Buenos Aires.- Cristina, ¿cómo andás, che? Ayudame con esto que se va a discutir en el pleno… ¿Qué pensás que debo hacer?
-Mirá Sergio, te estás equivocando al insistir con ellos, no son de fiar. Te sugiero que hablés primero con… y luego ya la armás.
-Mmmmh. Creo que tenés razón. Lo intento y volvemos a comentar.
-Sí claro, es que de otra manera no vas a poder, Sergio, y dejame decirte que bla-bla-bla.
-Te lo agradezco, Cristina. No sé qué haría sin tu experiencia. Chau.
Así, cada semana, Sergio Massa tomaba el celular y le hablaba a una mujer intensa, que quería saberlo todo y controlarlo todo, Cristina Fernández de Kirchner, a la que cortejó hasta conseguir que no lo vetara para ser el candidato presidencial del peronismo.
Antes de empezar sus llamadas semanales a Cristina, Sergio Massa ya había renunciado al Frente Para la Victoria (liderado por ella), porque la señora K anunció su intención de elegirse a un tercer mandato en la presidencia de Argentina.
Massa lanzó su candidatura opositora con la promesa de acabar con Cristina: “Conmigo termina la era K, por más violencia y chequera que puedan usar. Hoy el FPV significa fraude, prepotencia y violencia”.
Ese día, el 1 de mayo de 2015, en su discurso en el estadio de Vélez Sarsfield, aseguró que “voy a ser presidente porque me da asco la corrupción, los voy a meter presos, no les tengo miedo”.
Massa, nacido en abril de 1972, había sido jefe del gabinete de Cristina, rompió, lanzó su candidatura para enterrarla políticamente, y luego regresó al redil, dijo, para “terminar con este gobierno de pocos y para pocos”.
Se refería al del presidente antikirchnerista Mauricio Macri, para lo cual –dijo esa vez– es preciso “construir una coalición opositora, amplia, plural y federal”.
Jorge Lanata, el legendario periodista argentino que desnudó la corrupción de los Kirchner, afirma que “Massa es un muy buen candidato, porque teniendo 140 por ciento de inflación, a la mitad de los argentinos en la pobreza, tiene los números que tiene (en las preferencias electorales). Lo lógico sería que tuviera el dos por ciento”.
En menos de trece meses, este abogado que nunca desempeñó una responsabilidad en el área que ahora maneja (es ministro de Economía, además de candidato, presidente en los hechos y jefe real de su campaña) disparó la inflación casi al doble y triplicó la deuda del Banco Central.
Tiene un encanto personal que lo hace creíble, con pinta de presidente, y es el candidato del establishment, a pesar de que imprime billetes sin ningún respaldo, gasta dinero que no existe, lo reparte en subsidios, y como candidato ofrece solucionar todo lo que en este gobierno no funciona y hay que corregir.
Es decir, el próximo presidente Sergio Massa va a enmendar la plana al ministro de Economía Sergio Massa.
Hay quienes dicen que su gran mérito ha sido hundir (aún más) al país y hacer creer que sólo él lo puede solucionar.
Así es que, en estas elecciones, el fenómeno es Massa, no el economista Javier Milei, que es la voz que grita por los enojados.
Decía un periodista conocedor de la personalidad de ambos, que la ambición de Massa es aún mayor que la de Cristina y de Néstor Kirchner. Si él gana, se va a quedar décadas en el poder, mientras que si gana Milei terminará su periodo y no volverá más. Si bien le va, porque lo más probable es que Argentina viva como Perú: un presidente cada año.
Hasta Jorge Lanata parece seducido por Massa: “Yo no votaría por Javier Milei… Massa es peronista, no es kirchnerista. Hay muchas cosas del kirchnerismo que Massa no comparte”, señaló en entrevista con un medio electrónico.
Primero de su clase siempre, Sergio Massa a los 15 años ya colgaba pasacalles del candidato de su partido, Unión Centro Democrática (derecha liberal). Y de manera abrupta, sin avisar ni dar explicaciones, se fue al gobierno de Carlos Menem. Fue asesor del cantante Palito Ortega en el Ministerio de Desarrollo Social.
Se hizo peronista furibundo con la misma facilidad con que, luego de haber sido hincha de San Lorenzo, de la noche a la mañana se convirtió en fanático de Tigre.
Claro, hinchas de Tigre eran (son) su entonces novia y el futuro suegro, un ministro (de Deportes) del entonces presidente Carlos Saúl Menem. Y él siempre tuvo en la mira ser intendente de Tigre (municipio importante de la provincia de Buenos Aires), cargo al que llegó e hizo un destacado papel.
“Sergio es muy escurridizo en sus lealtades. Lo consideraba una persona confiable, pero de un día para otro se fue a militar en otro partido”, cuenta Alejandro Keck, padrino político de Massa, en una entrevista con Constanza Bengoechea, de La Nación.
“Él puede abrazarse hoy con Trump y mañana con Putin, y venderle lo mismo a los dos”, dice.
Le sigue teniendo aprecio, pero “si Sergio hubiera sido vendedor, hubiese vendido el Obelisco a la mitad de los argentinos”.
Lo llevó a UCD, lo vio irse al Partido Justicialista sin decir adiós, luego dejar el PJ y crear el Frente Renovador para acabar con Cristina –su exjefa–, después lo miró aliarse al kirchnerismo y ahora es candidato presidencial de Unión por la Patria, con las promesas de “un gran cambio en Argentina”, unidad nacional, y superar esta crisis “que nos ha tocado”.
Sergio es “escurridizo en sus lealtades”.
Parejas están las encuestas. Cabeza a cabeza. Con ligera ventaja para Milei. Aunque después del debate del domingo, Massa podría estar más cerca de la victoria.
La historia política pesa mucho en países como Argentina, igual que su camiseta en el futbol.
Y tipos como Massa tienen el aura de los predestinados a ganar. Son los inevitables.