Buenos Aires.- Viernes y sábado las grandes avenidas porteñas y sobre todo las callecitas de Buenos Aires hervían de vendedores, gritos, cantos, playeras azul y oro, trajín de meseros con choripanes, charolas de cervezas y discusiones acaloradas entre la mitad de la población que quería ver ganar a Boca la Copa Libertadores en el Maracaná, y la otra mitad que expresaba con fervor su deseo de que pierda Boca.
“¡No me vengás con que Boca representa a la Argentina! Los bosteros son eso: los que viven de las bostas de los animales, ¿sabés? ¡Eso es Boca!”, me dice un transeúnte que por un momento iba a la par que yo en una atestada vereda junto al cementerio de La Recoleta, al que no conocía ni jamás supe su nombre.
En política son iguales.
Un país dividido en dos bandos irreconciliables: los peronistas y los demás. Ahora “los demás” son nihilistas. No creen en nada.
Pero eso de no creer en nada no hay que interpretarlo como desaliento o rendición. Todo lo hacen y lo expresan con fervor. “¿Esa es la Casa Rosada?”, pregunto a Samuel, un taxista de corte militar que me lleva al centro, bardeado, lleno de vallas metálicas, policías con cascos, porque es la final de la Libertadores en Río de Janeiro:
“Ahí es donde hay que poner bombas para que vuelen todos”, responde y dice que votará por Milei, pero “se la van a robar y va a ganar Massa, porque aquí votan los muertos y los presos. En la Argentina no hay democracia, señor, y es el país más corrupto del mundo. ¡Del-mun-do!”, dice mientras se quita los lentes obscuros y voltea a verme fijo para que le crea.
Mercedes trabaja en las noches como recepcionista en el lugar donde me hospedo, ya es abuela, sus hijos, nueras y nietos viven con ella, y su voz suave matiza la profunda indignación que guarda en el pecho: “Resulta que lo que gano en la noche, en la mañana que salgo ya vale menos. Y ahora tendremos que elegir entre dos locos. Yo nunca he participado en nada, pero estoy esperando a que alguien me diga qué hacer y lo hago. Hay que hacer algo. Estamos entre puros locos”.
Cierto: la inflación mensual ya es de dos dígitos y la anual llega a 124 por ciento en este país que en diez años ha tenido seis recesiones.
El Banco Central de Argentina emite bonos de deuda, y para absorber los bonos imprime billetes. Cada mes “crea” 1.8 billones de pesos. Sobran pesos y faltan dólares. Hay cerca de 20 tipos de cambio distinto (uno para los exportadores de soja, otros para los exportadores de vinos, para la industria del conocimiento, etcétera).
Sergio Massa, el candidato peronista, es también ministro de Economía y presidente en los hechos. Desde que asumió el cargo, hace unos quince meses, el Banco Central triplicó (199 por ciento) la deuda. Hoy la deuda bruta nacional es de 405 mil millones de dólares.
En los últimos cinco años, el Fondo Monetario Internacional ha rescatado a Argentina con 43 mil millones en préstamos. Ni el anterior gobierno (de Mauricio Macri, un campeón para endeudar al Banco Central, e igual que el presidente Fernández, prestaron dólares a bajo costo a nuevos ricos) ni el actual han cumplido con las reformas planteadas por el FMI.
El día tres salió la más reciente encuesta, de AtlasIntel, una encuestadora brasileña que está entre las mejores rankeadas del mundo por FiveThirtyEight, y fue la única que acertó al triunfo del peronista Sergio Massa en la primera vuelta, y con el porcentaje exacto: Massa 37 y el libertario Milei 30 por ciento.
Ahora señala, en una encuesta nacional con margen de error de +/- 2.0, que para la segunda vuelta, el domingo 22, Milei tiene 48.5 por ciento de los votos, Sergio Massa 44.7 por ciento. No sabe, 2.9 por ciento, en blanco 2.9 y nulos 1.4.
Con únicamente los votos válidos, Milei (de La Libertad Avanza) 52.0, y Massa (de Unión por la Patria) 48.0 por ciento.
Las otras dos encuestas recientes dan la misma tendencia.
Inteligencia Analítica, cercana al candidato Massa, da 1.2 de ventaja a Milei. Y Aresco, también con buen prestigio, tiene a Milei arriba con 52.4 de la intención de voto, contra 47.6 por ciento del peronista.
Los positivos más fuertes de Milei están en los siguientes puntos: es preferible disminuir gastos del gobierno que aumentar impuestos (67 por ciento contra 19), y que el Estado necesita respetar un techo de gastos para evitar el endeudamiento futuro, incluso si eso significa menos gastos sociales (63 contra 19 por ciento).
Parece que va a ganar. Parece.
Es que, como escribió Ignacio Fidanza, director fundador de LaPoliticaOnLine: “Al peronismo es un suicidio darlo por muerto”.
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