en Carlos Menem 20 años antes de que Andrés Manuel López Obrador se doctorase de neoperonista en México”.

Páginas más adelante, expone el ensayista y editor argentino Alejandro Katz, en el muy recomendable número de octubre de Letras Libres (que cito de manera extensa con autorización de sus editores):

“A menos que prive la autocomplacencia, la autoindulgencia, la irresponsabilidad, su surgimiento (de Milei) no puede ser interpretado como un cisne negro: es el resultado de la metódica incapacidad de una clase política que, más allá de sus filiaciones partidarias y sus posiciones ideológicas, ha demostrado ser incompetente y venal. Con inflación de 150 por ciento anual, los niveles de pobreza e informalidad ya mencionados (pobreza arriba de 40%, cuando a comienzos de los años 60 apenas llegaba a 10%), y elencos políticos que, habiendo fracasado en la conducción de los asuntos públicos, fueron incapaces de renovar tanto sus liderazgos como sus ideas, el surgimiento de un líder mesiánico antisistema era sólo cuestión de tiempo”.

Argentina celebra en diciembre 40 años del regreso de la democracia. Al respecto, escribe Katz:

“Y sin embargo el momento de la fiesta se oscurece bajo las pesadas nubes de un horizonte electoral del que probablemente surja un presidente que cuestiona ya no el pacto fundacional, el pacto de los derechos humanos, sino la letra y el espíritu mismo de la Constitución, que cuestiona, reivindicándose liberal, los principios del liberalismo que informa la precaria democracia argentina, que amenaza con regresar a la sociedad a un estado de barbarie en el que si no impera la violencia política dominará la violencia simbólica, la destrucción sistemática, metódica, de toda forma de respeto y de reconocimiento”.

Vuelvo al texto de Diego Fonseca:

Milei surge atractivo en “chicos de clase media que han visto a sus padres pauperizarse en vivo y en directo, o sobrevivir de la dádiva pública…”.

“El gran asunto de Milei ya no es que los partidos tradicionales no contengan la voz pública, sino que el peronismo, que por años fue la usina populista, sea desechado por las nuevas generaciones, los enojados y los nihilistas. Producto del delirio que lo empuja al absurdo, Milei se animó y probó que el nuevo populismo no precisa de la estructura movimientista del partido de Juan Perón. Y esa es una noticia que puede reconfigurar la política de un país en descenso como Argentina”.

Una nación de genios, héroes y canallas.

Un país “que vive con sus propias leyes físicas”, concluye el periodista y escritor.

(Mañana, El espejo argentino).

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