Uso de Razón

Milei ruge ante los pobres: “¡No tengan miedo!”

Junto al populoso municipio de La Matanza está Canning, donde Javier Milei dio un mensaje ruidoso para infundir valor, bajo un aguacero y en un revoltijo de banderas amarillas.

Canning, provincia de Buenos Aires.- Empapado y afónico, el ‘león’ Javier Milei iba de un extremo a otro del templete y con los brazos agitaba el ánimo guerrero de los suyos con gritos de ¡libertad!, ¡libertad, carajo!, en este lugar ubicado en el corazón de la política clientelar del kirchnerismo.

Momentos antes del mitin, medio centenar de provocadores irrumpieron en la manifestación con pedradas, huevos e insultos al candidato y a sus partidarios que repelieron la agresión con empujones y un cántico que –más o menos– decía “¡Massa, basura, vos sos la dictadura! ¡Massa, basura, vos sos la dictadura!”.

Los piquetes de provocadores se replegaron con ruidosas exigencias de “¡lárgate hijo de puta!”, “¡este es territorio kirchnerista!”. “¡Fuera!”, “¡fuera!”, mientras la policía los empujaba a unos 100 metros de distancia, en la avenida Presidente Néstor Kirchner, que es la Ruta Provincial 205, en el municipio de Ezeiza, a una hora y media de la capital federal.

Junto al populoso municipio de La Matanza está Canning, donde ayer puso su pie Javier Milei con un mensaje ruidoso para infundir valor, bajo un aguacero torrencial y en un revoltijo de banderas amarillas con la melena del león, en esta zona brava donde manda la “madrecita de los pobres”, Cristina Fernández de Kirchner.

“¡No tengan miedo!”. “¡Salgan con decisión a votar!”. “¡Nos quieren asustar, viva la libertad, carajo!”, decía el candidato, afónico, con rugidos que la verdad sí daban miedo.

La multitud, poco numerosa (comparada con las 50 mil personas que reunió el día anterior en Rosario) pero abigarrada y valiente en ese terreno hostil, respondía con brincos y cánticos futboleros, de “¡Ponga huevos, libertario ponga huevos! ¡Ponga huevos, libertario ponga huevos, que el domingo tenemos que ganar!”.

Le pregunté a Griselda, una joven espigada que se cubría de la lluvia enfundada en una bandera de Argentina, por qué venía a la manifestación, si era riesgoso, y contestó sin vacilar ni exagerar: “Vine por Argentina”.

-¿Por Argentina?

-Sí. Yo sigo a Milei desde 2016, y gracias a sus consejos financieros pude comprar mi casa. Él no da dinero, como hacen los gobiernos kirchneristas, sino que nos enseña cómo hacerlo.

Cierto, las clases en línea del profesor Milei, durante la pandemia, son récord Guinness, con 10 mil conectados a la vez.

La calle es agua en charcos, piedras, cemento y algo de lodo, por lo que Marcelo, de unos 30 años y chofer de maquinaria pesada, presente en el mitin con su esposa e hijo de 10 años, afirma que “estamos aquí porque queremos un cambio”.

-¿Cambio de qué –le pregunto.

-Nosotros laburamos (trabajamos), pagamos la mitad el sueldo en impuestos y esa guita se la dan a los planeros (que viven de los programas sociales). Pagamos impuestos y nos dicen que asfaltaron las calles y mirá, es tierra. Puras mentiras. Queremos un cambio.

En el templete, Milei, con una chamarra de cuero negro empuja los brazos desde las caderas hasta los hombros, como futbolista en el estadio para acompañar a la tribuna, y de abajo retumba el coro de “¡Se siente, se siente, Milei es presidente!”.

“¡Vamos león, vamos!”.

“¡No le aflojes Milei!”.

Apresura el paso de un extremo al otro, como felino enjaulado, y con el solo rugido de “¡no tengan mieeeeedoooo!, Javier Milei es seguido por el grito cariñoso de “¡pe-lu-cas!, ¡pe-lu-cas!, ¡pe-lu-cas!”.

No hay discurso en el mitin, sólo arengas de candidato, con frases breves. “¡Venimos a defender las ideas de la libertad!”. Y de abajo viene la réplica “¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!”.

Javier Milei [Fotografía. Pablo Hiriart]

Un joven, casi niño (aquí el voto es obligatorio para todos los mayores de 16 años), Omar, expresa que “Milei quiere mejorar el país. Llevamos 100 años sin libertad”. Interviene Adriana, su mamá: “Las cosas suben de precio todos los días, y el dinero que pagamos de impuestos lo usan en bonos para comprar la lealtad de la gente”.

Benjamín dice, con la playera de la selección argentina pegada a la piel y casi transparente por la lluvia, que “queremos el cambio, porque se lo roban todo y no asumen su responsabilidad”.

Dice más: “Acá en el distrito de Ezeiza ellos cuentan los votos. Es pura gente de Massa” en las casillas.

Cierto, en esta zona, con La Matanza, hay casi un millón y medio de votantes y la oposición no tiene representantes en todas las secciones. Corrijo: casi no tiene. Es territorio Kirchner.

Laura es enfermera, trabaja en el Estado, y “vine aquí porque quiero vivir en un país como la gente. La única esperanza que tenemos es este hombre”, y señala hacia el templete donde Milei dice que “¡los países donde hay libertad la gente vive 20 años más!”. Y que “¡los países donde hay libertad, hay 50 veces menos pobres que donde no hay libertad!”.

Cruzo hasta donde están los que tiraron piedras y huevos a los asistentes al mitin para preguntar por qué lo hicieron.

-¡Que se vayan! Aquí somos el brazo armado del kirchnerismo.

-¿Y eso qué quiere decir? –pregunto.

-Que no los vamos a dejar pasar. Quieren quitar el apoyo a los jubilados, quieren privatizar todo, no los vamos a dejar.

Tercia un señor de edad madura, Alejandro, apoyado en dos muletas y los pies descalzos, inflamados: “Quieren que todos trabajemos, pero no todos podemos trabajar”.

Cae la noche en Canning y el león se ha ido, acompañado de su hermana, y la gente se ve alegre dentro de su evidente pobreza. “Estamos enojados porque Cristina (Fernández de Kirchner, la vicepresidenta) y Alberto (Fernández, el presidente) le han robado al país, nos tienen en la pobreza y quieren seguir gobernando”, dice una robusta señora de nombre Constanza.

De regreso a Buenos Aires, don José Antonio, chofer del taxi que me acompañó, dice que no sabe por quién votar. “Massa es malo. Milei asusta. Votaré al menos malo”.

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