Uso de Razón

Funambulismo sobre el Río de la Plata

El peronismo está vivo, con 37 por ciento de los electores como base mínima. Espera los tropiezos del nuevo presidente, Javier Milei.

Buenos Aires.- Nada de euforia en las calles de Buenos Aires, sino una actitud que bien podría interpretarse como una serena resignación ante lo inevitable: un “ajuste”.

Javier Milei, presidente electo, ya no vistió chamarra de cuero. Se puso traje y corbata, habló por teléfono con el papa Francisco y fue a la residencia de Olivos a conversar con el presidente Alberto Fernández durante dos horas y media, de manera comedida y “pragmática”, dijo.

Sopla un buen viento. Se vive una tregua. No va a durar mucho.

El tema central es y será la economía. Y el ajuste.

Ajuste, es decir, contracción del gasto y volver a la realidad después de imprimir billetes por un equivalente a siete puntos del PIB sin respaldo alguno.

Nos recuerda a las épocas del presidente De la Madrid en México, cuando decía que era necesario “apretarse el cinturón”, después de 12 años de dispendio e irresponsabilidad populista.

Con una gran diferencia, Javier Milei no tiene las virtudes de paciencia, serenidad, equipo económico, ni la experiencia administrativa de Miguel de la Madrid.

Tampoco tiene un partido político capaz de encauzar o contener la inconformidad. Ni la mayoría en el Congreso.

El partido de Milei, La Libertad Avanza, sólo tiene 39 diputados (de 257 en total), y 10 por ciento en la Cámara de Senadores. Ningún gobernador y cero (o cercano a cero) intendentes, que son las autoridades electas en los municipios.

Milei quiere desaparecer el Banco Central y establecer al dólar como la moneda nacional, pero tanto el banco como la moneda están en la Constitución. Para empezar a modificar la Carta Magna requiere dos tercios del Congreso, y no tiene ni siquiera mayoría relativa.

Viene, desde esta semana, o a partir del 10 de diciembre (cuando asume el nuevo gobierno), el ineludible apretón que de manera tranquilizadora llaman “ajuste”.

Lo primero, inflación a las nubes. Sincerar los precios luego de contención artificial mediante acuerdos con los empresarios que no se atrevían contradecir al candidato y ministro de Economía, Sergio Massa.

Megadevaluación, porque no hay dólares, el precio oficial está contenido y las transacciones en la divisa estadounidense, limitadas. Además, el nuevo presidente quiere dolarizar: los billetes verdes bajo el colchón valen oro.

Más pobreza, luego de que subiera a más de 40 por ciento en el gobierno kirchnerista.

El alza en el precio de la gasolina es cuestión de días, porque está subsidiado. Y de qué manera.

Cobro de IVA. El impuesto es de 21 por ciento, pero el gobierno determinó que no se cobre cuando el pago es con tarjeta de crédito o débito.

El poder adquisitivo va a caer (está cayendo) a mayor velocidad.

No se pueden sostener todos los subsidios que hasta hoy reparte el gobierno, en efectivo o vía contención artificial de precios.

“El equilibrio fiscal no se negocia. Ministro que me gasta de más, lo corro”, dijo hoy el presidente electo.

Todo eso debe hacer Javier Milei, sin la base de gobernabilidad que da un partido político, o las alianzas con otras fuerzas para que aporten votos en el Congreso y cuadros de experiencia para gobernar.

Eso fue lo que censuró la mayoría de los argentinos con su voto: la experiencia de gobierno.

Con su voto, descalificaron a la prudencia como un valor de la política.

Llevaron a la Casa Rosada a un personaje que se presenta como “anarcocapitalista”.

Si hace las cosas bien, necesitará un año y medio o dos para controlar la inflación. De lograrlo, se reelige.

Pero los argentinos no son pacientes. Milei, mucho menos.

Y la paciencia se agota más rápido cuando suben los precios de la gasolina y del transporte público.

El presidente electo dice que habrá un ajuste de shock, no hay dinero, pero eso “no lo va a pagar el pueblo”.

Las privatizaciones no le van a dejar dinero importante: YPF (la petrolera del Estado) vale 3 mil millones de dólares y acaba de perder un juicio por 15 mil millones de dólares.

Aerolíneas Argentinas le cuesta al gobierno 500 millones de dólares al año.

El sector privado, al que entregará toda la obra pública, no tiene dónde fondear, por el riesgo país. Tampoco hay certeza jurídica. Además, ¿cómo va a retornar la inversión que hace una empresa que construya escuelas públicas, por ejemplo?

Veremos detenciones, procesos judiciales y cárcel para algunos de los que gobernaron. Materia hay.

Pero nada de eso evitará el ajuste de caballo.

El peronismo está vivo, con 37 por ciento de los electores como base mínima. Espera los tropiezos del nuevo presidente.

Milei irá sobre la cuerda floja como un funambulista sobre las aguas del Río de la Plata.

Consulta más columnas en nuestra versión impresa, la cual puedes desplegar dando clic aquí

COLUMNAS ANTERIORES

Los halcones de Trump
Sheinbaum, el poder prestado

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.